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LAS LLAMAS DEL FÉNIX
LAS LLAMAS DEL FÉNIX
"¡De pie Erra [Her-Ra]! ¡Al abatir la Tierra, como resplandece tu espíritu y se alegra tu corazón! Los brazos de Erra como los de un hombre privado del sueño están cansados. Él se dirige a su propio corazón diciendo: “¿Debo levantarme? ¿Debo seguir descansando? [...] Recostado en su cuarto, se queda haciendo el amor con su esposa Mammi, mientras que Engidudu [Marduk-Horus] - el señor de la ronda nocturna - mantiene su ojo sobre él [...] Partimos en guerra, oh Erra el valiente, golpea tus armas. ¡Haz que el alumno de los Igigi [Shemsu-Nungal] celebre tu gloria! ¡Que en el alumno, los Anunnaki teman tu nombre! ¡Que en el alumno, los dioses se doblan bajo tu fuerza! ¡Que en el alumno, los soberanos se postran a sus pies! [...] "Los vientos enfermos subieron, convirtiendo el día en tinieblas, y [empujando] toda la Tierra y el tumulto de los pueblos ...". (19)
El Poema de Erra, traducción Don
Moore.
Pasé varios meses en
Nashareth, viviendo en paz con los míos y me había hecho la idea de que había
sido Asar antes de emerger en esta vida. Desde entonces, mi corazón es ligero
como un pájaro. Me quedé con Aset para familiarizarme con mi nuevo trabajo y
también para apoyarlos en la gestión de la Duat. En varias ocasiones hemos sido
visitados por Sabu y Altin. Ellos viajan regularmente entre Kemet y la
región de la Doble Verdad. Cuando ellos descienden hacia el suroeste para
encontrarse con nosotros, ellos pasan por el Mehti (Delta del Nilo), y se
quedan unos días en la colina de Dep donde se encuentra mi primera guarnición
de Shemsu-Heru, que ha crecido considerablemente desde entonces.
Hapy me había
comentado su plan para el entierro del cuerpo de Asar. Yo había pospuesto
el proyecto hasta nuevo aviso por las últimas novedades, Arit-Kheru ("el
ojo de sonido") vuelve de su viaje desde lo más profundo de nuestro
sistema solar. El momento temido se hizo más claro. Los vigilantes de Serkit y
los de Aset-Heh (Dendera) eran explícitos. Un punto brillante amenazante era
ahora observable en nuestra noche. Él estaba creciendo un poco más cada
día. Estábamos en alerta desde hacía varias semanas.
Según las últimas
observaciones de nuestros Urshu, las tropas Setes parecían nerviosas, algunos estaban
replegados hacia el Nor-este. Esto me dio una idea audaz. No se la he dicho a
nadie y tomé la decisión solo. Aset quizás no la habría aprobado. Ahora que nos
encontramos en las dimensiones del espíritu y de la carne, parece aún más
ansiosa de lo normal.
Antes de viajar a
Sti (Nubia) y Bun'd dejé Nashareth por el hangar norte, para ir al encuentro de
los vigilantes Adinu de Kuram (Goreme). [[1]]
Quería escuchar sus puntos de vista sobre el progreso de la Benu Celeste. Su
opinión sería decisiva y decidiría el comienzo inmediato de mi proyecto.
Sin embargo les pedí a varias de mis guarniciones que se pusieran en
marcha. Nuevamente tuve que volar sobre el Kursig sur (Capadocia) de mi tío
para ir al valle de los vigilantes. Pude ver por debajo de mí una alta
concentración de Anunnaki, lo que confirmaba las observaciones de nuestros
diferentes Urshu.
Los Adinu de Kuram
viven en paisajes constituidos por una mezcla de ceniza y roca volcánica
mitigada por la erosión y el tiempo. Los vientos y las lluvias tallaron la
piedra y crearon cúpulas y torres naturales. Estas extrañas columnas fueron
entonces cavadas para construir allí casas o torres de vigilancia. Los Adinu de
este país viven tanto en el exterior como en su red subterránea. Su proximidad
a los Anunnaki era un poco enigmática para mí.
Descendí mi nave al
azar en medio de este valle con formas extraordinarias. Un grupo de los Adinu
vino a mi encuentro. Al igual que los Igi-Ra, estaban vestidos con ropas
oscuras adornadas con plumas delicadas en tonos apagados. Sus adornos
contrastaban con su piel blanca como la nieve y su pelo muy claro. Me presenté
como "el despertado de entre los muertos", el amante y el hijo de la
gran Aset.
- Sabemos quién eres
-Respondió uno de ellos en un tono neutro.
- Quiero conocer a
su jefe y preguntarle por el Benu Celestial.
El vigilante me
observaba con atención.
- Nosotros no
podemos anunciarte ante nuestro maestro por ahora, nuestra trompeta de bronce
está rota.
- ¿Una trompeta?
- Sí, el otro día,
nuestro chef se sentó sobre ella por error.
Pensé que era una
broma, pero su expresión era tan grave que hice todo lo posible para mantener
una mirada seria como la suya, incluso compasiva. El grupo estaba atento a no
se qué. Escuchamos vagamente un sonido metálico regular en la
distancia. Mi ceja derecha no pudo evitar levantarse, finalmente les
pregunté, casi hastiado:
- ¿Qué estamos
esperando específicamente?
- ¡Qué la trompeta
sea reparada! Pedí que sea reparada rápidamente. Nuestro mejor herrero esta a
cargo.
- Miseria, ¿le
tomará mucho tiempo?
- No -Me dijo en un
tono casi tranquilizador.
Entonces sus ojos se
fijaron en la distancia. Todos hicieron lo mismo. Me senté en una roca,
recibiendo repetidos golpes de sus capas en la figura. A lo lejos, el
golpear metálico del herrero trabajando parecía inscribirse en el viento. El
grupo de los Adinu no se había movido una pulgada y parecían soñar despiertos,
como estatuas. No había ruidos, ¡nadie viajaba a Kuram! Sólo el suspiro de
la brisa parecía dispuesta a apoyar este gran momento de soledad. Observé
entonces que los Adinu estaban armados, a diferencia que los de Serkit - yo ya
lo había notado cuando llegaron cerca del Ekur de Setes. Llevaban lanzas y
arcos. Esperamos una hora en una brisa que había aumentado su intensidad. El
momento tan esperado llegó cuando oímos de repente un chillido ronco apenas
audible.
- Bien, podemos ir
allí -Me dijo el mismo individuo.
Ante esto, nos
dirigimos a una serie de grandes picos rocosos perforados de forma
errática. Cuerdas o escaleras de madera y paja daban acceso a los
diferentes niveles.
- ¿Vamos a tener que
subir? -Le pregunté.
- No, sería difícil
para nuestro soberano, es por aquí.
Los Adinu me
mostraron una gran cavidad excavada al pie de los picos, y me invitaron a
entrar por mi cuenta. Una luz brilló en el fondo.
- Ah, eres tú, ¡el
hijo del horizonte! ¡Entra! No se sorprenda si no lloro de emoción, pero me
acaban de servir la comida.
Me enfrenté al ser
más extraño que había visto. Estaba sentado en compañía de dos mujeres con el
pelo rubio rizado, envueltas en negro. La cara del ocupante era redonda y
brillante como la estrella de la noche. Su pelo y barba brillaban como el
fuego. El jefe de Kuram estaba vestido con ricas telas de Sti (Nubia) y Bun'd
(Punt), cubierto con una capa oscura salpicada de plumas. La cueva parecía la
de un tesoro, una increíble recopilación de objetos antiguos estaban apilados
allí. Muchos objetos parecían venir de Bun'd y de E-Dilmun (Yemen). Una
fragancia exótica mezclada con la comida impregnaba el aire de un olor
particular. Al verme dudar, levantó el brazo. Con un gesto, me hizo una
seña para entrar; la otra mano sostenía una cuchara que ya estaba en su boca.
- Hum, perdón, pero
mi caldo de langosta no podía esperar. ¿Quieres? Ellos vienen de tu
sitio, recién capturados ayer en las orillas del Kem-Ur (Mar Rojo). ¡Unas
buenas langostas que estos ladrones Anunnaki no tendrán!
- Le doy las gracias
por su hospitalidad, Señor. Perdone mi ignorancia, pero yo ni siquiera sé
su nombre -Le dije confundido.
- Tengo varios
apodos. ¡Hum! A menudo me atribuyen el nombre de Daggan aquí, pero mi familia
me llama Dag o Dagde [[2]].
Llámame como tú desees.
Apenas había
terminado su sopa nuevos platos estaban esperando en el borde de la
mesa. Una de las dos mujeres se dispuso a pasarlos, y la segunda le hizo
entrega de los platos vacíos en el otro lado.
- ¡Bueno! ¿A
qué se debe esta visita en plena comida, hijo del horizonte?
- Vine a preguntarle
sobre el retorno del Benu Celestial.
- ¡Ah si! ¿Te
has dado cuenta de que él está de vuelta junto contigo? Todo el mundo habla
sólo de ti desde que conociste a tu tío hace unos meses. He oído a la distancia
al sodomita de Seyhtanri (Seth) quejándose día y noche. Ah, este atún de las
orillas del Bun'd es absolutamente delicioso. Estoy seguro de que nunca lo has
comido... ¡Qué pena!
Dagde se bebió de
repente un gran vaso de cerveza y se limpió la boca con las manos con fuerza;
luego se limpió con su capa, que sirvió de servilleta. Levantó la vista
hacia una de las mujeres, obviamente, su pareja o su mujer, y le dijo: "Guarda
el resto para después, mi querida, y no te acuestes antes de tiempo... No
me voy a retrasar".
- Tú, tú sabes
hablarle a tu dama
Dijo riendo. Dagde
se levantó y eructó haciendo vibrar la mesa.
- ¡Por mi barba! Akilli,
mi esposa, tu comida me hace feliz! Bueno, ven conmigo, hijo del horizonte,
tengo que hablar contigo. Dejemos a mi esposa y a mi hija solas.
Con una mirada, el
maestro de Kuram me invitó a salir con él; pude apreciar su tamaño colosal.
Este Dagde era grande como una montaña, seguramente era el ser más gigantesco
que había visto nunca. La ciudad hacía una hora silenciosa, estaba ahora en la
agitación. La ciudad parecía haber despertado al mismo tiempo que su líder
había salido de su guarida. Arados tirados por bueyes circulaban orgullosos
entre los que se mezclaban sonidos de flautas y voces. Subimos en una pequeña
colina por un camino bordeado de piedras. Delante de nosotros, cientos de
personas se agitaban ocupadas como un hormiguero. Estábamos cerca de la entrada
de un subterráneo. De repente, una sombra paso debajo de nuestras narices a la
velocidad del viento. Era demasiado grande para ser un pájaro y demasiado
pequeño para ser una nave. Dagde se rio de mi desconcierto:
- No conoces
nuestras criaturas voladoras... No, no son Sukkal, pero se les parecen,
¿verdad? Simplemente llevan alas de madera y tela en la espalda. Esto nos
permite sobrevolar nuestro territorio y movernos por la región. No podemos
llegar muy lejos con eso, pero sigue siendo muy útil. Los Anunnaki, de
abajo, nos llaman los Sukkal, así que adoptamos ese nombre para nuestros
voladores alados. Todo el mundo puede volar aquí, incluso yo... A pesar de
que hace un tiempo que no me arriesgo más. Akilli, mi esposa quiere que pierda peso.
