3ra PARTE
TERRAFORMACIONES
1
EL PRIMER
DIA DE LOS GINA 'ABUL
"Barbeló fue llamada bajo un pensamiento,
la Virgen Hombre perfecta de triple raza. En cuanto a su propio conocimiento,
esto es lo que vino a través de ella, de modo que ningún líder la bajará y no
se alejará a causa de aquellos que existen por ella y los que les seguirán.
Pues ella es simplemente la única capaz de conocer al Dios preexistente, porque
ella está en los más alto (en lo absoluto)..."
NH
VIII, 1-Zostrianos 83,9 -83,20
Gírkù-Tila
Nuréa / Min-ME-Dili
La
Madre-Matriz se trasladó con su prisionero a otras tierras para encontrar
comida, razón por la cual no estuvo presente cuando los huevos eclosionaron.
Continuamente atado, el Kingalàm no podía mantenerse a sí mismo y la
Madre se vio obligada a cazar para él. Debilitado por el hambre, su
estado llegó a ser crítico. Barbélu no sentía ninguna necesidad de comer
tanto y poseía la capacidad de ayunar durante varios Udh (días) sin ninguna dificultad.
La alimentación fundamentalmente diferente del Kingalàm le demandaba una
carga de trabajo adicional y la obligó a improvisar instintivamente el juego
del acecho. Esta misión, aun más difícil ya que no tenía ningún arma, era
particularmente doloroso para ella ya que se resistía a sacrificar la vida de
los animales salvajes. Ella cazaba con tal destreza que el Kingalàm imaginó que
esta habilidad surgió de una larga experiencia.
Su enemigo era un peso pesado de llevar. Él no hablaba en absoluto
el mismo idioma y las costumbres eran muy diferentes a las suyas. Huraño,
malhumorado, colérico, un odio feroz animaba cada fibra de su ser. Sin
embargo, contra toda lógica, la Madre le dejaría vivir sin razón aparente.
Sin duda quería despojarlo del mal que estaba comiendo para que sea más
"pacífico". Ella pasó un largo rato observándolo en silencio
fingiendo ignorarlo mientras el devoraba su comida con sangre.
En varias ocasiones, el Kingalàm trató de comunicarse. Hacía señas
y emitía sonidos que imitaban el vuelo de la aeronave. Ella entendió que
sugería utilizarlo para facilitar sus desplazamientos. Barbélu negó con
la cabeza. Ella no quería correr ningún riesgo. Nada en este comedor de
carne de piel pálida como las nubes inspiraba confianza. Ella temía una
trampa. Por razones de seguridad, había escondido el cristal generador en
un lugar que sólo ella conocía. Una vez llenos, tomaron el camino de
retorno, con el tronco y los brazos del Kingalàm nuevamente atados con lianas
gruesas.
A los pies de la montaña fértil, la Madre dejó al preso en la entrada de
la cueva y desapareció en el túnel de múltiples reflejos. La descendencia
divina había eclosionado durante su ausencia. De los seis huevos, sólo
tres de ellos dieron su vida, incluyendo una doble creación: tres varones,
incluidos los gemelos y una hembra. Lejos de cualquier influencia
extranjera en este mundo, la morfología de los cuatro recién nacidos se adaptó,
desde la etapa del feto, a las condiciones ambientales de este planeta que Madre
bautizó como Rúmgar [[1]]. Su aparición simultánea fue el de una convergencia de la evolución,
una mutación espontánea y paralela previamente en una misma matriz. Solo
la Madre de los Orígenes podría engendrar tal prodigio.
