viernes, 6 de mayo de 2016

T0 PIII C1 TERRAFORMACIONES

3ra PARTE

TERRAFORMACIONES


1

EL PRIMER DIA DE LOS GINA 'ABUL

"Barbeló fue llamada bajo un pensamiento, la Virgen Hombre perfecta de triple raza. En cuanto a su propio conocimiento, esto es lo que vino a través de ella, de modo que ningún líder la bajará y no se alejará a causa de aquellos que existen por ella y los que les seguirán. Pues ella es simplemente la única capaz de conocer al Dios preexistente, porque ella está en los más alto (en lo absoluto)..."
NH VIII, 1-Zostrianos 83,9 -83,20



Gírkù-Tila Nuréa / Min-ME-Dili

La Madre-Matriz se trasladó con su prisionero a otras tierras para encontrar comida, razón por la cual no estuvo presente cuando los huevos eclosionaron.  Continuamente atado, el Kingalàm no podía mantenerse a sí mismo y la Madre se vio obligada a cazar para él.  Debilitado por el hambre, su estado llegó a ser crítico.  Barbélu no sentía ninguna necesidad de comer tanto y poseía la capacidad de ayunar durante varios Udh (días) sin ninguna dificultad.  La alimentación fundamentalmente diferente del Kingalàm le demandaba una carga de trabajo adicional y la obligó a improvisar instintivamente el juego del acecho.  Esta misión, aun más difícil ya que no tenía ningún arma, era particularmente doloroso para ella ya que se resistía a sacrificar la vida de los animales salvajes. Ella cazaba con tal destreza que el Kingalàm imaginó que esta habilidad surgió de una larga experiencia.
Su enemigo era un peso pesado de llevar.  Él no hablaba en absoluto el mismo idioma y las costumbres eran muy diferentes a las suyas.  Huraño, malhumorado, colérico, un odio feroz animaba cada fibra de su ser.  Sin embargo, contra toda lógica, la Madre le dejaría vivir sin razón aparente.  Sin duda quería despojarlo del mal que estaba comiendo para que sea más "pacífico".  Ella pasó un largo rato observándolo en silencio fingiendo ignorarlo mientras el devoraba su comida con sangre.
En varias ocasiones, el Kingalàm trató de comunicarse.  Hacía señas y emitía sonidos que imitaban el vuelo de la aeronave.  Ella entendió que sugería utilizarlo para facilitar sus desplazamientos.  Barbélu negó con la cabeza. Ella no quería correr ningún riesgo.  Nada en este comedor de carne de piel pálida como las nubes inspiraba confianza.  Ella temía una trampa.  Por razones de seguridad, había escondido el cristal generador en un lugar que sólo ella conocía.  Una vez llenos, tomaron el camino de retorno, con el tronco y los brazos del Kingalàm nuevamente atados con lianas gruesas.
A los pies de la montaña fértil, la Madre dejó al preso en la entrada de la cueva y desapareció en el túnel de múltiples reflejos.  La descendencia divina había eclosionado durante su ausencia.  De los seis huevos, sólo tres de ellos dieron su vida, incluyendo una doble creación: tres varones, incluidos los gemelos y una hembra.  Lejos de cualquier influencia extranjera en este mundo, la morfología de los cuatro recién nacidos se adaptó, desde la etapa del feto, a las condiciones ambientales de este planeta que Madre bautizó como Rúmgar [[1]]. Su aparición simultánea fue el de una convergencia de la evolución, una mutación espontánea y paralela previamente en una misma matriz.  Solo la Madre de los Orígenes podría engendrar tal prodigio.
La fisonomía de los gemelos y su hermano era diferente.  Los gemelos se veían muy despiertos, tenían un aspecto anfibio adaptada al elemento acuático ampliamente presente en Rúmgar.  Musculosos y un poco más robustos, pero sin cola, tenían manos y pies palmeados, y dos aletas pectorales pequeñas.  Su cuerpo blando podría facilitar sus desplazamientos en ríos y océanos.  Su doble sistema respiratorio, pulmonar y cutáneo, les permitiría vivir tanto en tierra como bajo el agua.  En cualquier momento, dependiendo de las circunstancias, podrían optar por la respiración aérea en tierra firme o por la respiración epidérmica absorbiendo oxígeno de un elemento líquido.  Sus ojos ligeramente rojizos les permitían adaptar su visión en términos de estos dos entornos naturales, para ver bien tanto en tierra firme como bajo el agua. No tenían ningún sexo aparente, este último ubicado en una pequeña hendidura de la piel. Madre los bautizó Abgal, es decir, "muy mayores".