Tú crees que estoy gordo, ¿verdad?
En ese momento, un
ser volador aterrizó cerca de nosotros, evitándome la suerte de tener que
responder a esta pregunta difícil. El aterrizaje había requerido una carrera
que había planeado a más de 100 Remenu (codos casi 40 metros) de distancia. El
mensajero se apresuró a reunirse con nosotros.
- Señor Dagde, hay movimientos
allí abajo, los Anunnaki de la estepa y del desierto recuperan el Kursig
(Capadocia).
-
¡Bien! Mientras que no vengan hacia nosotros...
- Sí -Añadí- Los he
notado en mi camino hacia Kuram (Goreme).
- Gracias Dama -Dijo
Dagde- Advierte a todos, y especialmente a mi hermano. Nosotros tenemos
que hablar; no debemos perder tiempo.
- Todas estas
ciudades subterráneas para meter a los Adinu y los Neferu -Añadí riendo- Y que
gran proyecto, ¡sólo para tranquilizar a mi abuelo y los Anunnaki!
- Sí, es extraño,
¿no? ¡Los Anunnaki excavando, y nosotros observándolos, divertidos, con su
proyecto para que todos nosotros nos maravillemos! Ellos cavan como los Nungal
han cavado, pero el conjunto de toda nuestra línea no vendrá hasta el momento
de establecerse aquí...
- Ya lo se.
- Bueno, ya sabes
cosas, chico.
Dagde me inspeccionó
brevemente, ya que no podía hacerlo mientras tenía su nariz en sus platos.
Habló nuevamente:
- Para responder a
tu pregunta, no sabemos mucho sobre el Benu, no va a estar aquí sino en unas
pocas horas. Debería ser claramente visible desde aquí dentro de poco.
Originalmente, el Benu parecía haber adoptado un circuito en bucle que le hacía
volver de manera intermitente. Pero su carrera parece haber sido acortada por
alguna razón desconocida. Su regreso es demasiado rápido, lo que nos hace
suponer que debe haberse encontrado con uno o más objetos que han cambiado su
trayectoria original. Pero, ¿cuántos grados ha cambiad esta trayectoria? ¿El
Benu nos golpeará, o nos cepillará la cabeza como la última vez? No sabemos
nada, nuestros cálculos nos dirán pronto. Todo lo que sabemos es que ahora se
acerca muy rápido... ¿Sientes el viento soplar? No es el viento que
conocemos, esta anormalmente caliente. Pronto, veremos el Benu a simple vista,
¡a plena luz del día! Usted sabrá pronto por que también lo llamamos
"Arit-Kheru" (el ojo que suena).
- Eso no me deja
mucho tiempo. De todos modos, el Benu Celestial es nuestro aliado, creo...
- ¿Qué quieres
hacer, muchacho?
Me dio vergüenza, yo
no quería detallarle mi plan, sin conocerlo un poco mejor. Yo no le dije que
había estado en el más allá y que un ser me inspiró mi plan y me sopló que
"la estrella errante que amenaza nuestro mundo era mi aliado". Sin
embargo, encontraba a Dadge muy entrañable.
- Ajustes de un
viejo asunto que debería haberse resuelto hace ya algún tiempo -Le
contesté- Aunque estoy convencido de que no arriesgamos nada; y no me
importa si todos morimos o no.
- Huele a guerra, mi
joven amigo. ¿O me equivoco?
- Yo mismo haré
justicia. Quiero golpear el espíritu de nuestros enemigos y sacudir al mundo
hasta sus cimientos, por la gracia de Benu.
- Ten cuidado de no
tropezar por la falta de experiencia. Sabemos que una parte de tus tropas
descienden a lo largo de Kemur. No creo que los Anunnaki se hayan dado cuenta,
porque tus soldados son de los nuestros, y sabemos que son cautelosos y
experimentados por naturaleza. Pero nosotros, vemos y sabemos todo.
Nosotros somos los vigilantes y no soldados bestiales y
disciplinados. Tú preparas algo terrible, hijo... ¿Tu venganza esta
lo suficientemente elaborada?
- ¡Sí! Y lo
trabaje desde mi infancia. Me recuerdas a alguien, señor Dagde. Un amigo fiel
para quien tengo gran estima: el rey Sağlam, el soberano de los Dogan.
- ¿Tú hablas del rey
de los Neferu, el que te entregó su gran ejército? Bueno, por mi martillo, ¡es
mi padre!
- Pero entonces, no
eres un Nungal. Eres un Dogan, lo que explica tu tamaño y el cabello rojo.
¡Un Dogan que dirige a los grandes príncipes de Nki-Asar, es realmente
inesperado!
- En realidad no, yo
no soy del todo Dogan. Mi madre me puso a la cabeza de los Adinu de Kuram. Tú
la conoces bien, es tu tía Serkit. Soy una mezcla de la vieja cepa Gina'abul y
de los mestizos que todo el mundo teme.
Todo se explicó de
repente. El vínculo que unía a los Adinu y a los Dogan no sólo implicaba
la consanguinidad, sino también la realeza. La gran Serkit llamada Semhaza
(''que detenta la planta"), se unió con el fiel protector de Asar, y había
engendrado un hijo con él de proporciones increíbles.
- ¿No deberías ser
tú el futuro rey de los Doga, el sucesor de Saglam?
- Ya te lo he dicho,
no soy un verdadero Dogan. Mi ascendencia esta oculta, prefiero dejar esta
función a mi pequeña prima Altin.
- Bien.
- Tú te imaginas
-Añadió Dagde- si Seyhtanri (Seth) también supiera que tengo sangre Dogan, ¡se
pondría loco! Sólo sabe que soy el hijo de Ninmah, y cree estar en
presencia del producto de un experimento genético. Nos reunimos tres o cuatro
veces, ¡me teme como la enfermedad!
- Él me teme
también.
- ¡Entonces, nos
vamos entendiendo! -Me dijo con una sonrisa.
- Estoy feliz de
haberte conocido, maestro Dagde. Tengo que dejarte ahora, y unirme a mis tropas
en el Sur.
El rey de Kuram dudó
brevemente.
- ¡Estarás muerto
antes de la llegada del Benu Celestial! Tu maestra de armas es la nieta de
Seyhtanri, ella te preparó para luchar, ¿pero tú conoces las técnicas
guerreras?
- ¿Y tú?
- Yo luché contra
los Anunnaki muchas veces junto a los Shemsu-Ra. No he tenido la oportunidad de
conocer a Asar, pero he protegido con mi maza sus minas en Sti (Nubia), que
también administré por un tiempo. Los Dengu (pigmeos) se encuentran a mi
servicio, porque sólo ellos pueden hilvanar en las canteras. Mi padre me habló
de tu plan; estamos preocupados por tu vida. Déjame ir contigo y poner mi arma
y mis técnicas a tu servicio.
- No soy tan malo en
el arte de la guerra, una gran batalla fue ganada en Mafke't gracias a mí -Le
respondí.
- Lo sé, se me
informó. Varios Adinu y Neferu estuvieron presentes, escondidos en las
montañas. Era un suicidio; ¡Tú eres un suicida, hijo! A veces funciona,
pero no todo el tiempo; por lo general, termina mal. Te ofrezco mi vida.
Si morimos mañana golpeados por el Benu Celestial, que sea como vencedores y no
atrincherados como perros. Mi esposa quiere que haga ejercicio, ¡por lo que su
deseo se cumplió gracias a ti!
- ¿No será necesario
que estés a su lado esta noche, mi amigo?
- Akilli me
concederá la calidez de sus muslos en mi regreso, cuando retornemos
victoriosos. Así que voy a hacer un nuevo hijo, ¡el hijo de la victoria!
- ¿Quién va a
gobernar en tu lugar?
- Mi hermano Hi'a.
Así que le di mi
consentimiento. Tras estas palabras, Dagde regresó con su esposa que había ido
a refrescarse en la fuente. Llevaba un pequeño jarrón de barro que estaba a
punto de llenar. Yo me encontraba lejos de su discusión. El rey le explicó su
decisión, ella dejó caer el recipiente y luego desvió la mirada en señal de
protesta. El temor de no volver a ver a su marido la conmovió profundamente.
Ella finalmente regresó a sus picos perforados y terrazas. Los Sukkal volaban
componiendo un ballet aéreo en el cielo. El viento soplaba con fuerza y el
vuelo era gracioso. Dagde volvió con el corazón triste, "¡Ah, las
mujeres!" dijo finalmente.
El rey de Kuram
luego me llevó a los subterráneos donde sus familiares lo esperaban. El estilo
de las galerías me recordaron las de Ekur de mi tío. El rey tuvo una larga
discusión con su hermano Hi'a, que era del tamaño de un Dogan. Hi'a tuvo
conocimiento de nuestra escapada secreta, y el grupo decidió que su hermano lo
reemplazaría durante el tiempo de su ausencia.
Mi empresa se
anunciaba peligrosa y Dagde lo sabía. Él aún no sabía todo mi plan, pero era
como si lo hubiera adivinado. Cuando nos embarcamos en Geghu, mi compañero de
armas tenía una mirada triste sobre todos sus dominios, como si hubiera pensado
por un momento la posibilidad trágica de no volver a ver su tierra y su gente.
Nos embarcamos con
los hombres-voladores, los Sukkal con alas artificiales. Le había preguntado al
rey si era posible llevarlos con nosotros y utilizarlos como exploradores
volantes sobre las líneas enemigas. Dagde había encontrado esta idea extraña,
pero se había resignado a seleccionar a cinco voluntarios. El viaje hacia el
norte de Kemet se llevó a cabo en un silencio de muerte. La jovialidad de
Dagde había dado paso a un cierto recogimiento. Estaba a mi lado en la cabina,
mientras que los Sukkal estaban en la parte posterior. Algunos limpiaban
minuciosamente sus alas artificiales con una esencia vegetal grasa, los otros
afilaban las flechas retirándolas de su carcaj: su vida dependería del buen
funcionamiento de sus equipos.
El paisaje desfilaba
a alta velocidad a través de la ventana de la cabina del Geghu. Algunos
jubilosos cabezas negras me acompañaron, mientras que por debajo, un gran
ejército estaba esperando en tierra. Un empujón prodigioso me impulsó a los
límites de mis ambiciones, y no debía decepcionar a los que contaban conmigo.
El océano que separaba las tierras de mi tío y las de Kemet de repente apareció
en la parte inferior. Estábamos volando sobre las aguas que estaban
anormalmente agitadas en la superficie y barridas por un viento desordenado,
probablemente presagiando la llegada de Benu. Dagde no parecía perturbado por
la tecnología que nos mantenía en la posición de las alturas, lo que implicaba
que él ya había viajado a través del aire. Me habló de su famoso martillo,
su impresionante objeto estaba a su lado. Su tamaño y peso hacían de esta
arma una herramienta mortal que solo él sabia cómo manipular.