La fisonomía de los gemelos y su hermano era diferente. Los
gemelos se veían muy despiertos, tenían un aspecto anfibio adaptada al elemento
acuático ampliamente presente en Rúmgar. Musculosos y un poco más
robustos, pero sin cola, tenían manos y pies palmeados, y dos aletas pectorales
pequeñas. Su cuerpo blando podría facilitar sus desplazamientos en ríos y
océanos. Su doble sistema respiratorio, pulmonar y cutáneo, les
permitiría vivir tanto en tierra como bajo el agua. En cualquier momento,
dependiendo de las circunstancias, podrían optar por la respiración aérea en
tierra firme o por la respiración epidérmica absorbiendo oxígeno de un elemento
líquido. Sus ojos ligeramente rojizos les permitían adaptar su visión en
términos de estos dos entornos naturales, para ver bien tanto en tierra firme
como bajo el agua. No tenían ningún sexo aparente, este último ubicado en una
pequeña hendidura de la piel. Madre los bautizó Abgal, es decir, "muy
mayores".
Aunque todos estaban todavía en la etapa de desarrollo, el macho
solitario ya tenía un tamaño ligeramente mayor que los dos Abgal y su hermana.
Al igual que sus dos hermanos, su sexo no era visible. Con una
morfología de cola de tamaño mediano parecía más adecuado para el elemento
tierra. El poseía una fuerza innegable. Bajo su piel descamada, sus
músculos jóvenes preveían una predisposición para excavar galerías y correr
sobre terrenos húmedos y secos. Muy alerta, poseía una habilidad
excepcional para moverse más rápido que la mayoría de los seres vivos en este
planeta y podría frustrar sus sentidos olfativos, visuales y auditivos.
Su inteligencia y sus características fisiológicas poco comunes, se
añadían a las cualidades innegables del corazón. El mostraba un
particular apego hacia su hermana y hermanos, esta es la razón por la cual su
madre lo llamó Mus'sagtar: "reptil de corazón sabio".
La hembra, a su vez, tenía una estructura anatómica de componentes
complejos. Al igual que su madre y sus tres hermanos, su cabeza terminaba
en un cráneo alargado hacia arriba y sin pelo [[2]]. Muy delgada y esbelta, era totalmente bípeda al igual que sus
hermanos, pero también podría moverse rápidamente y saltar sobre sus cuatro
patas. De la misma manera que Mus'sagtar, su hermana menor tenía
una cola independiente que comandaba como un tercer miembro. El tejido de
su piel descamada funcionaba en todo momento como un regulador térmico.
Los cambios bruscos de temperatura no representaban ningún inconveniente
para ella. De su madre, había heredado la capacidad de detección visual
de la vibración y la radiación infrarroja. Nada se le escapaba.
Tenía todos lo necesario para sobrevivir en entornos hostiles. Se
debía garantizar la sostenibilidad de este nuevo linaje para convertirse
ilustre. Madre apodó a la hembra Emesir: "serpiente niñera".
*
* *
Todas las facultades de estos niños resultaron de Barbélu y de sus
hermanas, las Matriarcas Oscuras. Los pequeños tenían un desarrollo
físico más rápido que la mayoría de los animales de este planeta. Desde el
nacimiento, se levantaron sobre sus dos piernas y ya se podían mover a
voluntad. Ante la aparición de su progenitora, levantaron sus brazos
extendidos con entusiasmo para recibir el calor y el afecto del abrazo
maternal. La Madre-Matriz los abrazó con ternura, pero la dulzura del
momento no duró mucho tiempo. Luchando contra sus sentimientos, ella los
empujó suavemente. Había amanecido unas pocas Danna (horas) atrás y el
brillante sol bañaba la exuberante naturaleza. Debieron dejar el refugio
y salir al mundo exterior para aprender a ser independientes. El difícil
mundo de Rúmgar no les haría ningún favor. Ellos debían prepararse.
El hermoso día que estaba abierto a ellos sería propicio para el primer
contacto.
Antes de salir de la cueva protectora, la madre les recordó sus
respectivos nombres. Se dirigió hacia los dos mayores, las criaturas
acuáticas, y les dijo:
- Abgal, su nombre es Abgal.
- Ab-gal - respondió tímidamente uno de ellos con una voz frágil,
golpeando su pecho.