Aunque todos estaban todavía en la etapa de desarrollo, el macho solitario ya tenía un tamaño ligeramente mayor que los dos Abgal y su hermana.  Al igual que sus dos hermanos, su sexo no era visible.  Con una morfología de cola de tamaño mediano parecía más adecuado para el elemento tierra.  El poseía una fuerza innegable.  Bajo su piel descamada, sus músculos jóvenes preveían una predisposición para excavar galerías y correr sobre terrenos húmedos y secos.  Muy alerta, poseía una habilidad excepcional para moverse más rápido que la mayoría de los seres vivos en este planeta y podría frustrar sus sentidos olfativos, visuales y auditivos.  Su inteligencia y sus características fisiológicas poco comunes, se añadían a las cualidades innegables del corazón.  El mostraba un particular apego hacia su hermana y hermanos, esta es la razón por la cual su madre lo llamó Mus'sagtar: "reptil de corazón sabio".
La hembra, a su vez, tenía una estructura anatómica de componentes complejos.  Al igual que su madre y sus tres hermanos, su cabeza terminaba en un cráneo alargado hacia arriba y sin pelo [[2]]. Muy delgada y esbelta, era totalmente bípeda al igual que sus hermanos, pero también podría moverse rápidamente y saltar sobre sus cuatro patas.   De la misma manera que Mus'sagtar, su hermana menor tenía una cola independiente que comandaba como un tercer miembro.  El tejido de su piel descamada funcionaba en todo momento como un regulador térmico.  Los cambios bruscos de temperatura no representaban ningún inconveniente para ella.  De su madre, había heredado la capacidad de detección visual de la vibración y la radiación infrarroja.  Nada se le escapaba.  Tenía todos lo necesario para sobrevivir en entornos hostiles.  Se debía garantizar la sostenibilidad de este nuevo linaje para convertirse ilustre.  Madre apodó a la hembra Emesir: "serpiente niñera".
*
*        *
Todas las facultades de estos niños resultaron de Barbélu y de sus hermanas, las Matriarcas Oscuras.  Los pequeños tenían un desarrollo físico más rápido que la mayoría de los animales de este planeta. Desde el nacimiento, se levantaron sobre sus dos piernas y ya se podían mover a voluntad.  Ante la aparición de su progenitora, levantaron sus brazos extendidos con entusiasmo para recibir el calor y el afecto del abrazo maternal.  La Madre-Matriz los abrazó con ternura, pero la dulzura del momento no duró mucho tiempo.  Luchando contra sus sentimientos, ella los empujó suavemente.  Había amanecido unas pocas Danna (horas) atrás y el brillante sol bañaba la exuberante naturaleza.  Debieron dejar el refugio y salir al mundo exterior para aprender a ser independientes.  El difícil mundo de Rúmgar no les haría ningún favor.  Ellos debían prepararse.  El hermoso día que estaba abierto a ellos sería propicio para el primer contacto.
Antes de salir de la cueva protectora, la madre les recordó sus respectivos nombres.  Se dirigió hacia los dos mayores, las criaturas acuáticas, y les dijo:
- Abgal, su nombre es Abgal.
- Ab-gal - respondió tímidamente uno de ellos con una voz frágil, golpeando su pecho.
Su hermana menor se sintió profundamente conmovida por la suave caricia de la voz maternal. Señalándose con el dedo, ella señaló con orgullo su nombre "Emesir".  Su boca dejó escapar un timbre agudo y único que divertía mucho al pequeño grupo.  Sus cuerdas vocales, incluso un poco atrofiados, no podían producir un sonido controlado.  La madre hizo un gesto negando cualquier importancia a este fenómeno transitorio.  El Mus'sagtar se mantenía apenas aparte.  Mediante una mirada afectuosa, Barbélu le pidió que se identificara.  Él se dirigió con paso firme y un "Mus'sagaatar" cayó de sus labios vacilantes. Madre frunció ligeramente la frente y le pidió que lo repita:
- Mus'sagtar, no "Mus'saaagtar". Repítelo hijo mío.
- Mus'sagtaaar?  Lanzó con una mueca.
- No, Mus'sagtar, repítelo.
-Mus'sagtar. Finalmente articuló.
- Eso es.
Luego le pidió a la hermana menor acercarse y se dirigió a los tres varones presionándola levemente contra ella:
- Su hermana es su futuro.  Su vida es tan valiosa como las suyas.  Voy a producir otras hembras Emesir y ustedes tendrán que protegerlas tanto como a ella.  ¿Se entiende?
Los tres niños asintieron solemnemente.  Las facultades de esta nueva generación producida por la Madre-Matriz eran muy precoces.  No sólo ellos entendían el significado de estas palabras, sino que también las utilizaban en toda su gama.  Barbélu luego los invitó a reunirse con ella en la intemperie.  En el camino, la hermana pequeña no dejaba de repetir "Emesir" con diversión.  Ella interpretó el concepto de su nombre dándose cuenta de que un día sería igual que su madre.  Un gran orgullo la envolvió.
Este día que había comenzado con los mejores auspicios todavía les deparaba una sorpresa desagradable: el Kingalàm atado en la entrada de la cueva había desaparecido.  En su lugar, lianas cortadas en varios pedazos yacían en el suelo, cerca de una piedra afilada.  Una ola de pánico corrió sobre Barbélu: ¡su progenie estaba ahora en gran peligro!  Madre tomó un vistazo a su alrededor y vio las huellas de su oponente en la hierba seca.  Con un movimiento de cabeza, ella intimó a los niños a guardar silencio y a seguirla de cerca.  El estómago de los pequeños se anudó con la ansiedad.  El grupo se sumergió en el bosque siguiendo los pasos que solo la Madre pudo identificar en la tierra seca.  Incluso a través de las muchas ramas y el follaje, el calor del sol parecía muy agradable para los niños.  Las huellas se dirigían hacia el valle donde la nave Kingalàm cayó con estrépito.  Barbélu aceleró el paso para atrapar al enemigo antes de que llegue al dispositivo.  Ciertamente no podría volar, Madre le había quitado su generador de cristal, pero sin duda el Kingalàm trataría de enviar un mensaje a alguna parte con alguna de sus máquinas desconocidas.
El calor y el hambre comenzaban a pesar sobre los niños.  Luego del comienzo de una marcha lenta, el pequeño grupo se vio obligado a detener su progresión ante una gran pradera cubierta de hierba, salpicada de flores de colores.  Una horda de grandes Husmus (reptiles silvestres) de rugidos cavernosos, con apetito desbordante, se saciaban alimentándose de las plantas abundantes.  La tierra tembló y vibró tras el golpeteo de cientos de pies pesados.  Cubiertos por la alta hierba, los niños, tanto ansiosos como maravillados, observaban estos gigantescos rumiantes dotados de un cuello largo y flexible.  En un ambiente cargado, ligeramente húmedo, donde se mezclaban los olores embriagadores de la flora con los olores embriagadores del estiércol, la manada era una jubilosa anarquía que ante cualquier intrusión podría romperse y convertirse en un pánico incontrolable. Con un gesto, Barbélu hizo seña a sus pequeños de no hacer ningún movimiento brusco y de regresar con cuidado hacia la cobertura del bosque.  Sus retoños mostraban una fatiga extrema.  Madre estaba preocupada porque debía alimentarlos rápido.
La riqueza de esta tierra no tenía límites, encontraría sin ningún problema algo que los vigorice.  Sin perder de vista su descendencia, Barbélu confeccionó un saco de fibra para recoger raíces y plantas.  Mus'sagtar parecía en mejor forma que los dos Abgal y Emesir.  Madre-Matriz hizo un gesto a Mus'sagtar para ayudarla a encontrar algunas plantas y raíces que ella conocía, por haberlas comido ya desde su llegada a este mundo extraño y amenazador.  Ella inspeccionó las orillas del amplio prado de los grandes reptiles.  Pudo encontrar fácilmente lo que quería y ordenó a los anfibios y a la hembra a esconderse en una madriguera abandonada.  La madre les dio entonces un puñado de raíces, y luego les ordenó que no se movieran.  Ella cubrió el agujero con una mezcla de vegetales y estiércol de Husmus (reptiles salvajes), y luego volvió con la misma rapidez hacia sus tres hijos. En su guarida precaria, los niños ocultos se apiñaron unos contra otros para darse calor y comodidad.  Temblaban de pies a cabeza, asustado por el temblor de la tierra y los gritos roncos de los grandes reptiles de cuello largo.