Hicimos una escala
en Pe, al norte de Mehti (Delta del Nilo). Pe se encuentra a pocos pasos de
Dep, donde he instalado el campamento más grande de Shemsu-Heru en Kemet. Dagde
me había animado a ir al encuentro de los sacerdotes de Asar alojados en esta
localidad administrada por el clan Khentamentiu. Por el momento, mi único
contacto con ellos databa del tiempo en que reemplacé al clero de mi abuelo por
el nuestro en Ta-Ur. Dagde sentía que debíamos procurar que algunos sacerdotes
Khentamentiu se dirigieran al sur para ser testigos de las maniobras militares
que iban a ejecutarse. Era importante mantener buenas relaciones con el antiguo
clero custodio de la doctrina sagrada de Asar. Una filosofía que me
habían enseñado Djehuti y Aset desde mi más tierna infancia.
Los pueblos de los
diferentes Shemsu de Mehti están construidos con ladrillos de adobe y con
cimientos de barro. Las paredes y los techos, con paneles de cañas entrelazadas
cubiertas de arcilla, son soportados por postes de madera pesados. Las cercas
se hacen de caña, a veces en piedra o ladrillo. El material es muy ligero y
fácil de reemplazar si es destruido por el mal tiempo o un incendio. Estamos
lejos de las construcciones pesadas de nuestros templos de Kemet y de
A'amenptah, o de las antiguas mansiones de Setes en el viejo Kalam, o de los
edificios de mi abuelo en Deser (Marte). Las viviendas de Mehti son como
las que fabrican algunos humanos y que se encuentran en todas partes de Kemet.
Los
niños juegan alegremente con los perros, mientras que el ganado retoza
libremente entre las casas. Dagde y yo habíamos sido invitados a entrar en el
hogar del gran sacerdote de Pe. La casa era grande y fresca. Enormes cuernos de
res entronizados en el centro de la choza sagrada. Ellos representan
simbólicamente la realeza y los dos asientos de Asar y Aset uno en frente del
otro. Los altos dignatarios Khentamentiu estaban presentes. Me dio las gracias
por haberme trasladado a su encuentro y me felicitó por haber entregado el
clero de Asar en Ta-Ur. También alabaron mi unión con mi madre. Reconocieron a
Dagde como el hijo de la gran Serkit, pero no hicieron alusión sobre su padre
Saglam, el rey de los Neferu, el soberbio protector de Asar. Los
sacerdotes finalmente aceptarían codearse con los Neferu que forman mi ejército
fue una experiencia inusual que ellos habían aceptado en nombre de Asar y en
nombre de su legítimo retorno al poder.
Mi presentación
finalizo, al ver las miradas cabizbajas de los sacerdotes, era obvio para mí
que sería difícil hacer descender al clero hacia el sur, mientras que todo el
mundo pensaba únicamente en escalar montañas o en ir a refugiarse en la Duat
bajo tierra para escapar del posible desbordamiento del agua. Los sacerdotes
Khentamentiu encontraron mi idea imprudente y totalmente suicida: recuperar la
tierra de Asar robada por mi tío, mientras que el Benu pasaba justo sobre
nuestras cabezas... ¡Qué estupor! Asar nunca habría hecho eso. Yo era un
tonto o un gran soldado, ¿mejor que Ra, el brazo armado? "¡Mejor
que Her-Ra!" Lanzó Dagde con un tono autoritario. Un golpe de su
terrible martillo sobre la tabla del consejo auspició el veredicto. Viendo
la mesa romperse en mil pedazos y la confianza que tenía en mí el hijo de la
gran Serkit, los sacerdotes de Asar, finalmente decidieron que se moverían
hacia el sur, formando varios grupos. Ellos estaban de repente dispuestos
a comentar que mi plan era ambicioso y que el riesgo valía la pena, si
consideramos que los diversos Shemsu y Urshu habían sido humillados
continuamente desde la muerte de Asar, ya sean del Oeste o del Este y en la
actualidad del Norte y del Sur. Luego agregué:
- Voy a restaurar el
clero de Asar y dar cazar a los de ltemu en nuestras tierras, seréis mis
testigos. Vendrán muchos.
Uno de los
sacerdotes entonces agregó:
- Todo lo planeado
por Heru luego que Aset lo reveló a la luz es escuchado por el consejo de
nuestro gran soberano.
El clero
Khentamentiu no conocía la segunda fase de mi plan, que se lo detallé a Dagde
durante nuestro viaje a Mehti (Delta). Yo esperaba que se desplazaran lentamente
hacia Iuter-A'a (El Nilo), lo que me daría tiempo para concretar la primera
parte de mi proyecto que normalmente no les afectaría.
Tras este acuerdo,
fuimos a encontrarnos con los Shemsu-Heru en la colina de Dep y establecimos
los puntos de nuestras futuras maniobras. Luego retomamos la ruta del
cielo a la zona del "muro blanco" por encima de nuestra morada
subterránea. Una parte de mis tropas de Dep ya habían sido desplegadas
alrededor de nuestra residencia real y su escudo protector todavía estaba activado. Otra
parte se había desplazado más hacia el sur, no lejos de AsetHeh (Dendera) y de
Ta-Ur (Abydos). El perímetro también fue salpicado con Urshu Khentamentiu que
mi hermano Sabu desplegó a lo largo del gran río. Nuestras espaldas estaban
aseguradas, si las tropas de Setes aún estaban estacionadas en nuestras tierras
reaccionarían a la presión de los nuestros. Sabu garantizaba la protección de
nuestra casa real y de Bit-Ra-Hem. El escudo de protección fue aumentado
al máximo y dirigido hacia el eje central de nuestra Gigal subterránea.
Continuamos nuestro
vuelo hacia la fundición secreta de Ra que se encuentra debajo de los templos
de Behutit (Edfu). Casi 200 Shemsu-Heru rodeaban el área y esperaban mis
órdenes. Los Shemsu-Râ nos hicieron sentir bienvenidos. Bajo el santuario
principal se encuentra un gran cristal, que está oculto por las armas de metal
del gran Her-Ra. Este mineral blanco les permite comunicarse directamente
con él. Así que le dije la segunda parte de mi plan, pero él no quería
unirse a mí dándome apoyo armado de más, afirmando que estaba "loco y
actuaba irresponsablemente". ¿Tenía miedo de tener que exponer a sus
guardaespaldas Kingu a todas nuestras tropas de la coalición?
Tendríamos que
hacerlo sin los Shemsu-Ra. Necesitábamos más armas Her-Ra estaba reacio a
proporcionarme armas para alimentar una revuelta para desestabilizar la
autoridad de mi abuelo Itemu-Ra (An). Sin embargo, mi mayor se mantuvo
indeciso: si mi proyecto funcionaba, yo sólo iba a disfrutar de los beneficios
de una victoria ante los ojos de los muchos partidarios de Asar. Es por eso que
finalmente me entregó armas de sus reservas secretas por el hecho de que él
distribuyo muchas lanzas y espadas forjadas por sus Mesentiu a mis Shemsu-Heru.
Llené el espacio de cargamento de Geghu, de borde a borde, con armas de todo
tipo de esta fundición secreta.
Así Geghu partió de
Behutit (Edfu) y nos trasladamos a Bun'd (Punt), [[3]]
el bastión de la rebelión Nungal contra los Anunnaki. Muchos Shemsu-Heru
se habían asentado allí hacía casi un año. Se mezclaron sin dificultad con los
Shemsu-Râ de mi mayor. El dominio de Bun'd es capital para Kemet, ya que su
suelo está lleno de riquezas increíbles. La mirra divina utilizada para
nuestras fumigaciones rituales es producida aquí. También se incluyen varias
minas de Nebu (oro), dos grandes minas de cobre y exuberantes depósitos salinos
muy útiles para la producción de metal con el que se forjan las armas de
nuestros soldados. Las costas de Bun'd abundan de perlas a las orillas del E-Dilmun
(Yemen), que está frente a ellas.
La nueva Dilmun
dispone de una segunda gran concentración de Shemsu-Ra. Estos son menos
complacientes que los de Bun'd. Instalados en el lado Este y separados del
resto de los Shemsu por Kem-Ur (Mar Rojo), se muestran antisociales; todo lo
que les interesa son los alimentos u objetos que serán capaces de negociar con
los Anunnaki.
Dagde, nuestros
cinco Sukkal y yo fuimos a Adin para encontrarnos con los comerciantes
Shemsu-Ra. No esperaba que se alistasen sin el conocimiento de su señor
Her-Ra, simplemente les iba a pedir que permanecieran vigilantes por si algún Anunnaki
trataba de escapar a través de Kem-Ur durante nuestra campaña para ganar las
costas de Arah (Arabia) o Sabba.
Estábamos en el gran
desembarcadero de Adin. Las aguas del Kem-Ur brillaban como la plata.
Grandes barcos comerciales estaban amarrados a la orilla por largas
cuerdas. Estos navíos masivos se utilizan a lo largo de las costas de
E-Dilmun. Según los rumores, a veces usan el mar interior del Este (golfo
pérsico) para acceder a las fronteras de Kalam. Estos se declaran pescadores,
excepto que no hay nada que pescar en el mar interior que lleva a Kalam, sólo
su embocadura está llena de atún, de pez espada y de salmonete.
El olor agrio de los
peces invadió el puerto. Este sin duda provenía de las sardinas y el atún que
pululan en la orilla sur del E-Dilmun, y que los Shemsu entregan a nuestro país
subiendo la orilla izquierda del Kem-Ur. Sabemos que este pez se vende también
a nuestros enemigos. Fuimos recibidos por tres Shemsu-Râ vestidos con armadura
de metal. Llevaban cascos de halcón. Me presenté a ellos como el "despertado
de entre los muertos", el amante y el gran hijo de Aset. Uno de ellos
me empujó, como si no me hubiera oído. Sin reflexionar y sin intentar discutir,
Dagde sacó su imponente porra que provino de atrás de su espalda y, con un
golpe rápido, hizo volar al Shemsu que se estrelló a ocho cuerpos más allá.
- El atún de Bun'd
me hace feliz, pero aquí, el pescado los hace imbéciles -Gritó el hijo de
Serkit.
Los otros dos Shemsu
trataron de intervenir, pero sin éxito, Dagde ya los había tomado con sus puños
violentamente por la parte superior de sus cráneos.
- Estos dos están
dispuestos a escucharte -Añadió.
¡Pero yo dudé mucho!
De repente estábamos en el centro de una miríada de flechas provenientes de no
se dónde. Nuestro grupo apenas tuvo tiempo de esconderse detrás de unas cajas
de madera, tres de nuestros Sukkal se precipitaron en el viento, desplegaron
sus alas y emprendieron el vuelo como pájaros. Dagde fue golpeado, una flecha
se clavó en su hombro, pero él me tranquilizó: la herida no era
profunda. Se arrancó la flecha con un chasquido. Otras flechas fueron
disparadas desde más lejos. Estas provenían directamente de la ladera de una
colina donde estaban los depósitos de comida. Saqué a Uatch de su vaina. Mi mirada
estaba negra; el viento se levantó sobre Adin y sopló la ira y el tumulto. Les
pedí a Dagde y a los otros dos Sukkal que permanezcan cubiertos. Ellos
respondieron lo mejor que pudieron atacando con sus arcos. Miré hacia el cielo
y realicé un salto prodigioso hacia nuestros atacantes remotos, escondidos
detrás de las paredes de caña de unas treinta zancadas. Tan pronto como me caí
detrás de la partición en cuestión, Uatch rasgó el aire como un rayo. Mi
cristal probó la sangre, así como en la batalla de Mafke't. Estos sin embargo,
no eran nuestros enemigos, ¡sino los hijos de Asar! Brazos y cabezas volaban en
todas direcciones, mientras que las flechas de dos Adinu con alas apoyaron mi
asalto cayendo sobre nuestros atacantes. Una voz se escuchó en la refriega: "Por
la Fuente, ¡detén esta carnicería, hijo de Asar!". Un Shemsu acorazado
de la cabeza a los pies se presentó delante de mí, a quien le anuncié que yo no
era el hijo de Asar, sino Asar mismo, nuevamente entre los vivos para castigar
a los que lo habían traicionado.