Su hermana menor se sintió profundamente conmovida por la suave caricia
de la voz maternal. Señalándose con el dedo, ella señaló con orgullo su nombre
"Emesir". Su boca dejó escapar un timbre agudo y único que
divertía mucho al pequeño grupo. Sus cuerdas vocales, incluso un poco
atrofiados, no podían producir un sonido controlado. La madre hizo un
gesto negando cualquier importancia a este fenómeno transitorio. El
Mus'sagtar se mantenía apenas aparte. Mediante una mirada afectuosa,
Barbélu le pidió que se identificara. Él se dirigió con paso firme y un
"Mus'sagaatar" cayó de sus labios vacilantes. Madre frunció
ligeramente la frente y le pidió que lo repita:
- Mus'sagtar, no "Mus'saaagtar". Repítelo hijo mío.
- Mus'sagtaaar? Lanzó con una mueca.
- No, Mus'sagtar, repítelo.
-Mus'sagtar. Finalmente articuló.
- Eso es.
Luego le pidió a la hermana menor acercarse y se dirigió a los tres
varones presionándola levemente contra ella:
- Su hermana es su futuro. Su vida es tan valiosa como las suyas.
Voy a producir otras hembras Emesir y ustedes tendrán que protegerlas
tanto como a ella. ¿Se entiende?
Los tres niños asintieron solemnemente. Las facultades de esta
nueva generación producida por la Madre-Matriz eran muy precoces. No sólo
ellos entendían el significado de estas palabras, sino que también las
utilizaban en toda su gama. Barbélu luego los invitó a reunirse con ella
en la intemperie. En el camino, la hermana pequeña no dejaba de repetir
"Emesir" con diversión. Ella interpretó el concepto de su
nombre dándose cuenta de que un día sería igual que su madre. Un gran
orgullo la envolvió.
Este día que había comenzado con los mejores auspicios todavía les
deparaba una sorpresa desagradable: el Kingalàm atado en la entrada de la cueva
había desaparecido. En su lugar, lianas cortadas en varios pedazos yacían
en el suelo, cerca de una piedra afilada. Una ola de pánico corrió sobre
Barbélu: ¡su progenie estaba ahora en gran peligro! Madre tomó un vistazo
a su alrededor y vio las huellas de su oponente en la hierba seca. Con un
movimiento de cabeza, ella intimó a los niños a guardar silencio y a seguirla
de cerca. El estómago de los pequeños se anudó con la ansiedad. El
grupo se sumergió en el bosque siguiendo los pasos que solo la Madre pudo
identificar en la tierra seca. Incluso a través de las muchas ramas y el
follaje, el calor del sol parecía muy agradable para los niños. Las huellas
se dirigían hacia el valle donde la nave Kingalàm cayó con estrépito.
Barbélu aceleró el paso para atrapar al enemigo antes de que llegue al
dispositivo. Ciertamente no podría volar, Madre le había quitado su
generador de cristal, pero sin duda el Kingalàm trataría de enviar un mensaje a
alguna parte con alguna de sus máquinas desconocidas.
El calor y el hambre comenzaban a pesar sobre los niños. Luego del
comienzo de una marcha lenta, el pequeño grupo se vio obligado a detener su
progresión ante una gran pradera cubierta de hierba, salpicada de flores de
colores. Una horda de grandes Husmus (reptiles silvestres) de rugidos
cavernosos, con apetito desbordante, se saciaban alimentándose de las plantas
abundantes. La tierra tembló y vibró tras el golpeteo de cientos de pies
pesados. Cubiertos por la alta hierba, los niños, tanto ansiosos como
maravillados, observaban estos gigantescos rumiantes dotados de un cuello largo
y flexible. En un ambiente cargado, ligeramente húmedo, donde se
mezclaban los olores embriagadores de la flora con los olores embriagadores del
estiércol, la manada era una jubilosa anarquía que ante cualquier intrusión
podría romperse y convertirse en un pánico incontrolable. Con un gesto, Barbélu
hizo seña a sus pequeños de no hacer ningún movimiento brusco y de regresar con
cuidado hacia la cobertura del bosque. Sus retoños mostraban una fatiga
extrema. Madre estaba preocupada porque debía alimentarlos rápido.