En el camino, el joven Mus'sagtar registró una cantidad significativa de información. Las plantas que su madre le pidió recoger eran tan inusuales como las demás.  Ella le enseñó a distinguir las plantas comestibles y le advirtió contra las indeseables.  Tuvo la repentina sensación de que el tiempo se estaba acelerando.  Sus nociones temporales fueron puestas a prueba como lo había hecho para almacenar nuevos conceptos.  Debido a este aprendizaje precipitado, ella se aseguró que su hijo memorizara correctamente las propiedades de las plantas. Tenía la intención de destinar a Mus'sagtar la responsabilidad de la colonia y de sus futuros hijos.  También recogieron insectos; Madre atrapó un par de grillos, hormigas, mariposas, escarabajos y gusanos que se arrastraban en su bolsa.
Juzgando que la colección ya era suficiente, sin perder un momento, volvieron lo más rápido que pudieron con los niños escondidos en sus madrigueras.  Cuando finalmente llegaron allí, un Husmus hembra (reptil silvestre) y sus pequeños estiraban sus cabezas por encima de la tapadera para llegar hasta los brotes apetitosos.  Las ramas grandes cayeron sobre la entrada de la madriguera bajo el efecto de sus terribles mandíbulas con dientes devastadores. Como las ramas tentadoras no les eran accesibles, los más jóvenes comenzaron a derribar las altas coníferas.  Barbélu empujó a su hijo en un matorral y saltó para enfrentar a la madre de los grandes reptiles.  Con ojos inflamados, la miró y le ordenó que se alejara a través de la Kinsag (telepatía). El mastodonte hembra se asustó.  Su grito de miedo alertó a su descendencia y todos corrieron hacia la amplia pradera.  Jadeante, Barbélu uso toda su energía para liberar la entrada de la cueva: las ramas pesadas comenzaron a volar y el acceso quedo liberado en pocos Udtar (segundos).  Estaban a salvo; la Santa Barbélu les entregó sus brazos reconfortantes y los abrazó unos momentos. El pequeño grupo se volvió a reunir a continuación, se tomaron el tiempo para comer en el borde del bosque, mirando de lejos la horda de Husmus (reptiles silvestres) con la mirada divertida y precavida. Mus'sagtar aprovechó este breve descanso para cortar una pieza de madera. Por el rabillo del ojo, Barbélu lo observó en silencio. Se tomó muy en serio su papel como protector.
Después de comer, la madre vio que el sol se escondía lentamente.  El cielo, de un azul brillante, casi violeta, no tenía una nube.  Sin embargo, una extraña nube oscura se movió en la dirección opuesta del viento.  Barbélu de inmediato se dio cuenta de que se trataba de una formación de feroces y gigantescas aves con terribles alas.  Era el momento de retomar el camino.  Tenían muchas Danna (horas) todavía disponibles antes del inicio de la larga noche.  Era absolutamente necesario resolver la cuestión de los depredadores que vuelan antes del anochecer, cuando los niños son más vulnerables.
En varias ocasiones, la Madre-Matriz se había cruzado con los expertos cazadores carnívoros en su caminata silenciosa. Eran de tipo reptil, más pequeños que ella, se movilizaban en grupos y se comunicaban con chasquidos de sus mandíbulas.  Ellos podrían morder a sus pequeños.  La Madre tomó una decisión.  Ella recolecto un bálsamo nauseabundo de las pilas de excrementos fibrosos de Husmus (reptiles salvajes) que cubrían el suelo de la vasta llanura. Como medida de precaución, decidió untar a todo el mundo con este estiércol, desde los pies hasta el cuello, a través de las axilas, lo que, para su sorpresa, divertía a los niños.