- Entonces,
tranquilícese, mi rey, nunca le hemos traicionado, no nosotros -Dijo el Shemsu.
- ¿Es con las armas
en mano que le dan la bienvenida a su nuevo rey?
- No está en sus
tierras, aquí en E-Dilmun -Respondió- Es sólo que es poco prudente
movilizarse ahora que los Anunnaki están más inquietos que nunca.
[1] Recordatorio:
KUR-AM o KUR-AMA2, "la montaña (el Kur) del amo o del señor
(Enlil)".
[2]
Dagde , "como la montaña" en turco, o
DAG-DE5, "consejo de la morada" en sumerio. Este es
el carácter que se encuentra bajo el nombre Dagde o Dagda en la mitología
irlandesa.
[3] El
país "mítico" Punt (Punto) estaba a caballo entre Etiopía y Somalia.
Una vez más, el significado de las palabras lo confirma: en Somalia,
donde los idiomas oficiales son el somalí y el árabe, el país se llama
Puntlaand y Ard al Bunt ("tierra de Bunt" o "país de Bunt")
en árabe. Fuente: Jaillard, Pierre, Denominación de Punto, Nombres
Geográficos Junta Nacional (CNT), Referencia: 2009-CNIG-0010 / NTC. Estoy
totalmente convencido de que el nombre de Punt no sale de la Bunt árabe, sino
del sumerio BU4-NUD o Bun 'd ("el bastión de la rebelión"
o "la cuna de la luz"). A partir de este término proviene del
nombre de los Bantús de Africa. Estaba allí el dominio de los Shemsu-Ra,
los seguidores de la luz. El mismo país de Punt también fue llamado
Ta-Neter ("país de Dios") en la época de los faraones. Era el
centro de la región del Cuerno de África, una región que se llama
"Nugal", que recuerda a los Nungal, los futuros Shemsu y Urshu
egipcios. La mirra, uno de los productos reportados de las expediciones a
través de Punt, como el de la reina Hatshepsut, proveniente de Somalia o Yemen,
donde se encontraba la segunda Dilmun. Los envíos de piezas antiguas de
Egipto a la tierra de Punt también implican la presencia de numerosos metales
preciosos; es Etiopía, en efecto, ya que tiene importantes depósitos de oro y
de hierro (sobre este tema ver el mapa de la minería en las páginas centrales).
- Pero ustedes
mismos están inusualmente agitados -Le contesté.
- No lo ve usted,
soldado, el Benu está de vuelta -Reanudó Dagde poniendo su mano en mi
hombro- Shemsu, Urshu, Adinu, Sukkal y partidarios de Setes harían muy mal
en no agitarse.
- ¿Qué quieres,
Benu?- Preguntó el soldado de Ra.
- Yo no pido que tus
comerciantes se unan a mí en la batalla por delante -Le contesté
sarcásticamente- Sino más bien que bloqueen Kem-Ur si los Anunnaki se desplazan
a nuestra ofensiva para ganar los flancos de Ara (Arabia) o Sabba.
- Sabes que no
podemos detenerlos en su casa, en Ara, pero sólo en las orillas de Sabba.
Si no quieres verlos desplazarse más al norte, tus Shemsu-Heru deberán contener
las costas de Sti (Nubia).
- ¡Está
previsto!
- Entonces no nos
necesitan, Mesi-Asar (la semejanza generada de Asar).
-... Y ustedes
podrán ocultarse en sus túneles, cerrando la gran puerta de metal detrás de si
mismos, mientras que sus hermanos libran batalla... -Añadí.
La lucha sangrienta
que habíamos tenido que librar produjo que una parte de las cajas de madera
traídas desde el desembarco fueran destruidas. Todo tipo de productos se
extendieron sobre el suelo. Mi ojo fue capturado por unas piedras azules. Yo
barrí el polvo con los pies para ver con más claridad. Siguiendo la pista
de estos minerales, del color del cielo de Nut, descubrí varias cajas grandes
apiladas más allá. Dagde comprendió mi sorpresa y tomó la iniciativa rompiendo
una con su poderoso martillo. Miles de piedras escaparon del agujero. Me senté
en cuclillas para tomar unas pocas, vi que era Khesbet (lapislázuli).
- ¿Qué hacen estas
piedras azules de Kalam aquí?
- Los sacerdotes de
Itemu-Ra las utilizan para sus objetos votivos, y simplemente se las
proporcionamos.
- Te ordeno, que
estas piedras, no las lleves jamás a través de Kem-Ur, ¿comprendido?
- Comprendido, ¡pero
se va a poner en contra de sus mayores Itemu y Her! Usted tendrá que ver
esto directamente con ellos. Nosotros ofrecemos estos productos mientras
exista la demanda en su tierra... Las piedras azules de la región de Zagin
(Asia Central), que se encuentra al este de Kalam (Sumeria), son una nueva
moneda de cambio aquí. [[1]]
Debe avanzar con los tiempos, Benu.
- No te preocupes,
comerciante Shemsu, pronto ya no tendrá para satisfacer ninguna demanda. Me
comprometí gradualmente en dar lugar al clero de Asar. Sus compradores,
que reportan a Itemu-Ra, saldrán del país.
- Sólo tengo un
consejo para usted: no cometa el mismo error que su padre, que no quería ningún
cambio. Usted vio a donde ello lo llevó...
Miré hacia el
cielo. El viento soplaba más y más fuerte, mientras que un intenso
resplandor se elevaba suavemente en el horizonte constituyendo como un segundo
sol. Apunte con mi dedo advirtiendo a mis interlocutores del peligro, que era
inminente:
- Y ahí esta el eco
de Asar, la llamada de la venganza... Mientras tanto, cuento con ustedes
para eliminar a los soldados de Setes que se replieguen en los bancos de Sabba.
Si me decepcionas, voy a hacerte tragar tus piedras una por una.
Recogimos a nuestros
Sukkal y volvimos a la próspera región de Bun'd. Una simple reseña de
Kem-Ur fue suficiente. Encontré a Nebet-Hut en el lugar, armada de pies a
cabeza y dando instrucciones a mis soldados aturdidos. La agarré del brazo
y la aleje de los oídos indiscretos.
- Finalmente estas
aquí -Dijo- El Benu se aproxima y tú dejas nuestra zona sin previo aviso. Tu
madre está preocupada y me mandó a traer a nuestros ejércitos hacia el Duat.
- ¿Qué me estás
diciendo? Aset ha seguido en contacto conmigo a través de la esencia de su
espíritu. Ella sabe ahora mis planes y los aceptó. Ve al refugio; vuelve con mi
esposa rápidamente. Yo me encargaré del resto.
- ¿Cómo te atreves a
hablarme así, tú, la esencia de mi esencia? Tu inmadurez es lamentable, ¡Aset
es tu madre y yo tu prometida, tu Santa!
- ¡Tu
divagas! Ya no molestes con tu chantaje habitual.
- Tú no conoces la
iluminación, pobre rey. Estás cegado por tu madre. Esto siempre ha sido así,
tanto ayer como ahora.
- Estas intoxicada
por las piedras negras, y tu espíritu se debilita -Le contesté- ¡Entra, te
digo! Te prometo el fin de todos nuestros problemas pronto.
- Me sometí el
ritual de Seba-Mut (Puerta de la Muerte). ¿Crees que fue para ser
perdonada por mis errores del pasado? Si lo acepté, fue para encontrarte
aquí, en la carne, libre de toda mancha, y tú volverías de nuevo a mí, tú, mi
amado. Siempre estaré agradecida con tu madre por traerte de vuelta. Estoy
cansada de estar en su sombra. Ahora que me he convertido en la luz, te guste o
no, mi resplandor traerá la iluminación. El prestigio que nos concierne juntos,
abrazara a todos los países. Si no me escuchas, vas a sufrir mucho y caerás a
mis pies, lleno de remordimiento -Me regañó ella con desprecio...
Nebet-Hut retrocedió
unos pasos. Ella me había mirado fijamente con sus ojos furiosos y se
había dirigido a su nave voladora que finalmente despegó verticalmente como una
flecha. Dagde me miró con simpatía:
- Ah, las mujeres,
te dije que irritaban, pero no te permitas impresionar por la niña de tu tío.
Nuestra parada
en Bun'd duró sólo el tiempo que se tardó en hacer el plan con mis tropas allí.
Y fue en ese momento que recibimos la información más reciente sobre el movimiento
del Benu Celestial por radio. Por suerte, los vigilantes Adinu anunciaron que
no iba a golpearnos, o incluso hacernos bascular, salvo que su trayectoria sea
lo suficientemente cerca como para hacer estallar el planeta entero. El anuncio
fue hecho a las tropas de Bun'd que expresaron su alegría a través de aplausos
y ovaciones. Si nosotros tenemos esta información, nuestros enemigos
pronto la tendrán también. Tenía que actuar rápidamente.
Me reuní con mis
Shemsu-Heru, las fuerzas de los Adinu y los del clan Khentamentiu. Algunas
guarniciones Shemsu-Ra de Bun'd parecían dispuestas a unirse a la lucha sin el
acuerdo de Her-Ra. Las tropas tenían por misión retirarse hacia el Norte lo
antes posible para interceptar cualquier partidario de Setes que encuentren en
su camino. El gran ejército estaba en movimiento. De acuerdo con mi plan,
otros regimientos ya estaban en ruta hacia el Norte unos días antes.
Era el momento de
ejecutar la primera fase de mi plan. Dagde se frotó las manos. Volamos hacia el
Este de Sti (Nubia). Yo me oriente gracias a la información de Saglam, el
padre de Dagde. Él me reveló donde se encontraba el último de los que
habían traicionado a Asar. A continuación, vimos a muchas de mis tropas
desplegarse según lo acordado. La atmosfera estaba impregnada de miedo y
hostilidad. Estábamos cerca del mediodía y el segundo sol se levantó en el
horizonte, portando en su interior la ira divina de los Kadistu
(planificadores). Fuertes ráfagas de viento levantaban la arena y sacudían la
hierba alta.
Estábamos en los
territorios de Asar robados por nuestros adversarios. Cerca de allí había
una gran mina de Nebu que los soldados de Kalam habían sustraído, y es a este
depósito donde debíamos dirigirnos. Deposité a Geghu en el refugio de un
acantilado con tintes negros. No pudimos acercarnos más sin el riesgo de
hacernos visibles por el enemigo. La propiedad del traidor se encontraba a
una buena hora de marcha. Estaba custodiado por muchos partidarios de Setes,
siempre estacionados en Sti a pesar de la llegada -dramática- del Benu
Celestial. Toda la zona estaba rodeada por nuestros Shemsu y Urshu. Ellos
estaban escondidos detrás de rocas, arbustos y bajo la arena; esperaron
pacientemente a mi señal.