La riqueza de esta tierra no tenía límites, encontraría sin ningún
problema algo que los vigorice. Sin perder de vista su descendencia,
Barbélu confeccionó un saco de fibra para recoger raíces y plantas.
Mus'sagtar parecía en mejor forma que los dos Abgal y Emesir.
Madre-Matriz hizo un gesto a Mus'sagtar para ayudarla a encontrar algunas
plantas y raíces que ella conocía, por haberlas comido ya desde su llegada a
este mundo extraño y amenazador. Ella inspeccionó las orillas del amplio
prado de los grandes reptiles. Pudo encontrar fácilmente lo que quería y
ordenó a los anfibios y a la hembra a esconderse en una madriguera abandonada.
La madre les dio entonces un puñado de raíces, y luego les ordenó que no
se movieran. Ella cubrió el agujero con una mezcla de vegetales y
estiércol de Husmus (reptiles salvajes), y luego volvió con la misma rapidez
hacia sus tres hijos. En su guarida precaria, los niños ocultos se apiñaron
unos contra otros para darse calor y comodidad. Temblaban de pies a
cabeza, asustado por el temblor de la tierra y los gritos roncos de los grandes
reptiles de cuello largo.
En el camino, el joven Mus'sagtar registró una cantidad significativa de
información. Las plantas que su madre le pidió recoger eran tan inusuales como
las demás. Ella le enseñó a distinguir las plantas comestibles y le
advirtió contra las indeseables. Tuvo la repentina sensación de que el
tiempo se estaba acelerando. Sus nociones temporales fueron puestas a
prueba como lo había hecho para almacenar nuevos conceptos. Debido a este
aprendizaje precipitado, ella se aseguró que su hijo memorizara correctamente
las propiedades de las plantas. Tenía la intención de destinar a Mus'sagtar la
responsabilidad de la colonia y de sus futuros hijos. También recogieron
insectos; Madre atrapó un par de grillos, hormigas, mariposas, escarabajos y
gusanos que se arrastraban en su bolsa.
Juzgando que la colección ya era suficiente, sin perder un momento,
volvieron lo más rápido que pudieron con los niños escondidos en sus
madrigueras. Cuando finalmente llegaron allí, un Husmus hembra (reptil
silvestre) y sus pequeños estiraban sus cabezas por encima de la tapadera para
llegar hasta los brotes apetitosos. Las ramas grandes cayeron sobre la
entrada de la madriguera bajo el efecto de sus terribles mandíbulas con dientes
devastadores. Como las ramas tentadoras no les eran accesibles, los más jóvenes
comenzaron a derribar las altas coníferas. Barbélu empujó a su hijo en un
matorral y saltó para enfrentar a la madre de los grandes reptiles. Con
ojos inflamados, la miró y le ordenó que se alejara a través de la Kinsag
(telepatía). El mastodonte hembra se asustó. Su grito de miedo alertó a
su descendencia y todos corrieron hacia la amplia pradera. Jadeante,
Barbélu uso toda su energía para liberar la entrada de la cueva: las ramas
pesadas comenzaron a volar y el acceso quedo liberado en pocos Udtar
(segundos). Estaban a salvo; la Santa Barbélu les entregó sus brazos
reconfortantes y los abrazó unos momentos. El pequeño grupo se volvió a reunir
a continuación, se tomaron el tiempo para comer en el borde del bosque, mirando
de lejos la horda de Husmus (reptiles silvestres) con la mirada divertida y
precavida. Mus'sagtar aprovechó este breve descanso para cortar una pieza de
madera. Por el rabillo del ojo, Barbélu lo observó en silencio. Se tomó muy en
serio su papel como protector.
Después de comer, la madre vio que el sol se escondía lentamente.
El cielo, de un azul brillante, casi violeta, no tenía una nube.