El grupo continuó caminando hacia la nave Kingalàm.  En el camino, se encontraron con un pequeño reptil saltarín, divertido por los miembros de esta familia que se movían sobre dos piernas al igual que él.  Su olor lo alertó mucho antes de que se acercase.  Su curiosidad se sobrepuso a su aprehensión.  La descendencia de Barbélu trató de hablar con él, pero él no se comunicó como ellos.  Sólo unos agudos gritos salieron de su garganta, por lo que lo llamaron Tal (grito).
Eran tiempos de incertidumbre para los pequeños.  La progresión se efectuaba con gran dificultad dada estas circunstancias excepcionales acelerando su aprendizaje para la supervivencia.  La santa familia, seguida de su mascota saltarina, avanzaba en silencio bajo la sombra del follaje espeso e inquietante.  Madre les mostró a los niños cómo actuar en silencio sin crear sombras en el movimiento.  Era absolutamente necesario para evitar los rayos de luz proyectados por el sol a través de las hojas.  Para los niños, este bosque con múltiples especies, tanto majestuosas como temibles, encarnaba el gran alma de este mundo extraño.
Sin embargo, sensaciones extrañas asaltaron la mente de los pequeños.  Se encontraron con la imposibilidad de prever un futuro diferente al presente, con su incertidumbre opresiva acompañada por el miedo que nunca los dejaría: debían protegerse a sí mismos constantemente de un enemigo desconocido que podía caer sobre ellos en cualquier momento. La mayor parte de los mecanismos que utilizaron no eran fruto de la experiencia, sino una herencia materna que surgía espontáneamente en su conciencia debido a las condiciones extremas.  Esta situación de ansiedad despertó en ellos muchas preguntas: ¿de esto se trata la vida?  ¿Sería constantemente así?  Madre no se dirigió a ellos durante esas largas Danna (horas) en las que estuvo rastreando al enemigo invisible y evitando a los depredadores atraídos por su descendencia.  Aunque los niños se sentían seguros con su progenitora cuya inteligencia superaba con creces la de los seres de este mundo, a medida que avanzaban en lo profundo de la vegetación, el desánimo les ganó. Madre se dio cuenta que ya no podía exigirles más.  Tuvieron que hacer otra parada para comer y descansar.  Esta decisión los alivió infinitamente, incluso a Tal, cuyas piernas entumecidas se negaron a hacer un paso más.
El grupo se instaló en una cornisa de la gran montaña.  El valle profundo donde se encontraba la nave se extendía a continuación.  La Madre de los Orígenes realizo la distribución de las raíces, plantas y otros insectos como las termitas, mientras que Tal permaneció en su esquina para dormir un rato. Olvidando por un momento la gravedad de la situación, ella los observó con ternura mientras recuperaban sus fuerzas.  Para mantener el equilibrio, ella pensó que tendría que encontrar frutas rápidamente.
El día declinaba inexorablemente.  Desde su punto de observación al extremo de la cornisa, Barbélu escudriñó el valle profundo que se fundía al fondo con el cielo azul. Ella escuchó, un viento ligero inclinó las copas de los árboles altos en un movimiento ondulatorio armónico.  La maravillosa belleza de esta naturaleza virgen no la distraería de su profunda reflexión sobre la estrategia que debía adoptar.  Desde arriba, la vista le proporcionaba incesantes mensajes a descifrar.  Ella escudriñó con la mirada el valle que se extendía a sus pies para tratar de encontrar donde había caído la nave del Kingalàm.  Sus sentidos se alertaron súbitamente cuando vio una luz que brillaba en medio del gran bosque esmeralda.  Su enemigo estaba acampando sin lugar a dudas.  ¿Qué hacer?  ¿Dejaba su descendencia aquí y saltaba abajo para interceptar al Kingalàm o partía a afrontar a su enemigo junto a sus niños? En ambos casos, ¡los pequeños arriesgaban sus vidas!  La Madre Sabia tomó la dolorosa decisión de resolver este asunto sola para poder regresar lo antes posible.  Así podría desplazarse más rápidamente.  Los Abgal y Emesir dormían profundamente, apiñados unos contra otros.  Luchando contra la fatiga, Mus'sagtar velaba por ellos y por su mascota.  En voz baja, la Madre le informó suavemente que ella estaría fuera dos o tres Danna (horas) y volvería pronto. Ella le ordenó que no se movieran bajo ninguna circunstancia y que esté atento con sus hermanos y hermanas.  Sosteniendo firmemente su lanza de madera, el orgulloso Mus'sagtar asintió sin mostrar preocupación.