Un fuerte viento
había eliminado todas las nubes: el cielo estaba azul profundo. El sol
abrasaba la tierra. Caminábamos hacia nuestros enemigos cuando Dagde me tomó
del brazo y ordenó a nuestro grupo hacer silencio. Él me hizo una seña para
escuchar a lo lejos: se oyó el silbido de Arit-Kheru (ojo de los sonidos). ¡Un
gemido agudo y constante como el coro de mil mujeres en parto! Sabíamos que el
ruido se amplificaría hasta volverse insoportable.
Después de una hora
de caminar, nuestro grupo había llegado al final de su ruta. Nos acercamos a un
conjunto de acantilados oscuros; el campo del delincuente estaba a los pies en
de la entrada del valle. Tomamos nuestros dispositivos de visión de
aumento. Dagde me mostró dónde estaba la mina de Nebu. Otros pozos se
hundían aún más en el suelo:
- Esa es la mina de
Teri. Mira, están utilizando a los Dengu (pigmeos) como esclavos. En mi
época, cuando yo dirigía las minas de Asar, los Dengu trabajaban para nosotros
sin restricciones. Son tan pequeños que pueden pasar a través de los tubos
estrechos y romper las venas de cuarzo duras. A cambio, los Adinu protegían sus
territorios de los enemigos de la Luz. Hoy en día, debido a la división entre
los Nungal y sus hijos, demasiadas tierras de Asar están bajo el control de
nuestros oponentes. Los Dengu de Bun'd se liberan a sí mismos, y los que
son capturados se convierten en cautivos. Muchos se refugiaron en los bosques
de Kankala (África). Observé que el grupo salió de la tierra, subían a la
superficie las piedras que luego se molían en molinos por las mujeres Dengu que
se veían cerca del primer hoyo. El polvo recogido era extendido luego sobre
losas inclinadas. Las mujeres se encargaban a continuación de correr el agua
sobre ellas para obtener el brillo del Nebu. ¡Este maldito Nebu volvió a
los Anunnaki definitivamente locos!
- Sí, esto no es
nuevo, y tenemos la suerte, tú y yo, de no tener que soportar el KI (3D). Ha
llegado el momento, mi amigo, de recuperar nuestras propiedades y de liberar a
los Dengu y a todos los asesinos de Asar que están bajo sus
dominios. Vamos a cumplir con el plan previsto. No estoy seguro de si
podremos volver a comunicarnos en las próximas horas. Buena suerte mi amigo.
- Yo me ocuparé de
liberar a los Dengu -Dijo Dagde- Y luego voy a estar a tu lado. Mi martillo no
se quebrara.
A continuación, un
gran muro circular de piedra protegía las casas enemigas, algunos de las cuales
tenían forma de huevo. Muchas personas podrían permanecer aquí: siervos,
esclavos, soldados, trabajadores... Me incorporé para ser visto por todos.
Uatch dejó su vaina y se iluminó como el Benu Celestial. Mis tropas se
levantaron para la emboscada y, con un gesto de mi cristal, di la señal para el
comienzo de las hostilidades.
En ese momento,
nuestros cinco Sukkal-Adinu, armados con sus arcos y flechas, se precipitaron
en el vacío, y tomaron vuelo hacia la fortaleza de Teri. Apenas tuve tiempo de
volver la cabeza y Dagde ya se había apresurado hacia nuestro objetivo.
Descendimos por la pendiente, arrastrando malezas y arbustos a nuestro paso.
La tierra tembló bajo los pies de los guerreros de la Luz. Los sitiados
fueron presa del pánico, pero muchos de ellos se precipitaron contra esta
enorme masa, cuya misión era aplastar todo a su paso. ¡Tuvimos que golpear
duro y rápido!
Los Anunnaki
vinieron del norte y corrieron a la defensa de los sitiados. Había más
compañeros de Setes de lo esperado: esta mina de Nebu fue una de las más
importantes de Sti. Volando sobre el combate, los Sukkal disparaban sus flechas
en el polvo que se levantaba. La puerta de la muralla Este había cedido ante la
presión de los carneros de madera, permitiendo a nuestros soldados atacar el
lugar con la fuerza de una tormenta de viento. Nuestro grupo había adoptado una
trayectoria paralela a la de la estrella loca, y el brillo de esta cegaba a nuestros
enemigos. Las quejas del Benu Celestial se convirtieron, por su parte, cada vez
más agudas y dolorosas, sembrando confusión entre nuestros oponentes que
finalmente se dividían.
Dagde barrió con su
arma una serie de adversarios recalcitrantes y se nos unió en el corazón de la
batalla. Sus pigmeos tomaron parte en los combates en la estela del coloso.
Llevaban lanzas Shemsu que Dagde había roto en dos. ¡Todos estábamos allí
para vengar la causa de Asar! El desorden era extremo. A pesar de la
llegada de nuevos combatientes enemigos, la victoria parecía segura. Uatch
tallaba a través de la carne Anunnaki. Su rugido amenazador se mezclaba con el
del Benu. Progresando en el tumulto, yo estaba en busca del Neferu traidor, en
parte responsable de la división entre los seguidores de Asar y los de Ra. A mi
alrededor, los compañeros de Setes cayeron uno por uno ante nuestros golpes
vengadores.
Me colé en los
apartamentos del maestro de la región. Estos contenían una riqueza inimaginable
proveniente de Kemet, de Sti, de Bun'd de E-Dilmun y de Kalam. Ellos fueron
escenario de dispersos combates. Entonces accedí al patio lleno de
palmeras; estaba inquietantemente tranquilo. Después de buscar en todos
los rincones del patio, encontré a una persona con la piel blanca escondida en
una de las cajas. Él estaba asustado y olía a orina. Yo lo levanté. Sus ropas
me indicaban que yo estaba en presencia de un sujeto con poder, pero parecían
demasiado estrechas para él, y el individuo lucía una barba, mientras que
ningún sirviente la llevaba. Y de repente tuve una visión. Una visión de Asar
de un pasado lejano, como el que me había cautivado durante mi encuentro con
Saglam, el rey de los Neferu. Vi a este individuo con Saglam en Ta-Ur, el
entonces guardaespaldas de Asar. Ambos eran muy familiares... Mi padre también
los conocía...
Así que pensé que
era el que estaba buscando, pero tenía más bien un tamaño medio de Shemsu, no
el de un Neferu como yo esperaba. El baúl contenía piedras azules de Kalam. Yo
le pregunté qué eran estas piedras y de dónde venían. Dijo que no lo sabía, que
se trataba de meras piedras. Le cuestioné a sobre su amo, y él dijo no saber
dónde estaba. Tomé a este extraño por el cuello y lo empujé en la dirección de
los combates. Se puso de pie curvado y protegiendo su rostro. El choque de las
armas había disminuido; nos habíamos convertido en los dueños del campo. Dagde
no estaba lejos y le hice un gesto que se apurara, lo cual hizo, acompañado de
varios pigmeos. Les pregunté:
- ¿Alguno de ustedes
habla Re'enkemet (egipcio)?
Uno de los Dengu
(pigmeos) vino hacia mí:
- Yo; es un idioma
que hablo.
La pequeña criatura
me miró con cuidado de pies a cabeza con una mirada asombrada. Finalmente
añadió:
- Se dice que es
usted.
- ¿Yo? -Le respondí.
- Sí, Asar, nuestro
creador. Que volvió del reino de las sombras a través de la montaña blanca del
Norte. Durante mucho tiempo hemos orado para que usted venga a rescatarnos.
- Sí, soy
yo... Me desperté de entre los muertos.
El Deng [[2]]
luego se dirigió a sus compañeros. Exclamaciones de alegría se elevaron y
una docena de manos pequeñas comenzaron a vagar por todo mi cuerpo. Sus ojos
estaban llenos de felicidad. Le pregunté a Dagde con la mirada, sin entender
cómo estos seres humanos podían saber que Asar estaba muerto. El hijo de
Serkit respondió:
- Los Dengu fueron
creados por Asar hace ya mucho tiempo. No sabemos qué tipo de relación
tenía con ellos, pero en la época que administré las minas de Sti, los Dengu de
la región de Bun'd se habían ofrecido naturalmente a colarse en las
proximidades.
- ¿Conoces tú a este
individuo? -Le pregunté a Deng.
- No. Pero yo sólo
trabajo aquí desde hace diez lunas. Yo fui tomado por la fuerza de mi bosque.
El Pigmeo luego
discutió con sus hermanos.
- Es inútil, señor,
estos Dengu no saben nada, estos son de poca importancia -Me dijo el siervo
barbudo.
- Y tú, ¿no eres uno
de los criados de esta minería? -Le pregunté- ¿Crees que tu destino es
mejor que el de ellos?
- Yo estoy al
servicio de mi señor, mientras que ellos son sólo raspadores de inmundicia y de
la piedra.
- Tienes una lengua
afilada para un simple siervo que ni siquiera sabe donde está su amo.
El enano que había
hecho el punto con sus hermanos terminó diciendo:
- Es el señor de este
campo, él es el líder. Tres de mis hermanos lo han visto supervisar la obra y
dar latigazos porque no iban lo suficientemente rápido.
Me volví hacia el
extraño siervo cuya piel blanca consistía en una fina capa de escamas.
- Bueno, ¡eres tú!
-Le grite.
- No, sólo soy el
siervo, Señor. Mi amo me ordenó comandar la cosecha del metal precioso y
golpear a los raspadores de piedra.
- Y por lo tanto tú
eres un antiguo Shemsu. Tu apariencia es la de un Nungal del Este, cuya
protección está garantizada por mi mayor Her-Ra. ¿Qué haces entre los
siervos de esta mina?
- Yo... tengo que
pagar una deuda.
Este pequeño juego
no me gustaba en absoluto. Vi pasar a un Neferu sosteniendo un leopardo
domesticado con una correa. Con una señal de mi mano, le indiqué que se
acercara. El animal posó amigablemente sus patas sobre los hombros del
traidor, reclamándole caricias.
- ¿Qué quieres tú,
estúpido animal?! -Gritó, con la esperanza de seguir buscando persuadirnos.
- ¡Es realmente el
traidor! -Dijo Dagde- ¡Permítame moler sus huesos, señor Heru, en tu
nombre, en el de mi padre Saglam y en nombre de todos los Neferu!
- No, no depende de
nosotros hacerle pagar por todo esto, mi fiel amigo, a pesar de que mi enojo se
une al tuyo. ¿Te das cuenta de que no es un Neferu, sino un antiguo Shemsu-Ra?
En su misericordia, tu padre eligió ocultar la identidad del traidor y echar la
culpa a un Neferu en lugar de tener que admitir el origen del tercer perjurio.
- Pero ¿por qué mi
padre hizo esto? -Preguntó Dagde.
- Te darás cuenta
pronto, mi amigo...
- Tengo el corazón
triste, joven Heru -Dijo Dagde.
- Yo también, pero
no por mucho tiempo. Vamos a reparar el daño que se ha hecho, tráeme pronto una
estaca y una cuerda gruesa.
Tras estas palabras,
el hijo de Serkit rápidamente encontró lo que le pedí. Sin soltar al traidor
por el cuello, lo arrastré fuera. Luchó y lloró de rabia:
- ¡Tú no sabes con
quién estás tratando, bastardo! Tu padre no quería ningún cambio, soñaba
con un mundo sin guerra, a excepción de que debería haber compartido sus
riquezas con sus adversarios; pero prefirió desafiarnos para convertirse en el
único propietario de las minas de Nebu que los Anunnaki necesitaban. Si
eres Asar de entre los muertos, debes reconocerme.