Sin embargo, una extraña nube oscura se movió en la dirección opuesta del
viento. Barbélu de inmediato se dio cuenta de que se trataba de una
formación de feroces y gigantescas aves con terribles alas. Era el
momento de retomar el camino. Tenían muchas Danna (horas) todavía
disponibles antes del inicio de la larga noche. Era absolutamente
necesario resolver la cuestión de los depredadores que vuelan antes del anochecer,
cuando los niños son más vulnerables.
En varias ocasiones, la Madre-Matriz se había cruzado con los expertos
cazadores carnívoros en su caminata silenciosa. Eran de tipo reptil, más
pequeños que ella, se movilizaban en grupos y se comunicaban con chasquidos de
sus mandíbulas. Ellos podrían morder a sus pequeños. La Madre tomó
una decisión. Ella recolecto un bálsamo nauseabundo de las pilas de
excrementos fibrosos de Husmus (reptiles salvajes) que cubrían el suelo de la
vasta llanura. Como medida de precaución, decidió untar a todo el mundo con
este estiércol, desde los pies hasta el cuello, a través de las axilas, lo que,
para su sorpresa, divertía a los niños.
El grupo continuó caminando hacia la nave Kingalàm. En el camino,
se encontraron con un pequeño reptil saltarín, divertido por los miembros de
esta familia que se movían sobre dos piernas al igual que él. Su olor lo
alertó mucho antes de que se acercase. Su curiosidad se sobrepuso a su
aprehensión. La descendencia de Barbélu trató de hablar con él, pero él
no se comunicó como ellos. Sólo unos agudos gritos salieron de su
garganta, por lo que lo llamaron Tal (grito).
Eran tiempos de incertidumbre para los pequeños. La progresión se
efectuaba con gran dificultad dada estas circunstancias excepcionales
acelerando su aprendizaje para la supervivencia. La santa familia,
seguida de su mascota saltarina, avanzaba en silencio bajo la sombra del
follaje espeso e inquietante. Madre les mostró a los niños cómo actuar en
silencio sin crear sombras en el movimiento. Era absolutamente necesario
para evitar los rayos de luz proyectados por el sol a través de las hojas.
Para los niños, este bosque con múltiples especies, tanto majestuosas
como temibles, encarnaba el gran alma de este mundo extraño.
Sin embargo, sensaciones extrañas asaltaron la mente de los pequeños.
Se encontraron con la imposibilidad de prever un futuro diferente al
presente, con su incertidumbre opresiva acompañada por el miedo que nunca los dejaría:
debían protegerse a sí mismos constantemente de un enemigo desconocido que
podía caer sobre ellos en cualquier momento. La mayor parte de los
mecanismos que utilizaron no eran fruto de la experiencia, sino una herencia
materna que surgía espontáneamente en su conciencia debido a las condiciones
extremas. Esta situación de ansiedad despertó en ellos muchas preguntas:
¿de esto se trata la vida? ¿Sería constantemente así? Madre no se
dirigió a ellos durante esas largas Danna (horas) en las que estuvo rastreando
al enemigo invisible y evitando a los depredadores atraídos por su
descendencia. Aunque los niños se sentían seguros con su progenitora cuya
inteligencia superaba con creces la de los seres de este mundo, a medida que
avanzaban en lo profundo de la vegetación, el desánimo les ganó. Madre se dio
cuenta que ya no podía exigirles más. Tuvieron que hacer otra parada para
comer y descansar. Esta decisión los alivió infinitamente, incluso a Tal,
cuyas piernas entumecidas se negaron a hacer un paso más.
El grupo se instaló en una cornisa de la gran montaña. El valle
profundo donde se encontraba la nave se extendía a continuación. La Madre
de los Orígenes realizo la distribución de las raíces, plantas y otros insectos
como las termitas, mientras que Tal permaneció en su esquina para dormir un
rato. Olvidando por un momento la gravedad de la situación, ella los observó
con ternura mientras recuperaban sus fuerzas. Para mantener el
equilibrio, ella pensó que tendría que encontrar frutas rápidamente.