Barbélu saltó repentinamente para deslizarse por la pendiente de la montaña con una velocidad inimaginable.  Su cuerpo, refinado por el entrenamiento intensivo que había seguido, respondía perfectamente al menor requerimiento.  Su descenso, propulsado con todas sus fuerzas, la distanciaba progresivamente de todo lo que más amaba en el mundo en esta nueva vida salvaje lejos de la civilización. Ella no se concedía ningún respiro, su vida y la de sus hijos dependía de su velocidad.  La carrera frenética a través de los obstáculos de la selva enmarañada dejaba cicatrices de su cuerpo escamoso, pero apenas le importaba, la renovación celular la regeneraba al instante.  Todo daba vueltas en su cabeza.  La situación se estaba volviendo demasiado exigente y arriesgada.  Ella debía matar al Kingalàm de una vez por todas.
A cierta distancia de la unidad enemiga, en el borde de los pantanos oscuros, la madre se detuvo y se impuso en silencio para escuchar.  Un misterioso sonido, una especie de vibración sin brillo le llegó desde la distancia.  Era un sonido intrigante, no natural, como una máquina que a veces parecía romper el tejido de las astas culminantes.  Barbélu alzó la vista pero no pudo distinguir nada a través de la densidad del follaje.   Ella retomó su carrera hasta la nave en la que subsistían los restos de una fogata sofocada por la arena.  El humo negro que se elevaba seguía siendo brillante.  Con una rápida mirada, se dio cuenta de que el lugar estaba vacío.  Un mal presentimiento le asaltó: ¡un terrible peligro amenaza a sus hijos!  Presa de un indescriptible terror, se volvió de nuevo con renovada energía.  El pánico y sus sentimientos maternos hacia su descendencia le hicieron olvidar los obstáculos y la fatiga.
Su velocidad seguramente superaba a la de su enemigo de piel tan blanca como las nubes, ya que llegó a la cornisa en el momento en que capturaba a uno de sus protegidos.  Los dos rivales se enfrentaron cara a cara. El Kingalàm sostenía a Tal firmemente contra él, un arma blanca apuntando a su cuello.  Sin duda no había ninguna diferencia entre el reptil joven y el linaje santo.  Tal tuvo problemas para lanzar sus chillidos.  El enemigo de tez pálida emitió un terrible silbido y trató de negociar con la Madre.  Un dispositivo, probablemente recuperado de su nave, estaba en su boca.  Este tradujo el dialecto oscuro: "¡Perdóname la vida Brrawam y lo dejaré con vida!". La Madre sabía que quería el cristal generador sin el cual no podría partir de este mundo salvaje.  Barbélu no quería negociar.  Ella le ordenó soltar el pequeño reptil con su técnica de pensamiento.  El Kingalàm trató de resistirse.  Lleno de rabia, intentó cortar el cuello de Tal, pero la Madre se arrojó sobre él como un rayo. Tal fue empujado hacia atrás y el enemigo voló por el aire como una rama ordinaria.  Tumbado boca abajo, con la cabeza inclinada, el Kingalàm permaneció inmóvil durante un momento para recomponerse y luego febrilmente intentó conseguir su cuchillo desde el suelo.  Parecía agotado.  Contra todo pronóstico, se sentó de repente, listo para saltar.  El oponente de las estrellas le dijo con su aparato vocal en una entonación mecánica: "Nosotros pisoteamos el Tiempo Imaginario y desmantelamos sus creaciones desde la eternidad.  Eres apenas polvo de ensueño estancado fuera de toda realidad.  Después de eliminar la amenaza que representas, tomaremos vuestra nueva grieta temporal para deslizarnos hacia vuestro mundo y destruirlos.  La desaparición de vuestra civilización nos salvará a todos".  Presa de una rabia oscura, la Madre se arrojó sobre él con todo su peso.  Con sus brazos, ella bloqueó sus piernas para que pierda el equilibrio, mientras que con un movimiento suave ella lo estranguló con sus muslos.  