- Pero si yo se muy
bien quién eres, eras tú quien abrió las puertas del dominio de Ta-Ur esa noche
trágica. Yo te reconocí, pero quería que reveles tu identidad, sin querer fue
finalmente tu mascota quien te denunció.
- Entonces, mátame y
termina con esto. ¡Hazlo rápido y bien!
- Bueno, sí, pero no
tan rápido como te gustaría. De todos modos, tu destino no depende de mí
desde aquella noche horrible.
Estábamos fuera. El
Benu Celestial brillaba como un fuego purificador y el sonido que producía se
hizo insoportable. Nubes oscuras se dirigían hacia nosotros. La lucha
había cesado, nuestros oponentes estaban muerto por los disparos de venganza de
mis ejércitos aliados. Tomamos prisioneros, pero muy pocos. Esta victoria
nos había costado un puñado de guerreros. Varios miembros del clero
Khentamentiu acababan de llegar. Habían crecido más rápido de lo esperado en
Kem-Ur (Mar Rojo), impulsados por los vientos favorables a nuestra
posición. Como era de esperar, los Shemsu-Heru que acamparon en el Norte,
entre Kem-Ur y Iuter-A'a (el Nilo), les habían indicado cómo llegar hasta
nosotros. Los sacerdotes estaban aterrorizados por el descubrimiento de la
magnitud de la carnicería. Yo les pedí que se alegrasen porque yo iba a
devolverles la mina, así como todas las áreas que se reanudarían en las
próximas horas. Los sacerdotes me indicaron que habían visto las naves
enemigas en llamas en el sureste, a lo largo de la costa de Sabba y
E-Dilmun. Entonces les respondí que todo estaba perfecto y que podíamos
agradecer a los Shemsu-Ra por su ayuda desafiando la autoridad del gran Ra.
Dagde regresó con
una enorme estaca que blandió orgullosamente. Le pedí que la plantarla en el
medio del patio de la fortaleza. También ordené que la puerta que había sido
forzada sea más o menos reparada y cerrada. Después pedimos a nuestras
tropas dejar las fortificaciones y esperar fuera. Aparte del clero de
Asar, nadie entendía lo que estaba pasando. Dagde preguntó acerca de mis
intenciones, a lo que respondí:
- Yo utilizo la
misma regla que en Ta-Ur, cuando regresé la región de Asar a los sacerdotes
Khentamentiu. Es una práctica mágica de mi madre que consiste en invertir el
sentido de una acción pasada para repararla.
Dagde, el pequeño
grupo de Dengu, el traidor y yo estábamos en el patio principal de la fortaleza.
El clero de Asar estaba a nuestro lado. Los soldados se impacientaban en el
exterior y podía oír el aumento de las voces interrogativas. Le ordené al
perjurio abrir la puerta de madera del dominio de Teri. Se negó. A mi
petición, los Dengu trabaron al traidor Shemsu y lo empujaron hacia la puerta
que finalmente se abrió bajo la restricción de una lanza. La puerta crujió y se
abrió hacia el exterior. Inmóvil y asustado, el traidor se enfrentó
confundido a un ejército. Exigí que nadie se moviera. Entonces yo
hablé desde lo alto de las murallas, mientras que Dagde ataba al delincuente a
la estaca:
- Amados Shemsu y
Urshu del Oeste, del Este, del Norte y del Sur. Preciosos Adinu,
Neferu-Dogan y Shemsu-Heru. Estamos todos aquí en este glorioso día. Todos los
hijos de Asar y sus hijos también están presentes. Ha llegado el momento de la
venganza. Después de salir de la mina, vamos a ir por el campo recuperando las
regiones de Asar que fueron saqueadas ante nuestros ojos. Pero antes de que
nuestra marcha valiente y liberadora vaya hacia el norte hasta el muro blanco
que marca la frontera con Mehti (Delta del Nilo), les voy a pedir a todos los
guerreros de Ra así como a los Neferu-Dogan y a los Shemsu-Heru que den un paso
adelante y se preparen para invadir la propiedad fortificada de Teri. El
Shemsu-Ra que se ve bien sujeto a la estaca plantada en el patio, ¡esta atado
como lo estuvo Asar el día que fue entregado por tres individuos para luego ser
sacrificado! Estuvimos buscando por mucho tiempo el tercer perjurio, que
hasta ahora nos evadía. Aquí es donde se escondía, bajo la protección de
los partidarios de Setes y disfrutando de todo este lujo. ¿Ahora se preguntan
por qué hemos creído hasta ahora que estos tres traidores eran Neferu? El hecho
es que se trató de una forma de preservar la paz entre los diversos Shemsu y
Urshu de Asar y Ra. Si el clan Khentamentiu había sabido que uno de los
delincuentes era un Shemsu-Ra, ¡esto habría provocado una guerra total entre
los Nungal, y los partidarios de Setes nunca han ganado su batalla contra
'Nki-Asar! Resultó más sabio cargar con la culpa a los Neferu, "mal
mestizo" y con ello preservar una frágil paz entre los Nungal. Saglam, el
rey de los Neferu, el origen de esto que se convirtió en el núcleo de mi ejército,
es el único sobreviviente de los guardaespaldas de Asar. Todos los Neferu aquí
presentes lo saben. Ha sacrificado a los suyos que han sido sancionados, para
preservar la paz entre los Nungal de Sa'am (el asesinado). Es por eso que yo,
Mesi-Asar, ¡les autorizo en este día solemne a los Shemsu-Ra y a los diversos
Neferu para que entren en el campo de Teri, para desangrar con un arma blanca
al traidor que abrió las puertas de Ta-Ur a los asesinos de Asar!
Contra todas las
expectativas, los Shemsu-Ra y los Neferu se presentaron en orden y en calma
ante el traidor. Uno tras otro, los soldados hundieron sus espadas en el cuerpo
del traidor. Los primeros treinta tenían por objetivo exclusivamente los brazos
y las piernas para clavar el suplicio, y luego se completó como a un animal,
como fue el caso de Asar.
Todo se hizo en un
silencio glacial que cubría el ruido ensordecedor de Benu. Fueron varias horas
de esta ceremonia macabra, pero tan refrescante. Nosotros, sin embargo, no
podríamos esperar más tiempo. Cuando el cuerpo era una masa sangrienta de carne
y huesos, comencé a agrupar este gran ejército para comenzar nuestra caminata
hacia el Norte. Los que restaban todavía para saciar su venganza bajo la
atenta mirada de los sacerdotes Khentamentiu se unirían a nosotros más
tarde. A mi petición, Dagde tomó el mando de las tropas. Yo debía
recuperar a Geghu más al sur, a una hora a pie de donde estábamos. Reuní a los
cinco Sukkal para que me acompañen volando. Uno de ellos había roto sus alas de
madera, y entonces le pedí que vuelva junto al hijo de Serkit.
Mi pequeño grupo
había salido de la mina de Teri. Todos nos pusimos en marcha, y luego corrimos
a medida que se escuchaban los sonidos distantes de lucha. Estábamos en
una carrera contra el tiempo en busca de mi nave. A los pocos rezagados
que nos estaban retrasando, los he sacudido para que aceleren el
paso. Geghu estaba esperando pacientemente por nosotros en la palma de la
montaña y cuando nos deslizamos dentro del aparato, la cabina brillaba en la
oscuridad como el ámbar estrellado. Tomé el control y despegué a la
velocidad del rayo. Sentí que estábamos retrasados en mi plan y yo estaba
ansioso por observar la progresión de mis tropas desde el cielo y cómo los
combates tuvieron lugar.
Había puesto mi
radar en marcha. El espectáculo no era el que yo esperaba; los fieles de Setes
no se retiraron todos a Kalam y a las montañas del norte. Varios grupos de mi
tío se enfrentaron contra nuestros Shemsu-Heru y otros, en el suroeste de
Kemet, lucharon contra el clan Khentamentiu. La mayor parte de mi ejército
no era lo suficientemente rápido, la venganza contra Teri nos había retrasado
considerablemente. La recuperación de nuestras tierras no se llevaría a
cabo con la misma facilidad como se esperaba...
El Benu Celestial
ahora dominaba el horizonte. El polvo y las columnas de humo subieron al
cielo, indicando los diferentes sitios de combates. Su fuerte inclinación
nos mostró que fueron barridos por los rabiosos vientos. Los superábamos en
número, pero nuestras tropas estaban demasiado dispersas. Hubo una gran
confusión en los diferentes lugares; Setes no estaba impresionado por el Benu,
al menos por ahora. Al Este, el azul profundo de Kem-Ur se destacaba por
la tierra bordeada de palmeras; los navíos brillaban en las costas de Sabba y
E-Dilmun. Los Shemsu-Ra fueron de gran apoyó. Sin embargo, recientemente,
barcos enemigos pesados zarparon de las costas de Ara a pesar del mar
tempestuoso acercándose a las costas de Sti y Kemet. Geghu estaba armado
hasta los dientes, aproveché esta ventaja para atormentar a las naves enemigas
que representaban un blanco fácil. Geghu se inclinó hacia la derecha para
navegar hacia el mar interior y las costas de Ara, no lejos de la frontera de
Sabba. Los cuatro Adinu-Sukkal que me acompañaban se aferraron a sus
asientos. Señalé con mi brazo a tres grandes buques equipados con velas y remos
que embarcaban numerosas tropas. Un primer misil fue disparado, que escupió
llamas y humo negro. Dos Tian (flechas del cielo) Anunnaki nos dieron caza.
Tire de los comandos de Geghu para ganar altura. Al llegar a la estratosfera,
destruí uno mientras que el otro seguía nuestra búsqueda.
Recibí en ese
momento un mensaje de radio de mi hermano Sabu que mandó nuestras fuerzas al
norte de Kemet. La noticia no era buena, nuestra sede real fue atacada desde
todos los lados como en el momento de mi nacimiento. Los Shemsu-Heru
presentes en la colina de Dep habían sido enviados alrededor del escudo
protector y formaron un muro impenetrable que llegaba hasta el muro blanco de
Mehti (Delta). Era Setes mismo quien dirigía la lucha contra el escudo de
Bit-Ra-Hem, tratando de debilitar nuestros pilares de energía y crear una
grieta para engullirla. Her-Ra finalmente había tomado parte en la batalla,
pero en el cielo y en la tierra, la lucha parecía incierta. Sabu también
me informó que dos pilares habían dejado de funcionar, y que el escudo se
rompería si un tercero fallaba. Era importante recuperar el norte del
país, lo más rápidamente posible para echar una mano a mi familia. Pensé en
Aset; ¡sobre todas las cosas no debe pasarle nada a ella!
Mi radar me dijo que
cuatro Tian Anunnaki nos daban caza. La situación era desesperada. Al estar en
el límite de la estratosfera, no estaba seguro de poder controlar mi
dispositivo con tantos enemigos a mis talones. Decidí huir en picada a través
de los barrancos de Sti. Descendiendo a toda velocidad, Geghu fue atacado por
todos los frentes. De repente, uno de los dispositivos enemigos explotó,
seguido de un segundo. Mi detector indicó la presencia de diez naves
desconocidas que perseguían a mis agresores. Una lengua extranjera sonaba en la
cabina; uno de los Sukkal nos silenció para terminar diciendo:
- Son los Imdugud,
enemigos de los Anunnaki. Vienen a ayudarnos.
Nuestra sorpresa fue
total. Una segunda voz se escuchó, hablando esta vez Re'enkemet (egipcio):
- Nosotros estamos
asistiendo, al que despertó de entre los muertos, con armas robadas a nuestros
progenitores Kingu. El acceso al Norte esta abierto. Vaya rápido si desea
rescatar a su familia.
Nos enfilamos hacia
el norte a una velocidad que superó con creces la velocidad supersónica. Esto
sin duda decepcionó a Dagde que tuvo que vernos partir cruzando la barrera del
sonido. En esta ocasión no podría apoyarme. Un espeso humo negro se elevaba
desde diferentes puntos hacia el cielo. Las batallas terrestres eran cada vez
más vigorosas a medida que avanzaba hacia Nashareth. En todas partes reinaba el
mayor desorden y varios barcos brillaban en el gran río. La velocidad a la
que el humo y el polvo fueron arrastrados a bordo del Iuter-A'a (el Nilo)
indicó que el viento soplaba muy fuerte. El cielo estaba derramando
lluvias torrenciales y el río comenzó a hincharse y a
desbordarse. Escombros de todo tipo estaban volando de aquí para allá. La
aproximación del Benu Celestial estaba provocando un huracán terrible. Una luz
cegadora y casi sobrenatural provenía del astro de la perdición. Muchos árboles
ardían - ¿fue a causa de los combates o del aliento de Benu? Ordené por radio a
Sabu no ceder y asegurar que nuestros soldados mantengan sus posiciones. El
Benu Celestial estaba justo por encima de nuestras cabezas; ¡él era nuestro
aliado! Teníamos que golpear duro y no dar tiempo al enemigo para tomar
coraje. En algunos lugares, el suelo estaba cubierto de montones de cadáveres
como árboles arrancados. Visto desde arriba, era difícil saber a qué lado
pertenecían, sobre todo los que estaban hacia el Este. El barro lo hizo aún más
difícil.
Cuando llegamos a
divisar la sede real, vimos que Bitra-Hem estaba sumida en una oscuridad
lúgubre. El escudo se encontraba todavía en actividad. Sobrevolamos por la gran
muralla de energía que llegaba al canal principal. La lucha era
interminable. Donde la lucha era más feroz, los ejércitos tomaron la
forma de enjambres de moscas. El espectáculo era terrible. Estandartes de
halcones y lobos flotaban como hojas en el viento, indicando que nuestras
tropas salieron victoriosas. Desde el cielo, descargamos, a nuestras
tropas, todas las armas de metal que teníamos en nuestro poder. Los Sukkal
entonces me pidieron que los colocara en una colina, desde donde iban a revisar
la manera de atacar antes de volar hacia el caos, armados con arcos y muchas
flechas. Les aconsejé equiparse con espadas, los dejé en una de las
colinas donde solía soñar despierto cuando era más joven. En el exterior,
el ruido era terrible, y el asedio continuaba sin cesar a pesar de
todo. Había sin embargo ubicaciones donde algunos partidarios de Setes
mostraban un comportamiento desordenado. Vimos algunos que abandonaron sus
posiciones y huyeron de las zonas de combate, en vista de lo que el cielo les
reservaba.
El escudo de
Bit-Ra-Hem finalmente cedió. Una nube de flechas subió al cielo para caer sobre
nuestros soldados. Algunos partidarios de Setes cruzaron el muro armado que
formaban las fuerzas de nuestra coalición. Geghu se posó en una catástrofe en
medio de los combates, cerca de varias divisiones de Shemsu-Heru. Salí de la
cabina a la velocidad del rayo. El sonido que emanaba el Benu Celestial era
totalmente aterrador, que iba desde los más agudos a los más graves produciendo
un zumbido atroz. Brillaba más que nunca, y su tono parecía el de la sangre.
Estaba rodeado de un halo de espesor y se escapaban llamas listas para lamer la
tierra que parecía dislocar desde todos los lados. Yo estaba a los pies de
Bit-Ra-Hem, a la altura de los combates. Desenvainé a Uatch. Una lluvia de
flechas voló por encima de mi cabeza. Ataqué furiosamente a los
adversarios que se presentaron ante mí con grandes golpes de mi espada. Todo
nuestro alrededor estaba lleno de combatientes caídos. Yo no podía escuchar
ningún sonido, ningún grito, solo el rugido constante de Benu, que se convirtió
en Arit-Kheru (ojo de los sonidos), era ensordecedor. Mis soldados trataron de
hablar conmigo, pero sus voces fueron sofocadas. Fue en ese momento que vi la
Na'arb de Her-Ra iluminarse en el cielo, y un rayo que transportaba a el gran
Ra y a su grupo de guerreros.
Pero Setes apareció
de repente, como salido de la nada, directo hacia mí. Llevaba una brillante
armadura. El enfrentamiento fue brillante, él golpeó duro con su espada de
Ba'al-en-Pet (hierro del cielo), una sustancia que repele el calor del Gírkù.
La ira de mi tío estaba en su apogeo, y ella parecía rivalizar con el rayo
destructor. Sus ojos parecían de color rojo, pero tal vez solo era el
reflejo de los rayos del Arit-Kheru. Con la otra mano blandía un látigo cuyo
extremo estaba constantemente tratando de caer sobre mi carne. Sus movimientos
eran fluidos y su sonrisa sádica. Su espada cayó con precisión sobre mi cristal
enfriándolo. Esquivé lo mejor que pude los golpes del látigo, pero Setes
era ágil, parecía haber repetido su lucha miles de veces. Recibí un golpe en el
rostro, que arrancó mi ceja derecha hiriendo cruelmente mi ojo.
Estaba atrapado con
la guardia baja. La gemela de Aset no me había preparado para este tipo de
lucha, ¡pero yo sólo estaba preocupado porque había observado a Setes utilizar
el látigo en el Kidul (mancha oscura) en el corazón de Bit-Ra-Hem, sin recordar
la lección! La herida era profunda - yo estaba sangrando mucho. Traté de
esquivar los ataques como me había enseñado mi maestra de armas. Los
movimientos de Setes eran rápidos. Se regodeó mientras hablaba para distraerme,
pero yo no podía oír nada ya que el sonido del Benu era muy fuerte. Mi
lesión me hizo sufrir horriblemente. Pero pronto comprendí el punto débil de su
táctica: el brazo que sostiene el látigo se estaba moviendo mucho más
lentamente que el que manejaba la espada. Luego cambié de repente el ritmo que
había adoptado para evadir el látigo; dos pasos rápidos y eventualmente Uatch
partió la correa de un corte. Setes y yo estábamos ahora en igualdad de
condiciones. Parecía estar entrando en pánico porque no había previsto mi
astucia. Su espada comenzó a circular en el aire. Mantuve mi guardia
elevada como me habían enseñado. Cada uno de sus golpes fue firmemente
rechazado. El arma que mi oponente estaba cortando el aire caliente.
Siguió avanzando obligándome a retroceder, pero mi buen ojo me permitió prever
todos sus movimientos.
La oscuridad se
había disipado nuevamente bajo el resplandor de los dos soles. La lucha
parecía haber cesado a nuestro alrededor. Shemsu y Urshu de todos los
clanes se volvieron atentos al duelo que se desplegada. Sin más partidarios
Setes no parecía detenerse. Vi brevemente a Her-Ra, que estaba acompañado por
unos cincuenta reales Babbar (albinos) con las miradas neutras. Luchamos en un
campo estrecho, los soldados nos rodeaban por todos lados. Her-Ra hizo
señas a los guerreros para que se abrieran y así darnos espacio. Sabu
apareció entre los espectadores y parecía muy preocupado. Sabiendo que era
observado por el gran Ra, la agresividad de Setes redobló su intensidad. Probablemente
pensó que si él salía victorioso de este duelo, Her-Ra evitaría que los
seguidores del Oeste y del Este se abalanzaran sobre él. ¿Pero podía estar
seguro? Todos estaban nerviosos, algunos tenían la mano cerrada sobre el
mango de sus espadas, como listos para saltar.
Her-Ra no estaba
lejos de mí, casi pude sentirlo. La luz era tan brillante que vi como iluminó
brevemente su cara perfectamente. Su ojo izquierdo estaba ligeramente más
claro que el otro, el testimonio de una antigua lesión hoy reparada. Un
detalle volvió a la mente. Era una vieja historia que Aset me había
contado cuando era un niño. En la defensa de Bit-Ra-Hem, y mientras la Reina
del Trono estaba a punto de darme a luz en su corazón, mi mayor había perdido
un ojo durante los combates aéreos. Su nave fue golpeada por el enemigo y
salió herido, y tuvo que continuar la batalla en ese estado. Fue Nammu quien lo
trató después de los combates. Extraño destino que me encuentro en una
situación similar a la suya. No hay dudas de que pensaba lo mismo... Setes
lo había comprendido, y él se había dado cuenta de que si perdía su duelo,
Her-Ra no haría nada por él, especialmente cuando su secreto es ahora conocido
por mi tío: ¡el gran Ra es apoyado por los peores enemigos de los Anunna, los
Kingu-Babbar! El espíritu de Setes se había hundido en la confusión y un
extraño pánico parecía haberlo invadido. Este fue el momento en que una lluvia
de fuego y pequeñas rocas incandescentes cayó sobre nosotros. El aire se volvió
asfixiante. Estábamos en la cola de Arit-Kheru. El ruido se hizo más
ensordecedor que nunca, pero no era peor que las heridas que nos habíamos
infligido. Estábamos todos doblados bajo el peso de esta abominación. Setes
deseaba aprovechar este momento para escapar arrastrándose, pero los Shemsu lo
detuvieron. Entonces hice señas a Ra para que se me acercara y pedirle un
favor. Setes todavía estaba luchando; fue dominado por dos Shemsu-Heru y
uno de ellos tomó su arma. Yo no quiero comunicarme por el pensamiento con
mi mayor y este último tampoco. Señalé con un vistazo a uno de sus Kingu con
interés de escuchar mi petición. El oído del Kingu quedó delante de mi
boca, y le transmití el siguiente mensaje: "No tenemos tiempo para
evacuar el campo de batalla a través de los canales habituales - todos nos
vamos a quemar. Pide a mi mayor que su rayo nos transporte de toda esta
agitación hacia el subterráneo de Gigal. Voy a terminar mi tarea allí, bajo la
mirada de todos." El Kingu reporto el mensaje, con la espalda
encorvada. Estábamos todos encorvados bajo la lluvia de piedras brillantes. De
repente, Her-Ra miró hacia su Na'arb, sus potentes ojos atravesaron el viento
y las piedras de fuego para teletransportar a todos los individuos - en
grupos - hacia el primer sótano de Nashareth. Todos nos encontramos
alrededor del Lago de los Urenes donde se encontraban los Abgal. Nuestros
oídos todavía silbaban dolorosamente.
Una parte del pueblo
de la Reina del Trono estaba presente, pero el grueso de la gente todavía
estaba escondido más abajo. Estaba rodeado de los míos y de mis soldados.
Estos últimos estaban agotados, cubiertos de barro y sangre de nuestros
enemigos. Her-Ra estaba allí con su ejercito real armados hasta los dientes.
Éramos varios miles. Los habitantes de la Duat salieron de sus trincheras.