Los dos adversarios rodaron varias veces por el suelo para terminar en una posición inestable sobre el borde del acantilado.  Con la cabeza en el vacío, se enfrentaba a un dilema difícil, los pensamientos de la Madre se debatían entre tener que matar a este maldito o permitirle permanecer con vida para que le enseñe el funcionamiento de la máquina voladora. Sin él, la esperanza de poder volar tal vez se esfumaría para siempre, ¡lo que abriría la posibilidad de exilio eterno!  Si ella lo deseaba, todo podía terminar con una simple compresión prolongada de sus muslos.  Como un tornillo, sus largas piernas rodeaban el cuello de su enemigo sofocado.  Pero los pensamientos contradictorios de Barbélu, las dudas y la indecisión, finalmente, le impidieron terminarlo y prolongó el riesgo que estaba tomando contra un oponente sin nada que perder.  Los dos rivales rodaron peligrosamente a lo largo del precipicio, el tronco de la Madre estaba suspendido sobre el vacío.  Ella comprendió la estrategia del Kingalàm: si muriera ahora, compartiría su destino con su oponente cayendo por el abismo...   Barbélu emitió un gruñido de cólera.  Ella empujó al enemigo que comenzó a rodar sobre sí mismo para recuperarse.  No bien se enderezó ella lo enfrentó.  El sol poniente quemó como un millar de luces en el horizonte, su luz deslumbrante cegó a la Madre arrinconándola contra las rocas de la cornisa.  Siempre indecisa, esperó hasta el último momento en que expulsó el grito mortal de que no saldría con vida.  Aprovechando el aleteo, el temible enemigo levantó su cuchilla para atacar en el mismo momento en que una silueta se alzaba contra la pared abrasada por la puesta de sol. La sombra furtiva sostenía una lanza que blandió con orgullo.  El Kingalàm se dio vuelta y se encontró frente a su nuevo enemigo que no era otro que el pequeño Mus'sagtar. Sin embargo, el formidable oponente de las estrellas se tambaleó sin razón antes de caer pesadamente al suelo. Mus'sagtar lo había atravesado con su pequeña lanza.  En tono imperativo, la Madre le pidió que retroceda.  Se acercó con cautela al Kingalàm.  El extraño ser se sofocaba ante el dolor y parecía querer decir algo.  Mus'sagtar lo tenía sujeto firmemente con la punta de la lanza. Con extrema precaución, Barbélu acercó su cara a la de el para recoger sus palabras. Finalmente articuló dolorosamente: "¡Este planeta está maldito!  Tendrás el desafío del tiempo para buscar a tu contraparte, ahora que estás atrapada aquí por la eternidad... sin retorno a los tuyos, con tu tiempo de sueño y el material que tú misma produces... Nosotros somos tus..." El Kingalàm quería aferrarse a Barbélu.  Con todas sus fuerzas, Mus'sagtar clavó su lanza en la parte posterior.  El extremo agudo le atravesó el pecho del cual fluyó una sangre azul como el firmamento.   El oponente se inmovilizó.  El pequeño Mus'sagtar se precipitó en los brazos de su madre que lo alejó momentáneamente.  El Kingalàm aún agonizaba.  Barbélu lo miró fijamente, como si estuviera asustada por lo que había oído.  Ella terminó dándole el golpe de gracia lanzándole el UGMU, el grito de la muerte inmediata. El cuerpo tendido en el suelo se rompió bajo los efectos del sonido frío y penetrante.  Antes de que todos rodeen a la Madre de los Orígenes, ella agarró a su hijo y lo sacudió para que la oiga: "No debes decir nada a tus hermanos y a tu hermana, ¿lo comprendes?  El perdió la cabeza, no sabía lo que decía, ¿entiendes?" Mus'sagtar, asustado por tanta revuelta y por este inusual tono de autoridad, hizo una seña con la cabeza en sentido de aprobación.
La joven familia rodeó a la santa madre, todos se aliviaron al ver al enemigo en el suelo y de saberse aún con vida.  El corazón de la madre se hinchó de orgullo: todos juntos, llegaron a derrotar a su oponente oscuro.  La Sabia Barbélu contempló a sus hijos y los encontró maravillosos.  Por lo tanto, en este momento solemne, bautizó a este nuevo linaje: "Gina'abul" (los verdaderos antepasados ​​de la magnificencia).