Saglam, el rey de los Neferu, también estaba presente, rodeado de varios de sus
Dogan. Mi ardor se encontró renovado. Finalmente vamos a tener nuestra
compensación. Una gran ira me envolvió y tuve el deseo de terminarlo
inmediatamente:
- Acabemos de una
vez por todas- Le grité.
- Sí, quiero
traspasarte una ves mas mi espada -Fue la respuesta Setes.
- ¡Todos habrán
notado que finalmente acabas traicionando! ¡Pero yo esta vez no te haré atar
como a un animal, y tendrás que luchar para ser el ganador!
Uno de los Abgal
salió del lago para pedirme que no haga nada. Los soldados miraron al ser
acuático, incluyendo Her-Ra, este señalo al guerrero que llevaba la espada de
Ba'a-en-Pet de mi tío. El soldado le devolvió, febrilmente, la espada a
Setes. Impulsado por la energía de la desesperación, mi tío se levantó y corrió
hacia mí, con la espada en la mano. Su arma escindió el aire y cayó con
precisión sobre Uatch. Entonces me armé de valor para olvidar mi dolor. ¿Que
era esto en comparación al sufrimiento que había conocido en mi vida anterior,
cuando la persona que estaba delante de mí había abierto mi
pecho? Utilizando toda mi voluntad, esquivé los ataques y me lancé a su
vez hacia adelante. El choque fue terrible, el sonido de nuestras armas
hicieron un eco a través del enorme subterráneo. La lucha sería decisiva.
Mantuvimos nuestras cabezas mirándonos cuidadosamente. Evité los golpes
mortales manteniendo la guardia alta y cambiando rápidamente de
lugar. Setes se cansó rápidamente, sus golpes comenzaron a estrellarse en
el vacío. Su frente estaba cubierta de gotas de sudor. Las limpiaba con el
dorso de la mano, mientras me maldecía con diferentes nombres. Reanudé mis
ataques acelerando el ritmo. Mis ataques se hicieron cada vez más pesados
y precisos mientras lo golpeaba. Su espada procedió entonces a vibrar
fuertemente hasta el punto de su ruptura. El la miró, aturdido; en su mano no
tenía más que un fragmento. Entonces Setes me agarró, listo para hundirme
el fragmento de la hoja en el vientre. Tomé su brazo y lo obligue a rodar
por el suelo. Nuestro duelo viró en un cuerpo a cuerpo. Finalmente le
propiné un cabezazo en el rostro para liberarme de su agarre y me enderecé en
una fracción de segundo, presionando a Uatch sobre su garganta. Setes
finalmente estaba a mi alcance: su arma rota yacía en el suelo, y su cuerpo
estaba en tierra. Su mirada estaba fija, él sabía de mi
misericordia... ¡Todos me gritaron que lo termine! Mi enojo estaba en su
apogeo y yo estaba ebrio de venganza; levanté a Uatch para dar el golpe. Pero
un pensamiento surgió en mi mente, me hizo desviar mi golpe de gracia para
terminar entre sus muslos. El Señor de los Anunna lanzó un aterrador grito de
dolor. Entonces yo hablé con las siguientes palabras para justificar mi acto:
"Nunca violaras a ninguna persona y no procrearás otros traidores en el
más allá. Te llevaré ante la Reina del Trono para que asista en persona a tu
muerte".
La multitud estaba
petrificada. Tomé a Setes por el cuello y lo arrastré por varios pisos. Su
sangre se extendió en el suelo, formando un sendero que todo el mundo podía
seguir. Mi tío estaba llorando de dolor como un niño. Sus quejas y sollozos
resonaron en los pasillos. Los que a veces se mezclaban con gritos de rabia.
Saglam, Her-Ra y Sabu nos habían seguido en silencio. Los apartamentos de Aset
eran custodiados por varios Shemsu-Hut-Heru (Shemsu de Hathor). Con un gesto de
la cabeza, les sirvió para que me dejen acceder a la residencia real. Entramos;
Aset y Nebet-Hut estaban allí, sentadas, prácticamente pegadas una contra la
otra, totalmente asustadas. Sus ojos ardían y sus cuerpos estaban tensos.
Ambos tigres pululaban con un rugido enojado. Los sonidos de la tierra que
retumba y los vientos feroces resonaban por todas partes, demostrando un caos
terrible en el exterior. La Reina del Trono sostenía con una mano su
vientre redondeado. Ella portaba nuestros hijos - nuestros gemelos. [[3]]
Setes no pudo dejar de notarlo y gritó con enojo. Entonces yo le hablé a la
gran esposa real:
- Mi esposa, aquí
esta el engañoso a tus pies. Uatch no se hundirá y espera tu bendición.
¡Que el pasado encuentre aquí una reparación definitiva!
El rostro de
Nebet-Hut se encendió; se levantó de repente y señaló con el dedo a Setes:
- ¡Hazlo, Heru!
Acabémoslo de una vez, y todos nuestros problemas terminaran.
Mi brazo ya había
subido, pero Aset parecía preocupada. Se quedó mirando a la pequeña hija de
Setes:
- ¿Tú, mi hermana?
¿Cómo puedes decir una cosa así?
- ¡Mátalo! Te
lo digo, o será la ruina para todos nosotros -Rugió Nebet-Hut.
- Ninanna, carne de
mi carne -Respondió débilmente Setes a su nieta- ¿Tú me traicionas una vez más?
Nebet-Hut estaba
fuera de sí, ella se acercó a mí y trató de arrebatarme el cristal de mis
manos:
- Si no eres capaz
de hacerlo, lo haré yo misma -Dijo ella llorando.
- ¡Detente,
hermana!- Grito Aset. Yo... Su muerte no traerá descanso a nuestros
corazones. La disputa que nos enfrentó a él, ya terminó en la humillación y la
vergüenza que lo golpean. Déjalo a su destino, rey de Kemet. Ocupémonos de
nuestros muertos y curemos tu herida. Me acabo de enterar de que tu
valentía nos permitió recuperar todas nuestras áreas, de Norte a Sur y de Este
a Oeste. Kankala (África) es libre. Si Enlil-Setes sobrevive a sus heridas,
dejarlo ir en busca de su destino en las llanuras áridas del Este y que el
pueblo de Ara lo recupere si todavía lo quiere. ¡Que la sentencia se cumpla!
Me quedé de piedra
por lo que acababa de oír. No traté de discutir y me di la vuelta, arrastrando
al condenado por el cuello. Volvimos sobre nuestros pies y de inmediato tomamos
una de nuestras Gigirlah para llevar a mi prisionero hasta Ara. Saglam y Sabu
habían querido acompañarme. El Benu Celestial estaba todavía por encima de
nuestras cabezas y su cola continuamente derramaba piedras incandescentes y un
humo negro irrespirable. Kem-Ur había desbordado, y tuve que dar un rodeo
para llegar a sus nuevas orillas, que habían borrado el diseño de las antiguas.
Esperamos que el Benu finalmente termine de lanzar su diluvio de fuego antes de
abandonar la nave. Yo a mi turno vomité de ira en una esquina de la
unidad. Setes se había dormido y seguía perdiendo sangre. Al llegar
a la orilla de Ara, vi una mula. Saglam y yo la atrapamos para atar al engañoso
en su espalda. Le di una bofetada a mi tío para despertarlo y le dije:
- Que nunca te
vuelva a ver por nuestras tierras, de lo contrario perderás la vida para
siempre. Lo haré personalmente.
Le di una palmada a
la parte trasera de la mula y empezó a galopar hacia el horizonte flanqueada
por su miserable carga. Saglam y Sabu no sabían que decir para calmarme.
La mano amiga del rey de los Neferu había aterrizado sobre mi hombro. Todos
vimos la silueta de la mula llevando a Setes alejándose de la tormenta. Sabu
finalmente dijo que dudaba que Setes pudiese sobrevivir. Saglam dijo en
conclusión que lo más importante era que Aset y yo estábamos aun con vida y que
la tierra había sido finalmente recuperada de nuestros adversarios. Con
eso, tomamos nuestra nave para volver a Kemet, acompañado por el sonido de Benu
quien finalmente pareció calmarse.
[1] 116.
ZA-GIN significa tanto "lapislázuli" como "brillante" en
sumerio. Esta palabra en ese contexto, expresa una región brillante.
La antigua Persia se compone de tierras altas donde el brillo es, al día
de hoy, excepcional. Esta es probablemente la razón por la cual el
explorador y escritor Austine Waddell (1854-1.938), a quien se debe una amplia
labor sobre el los orígenes sumerios de las colonias arianas, pensó que
Pakistán y Afganistán formaron la mítica tierra de Edén. El significado
de su homófono ZA-GIN, "el territorio del dinero" no nos sorprende
cuando sabemos que lapislázuli fue también exportado de Asia Central
(Afganistán) a Sumeria para terminar su trayecto en Egipto. Era
prácticamente el único "bien mesopotámico" que se introdujo en
Egipto. La presencia de lapislázuli en las tumbas egipcias de la época
pre-dinástica Amratian o Nagada I (entre 5000 y 4780 antes de Cristo. , y
tal vez incluso antes de eso), indica una "relación comercial" prehistórica
entre el antiguo Egipto y la antigua Mesopotamia. Esto parece
sorprendente cuando se sabe que Kalam y Kemet se dedicaron un odio feroz - a
menos que podamos diseñar una forma de economía muy antigua, iniciado por los
seguidores de Osiris, de Ra y Horus, como confirman aún más textos egipcios.
La capacidad de los antiguos egipcios para la fabricación de objetos en
oro, piedras preciosas y semi-preciosas de la época pre-dinástica puede
explicarse de esta manera. La única referencia real que poseemos hoy de esto
es el descubrimiento de la tumba intacta de Tutankamón. La tumba contenía
tesoros incomparables, mientras que Tutankamón estaba lejos de ser un gran rey.
Todas las demás tumbas han sido saqueadas hace mucho tiempo, desde las
más antiguas a las más recientes...
[2] Deng
(pl. Dengu) es un pigmeo, por lo que un enano en egipcio. La raíz de
esta palabra (sin determinante dándole el significado "pequeño"),
significa "posesión", "imperfección" o "tara".
Los Pigmeos de aquí en cuestión provienen probablemente de Etiopía, que
representa una parte de Bun'd (Punt).
[3] La
mitología egipcia nos dice que Isis-Hathor y su hijo Horus han engendrado a los
gemelos - un par de gemelos para ser más específicos. Ver también El
Testamento de ls Vírgen, pp. 172-173 y 179-180.
la labor que hacen es muy altruista, trayendo verdad a la confundida latinoamerica.
ResponderBorrarpero me quedo en la ambigueedad con ese final. en serio termina asi? con enlil en la llegua no saben que pasa despues, no habla de como gobierna la tierra? o que pasa con AN o los kingu. saben si algun otro libro lo trata? es fundamental para entender quien gobierna la tierra hoy. y saber que pasara.
gracias y que buena vibra
hay un 4to tomo de las crónicas, L'ORACLE, que todavía no tiene fecha de publicación, en cuanto esté disponible lo traduciremos (http://www.antonparks.com/main.php?page=projets). mi teoría es que An se queda fuera del planeta, quizás en Marte, interviniendo muy poco, y los Kingú por su parte no interactuan mucho con la humanidad. El resto de los Anunna sobrevivientes deberían haberse buscado un jefe o aprender a cultivar sus propios alimentos
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