*
*       *

Después de este episodio dramático, la Madre de la Vida fue presa de un instinto eufórico de auto-engendramiento a pesar de los pensamientos terribles que asediaron su mente.  Ella quería estar a solas con el cuerpo.  Barbélu les pidió a sus hijos que se alejen y la esperen unos minutos.  Ella sabía todos los riesgos de su acto insensato, pero poseída por un impulso creador, la madre probó la sangre de su enemigo sin la autorización del Gran Consejo de la Casa-Madre y sin sospechar que, en la distancia, los dos hermanos Abgal asistieron a la realización de su destino.  La Madre-matriz deseaba manifestar una imagen del Kingalàm a su semejanza, probablemente con la intención de perfeccionar lo que la naturaleza había conseguido crear por sí misma.  La Santa Barbélu soñó que ofrecía su luz al mundo Rumgar sin predecir que también transmitiría su oscuridad, porque los Kingalàm son el resultado de la ignorancia de los Forjadores de Vida a los que la Madre pertenecía.
[Imagen 19].  Escena de la cueva de "El Combarelles" (Dordoña), donde vemos un humanoide y un niño con una bestia de tipo dinosaurio.  Estos grabados se estiman en 13.000 antes de Cristo.  
[Imagen 20]. El tipo de Husmus (reptiles silvestres), discutido aquí, debe ser similar a los viejos Prosaurpodes, como el Riojasaurus presente en la Tierra en el período Triásico (hace 220.000.000 de años). © Frantz Lasvignes / Anton Parks.
[Imagen 21].  Los dos hermanos Abgal en plena discusión.  Su fisonomía es mucho más gruesa que las de Barbélu, Emesir y Mus'sagtar.  © Frantz Lasvignes / Anton Parks.





[1] 93 RÚM-GAR "la reserva hostil" o "la reserva de la forma" en sumerio.
[2] [94] Los Musidim y los Gina'abul tienen un cráneo alargado.  La práctica común de la deformación craneana, adoptada en la antigüedad en la Tierra, no tenía otro objetivo que ser como los "dioses".  Podemos citar muchos casos como los indios aymaras del lago Titicaca o incluso los antiguos mayas.  Además se descubrieron, en 1897, cráneos humanos muy alargados en los cementerios antiguos de Abydos (Alto Egipto). Múltiples grabados y estatuas pre-dinásticas de Egipto tienen la misma singularidad (por ejemplo, representaciones de las hijas de Akhenaton, 18° dinastía). El eminente arqueólogo Henry Field cita en El Antropólogo Americano N° 35 de 1933, los descubrimientos sumerios de Kish y Djemdet Nasr; donde se encontraron con un botín totalmente inusual y con cabezas alargadas parecidas a las del Egipto predinástico. Del mismo modo, figurillas de barro encontradas en Irak, en Choga Mami en las orillas de las montañas de Zagros, muestran rostros con cráneos alargados. 

2 comentarios:

  1. Eso quiere decir que lo kingalam son una creación de los musidim o son una creación paralela mucho más distante en el tiempo???

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    1. si no entendí mal, los kingalam vienen de otra línea temporal, y atacaban a los musidim para evitar que estos últimos siguieran generando perturbaciones temporo-espaciales al destruir estrellas y crear nuevos pasillos atemporales. probablemente tengan un punto de origen común, pero en otra línea temporal

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