El día declinaba inexorablemente. Desde su punto de observación al
extremo de la cornisa, Barbélu escudriñó el valle profundo que se fundía al
fondo con el cielo azul. Ella escuchó, un viento ligero inclinó las copas de
los árboles altos en un movimiento ondulatorio armónico. La maravillosa
belleza de esta naturaleza virgen no la distraería de su profunda reflexión
sobre la estrategia que debía adoptar. Desde arriba, la vista le
proporcionaba incesantes mensajes a descifrar. Ella escudriñó con la
mirada el valle que se extendía a sus pies para tratar de encontrar donde había
caído la nave del Kingalàm. Sus sentidos se alertaron súbitamente cuando
vio una luz que brillaba en medio del gran bosque esmeralda. Su enemigo
estaba acampando sin lugar a dudas. ¿Qué hacer? ¿Dejaba su
descendencia aquí y saltaba abajo para interceptar al Kingalàm o partía a
afrontar a su enemigo junto a sus niños? En ambos casos, ¡los pequeños
arriesgaban sus vidas! La Madre Sabia tomó la dolorosa decisión de
resolver este asunto sola para poder regresar lo antes posible. Así
podría desplazarse más rápidamente. Los Abgal y Emesir dormían
profundamente, apiñados unos contra otros. Luchando contra la fatiga,
Mus'sagtar velaba por ellos y por su mascota. En voz baja, la Madre le
informó suavemente que ella estaría fuera dos o tres Danna (horas) y volvería
pronto. Ella le ordenó que no se movieran bajo ninguna circunstancia y que esté
atento con sus hermanos y hermanas. Sosteniendo firmemente su lanza de
madera, el orgulloso Mus'sagtar asintió sin mostrar preocupación.
Barbélu saltó repentinamente para deslizarse por la pendiente de la
montaña con una velocidad inimaginable. Su cuerpo, refinado por el
entrenamiento intensivo que había seguido, respondía perfectamente al menor
requerimiento. Su descenso, propulsado con todas sus fuerzas, la
distanciaba progresivamente de todo lo que más amaba en el mundo en esta nueva
vida salvaje lejos de la civilización. Ella no se concedía ningún respiro, su
vida y la de sus hijos dependía de su velocidad. La carrera frenética a
través de los obstáculos de la selva enmarañada dejaba cicatrices de su cuerpo
escamoso, pero apenas le importaba, la renovación celular la regeneraba al
instante. Todo daba vueltas en su cabeza. La situación se estaba
volviendo demasiado exigente y arriesgada. Ella debía matar al Kingalàm
de una vez por todas.
A cierta distancia de la unidad enemiga, en el borde de los pantanos
oscuros, la madre se detuvo y se impuso en silencio para escuchar. Un
misterioso sonido, una especie de vibración sin brillo le llegó desde la
distancia. Era un sonido intrigante, no natural, como una máquina que a
veces parecía romper el tejido de las astas culminantes. Barbélu alzó la
vista pero no pudo distinguir nada a través de la densidad del follaje.
Ella retomó su carrera hasta la nave en la que subsistían los
restos de una fogata sofocada por la arena. El humo negro que se elevaba
seguía siendo brillante. Con una rápida mirada, se dio cuenta de que el
lugar estaba vacío. Un mal presentimiento le asaltó: ¡un terrible peligro
amenaza a sus hijos! Presa de un indescriptible terror, se volvió de
nuevo con renovada energía. El pánico y sus sentimientos maternos hacia
su descendencia le hicieron olvidar los obstáculos y la fatiga.
Su velocidad seguramente superaba a la de su enemigo de piel tan blanca
como las nubes, ya que llegó a la cornisa en el momento en que capturaba a uno
de sus protegidos. Los dos rivales se enfrentaron cara a cara. El
Kingalàm sostenía a Tal firmemente contra él, un arma blanca apuntando a su
cuello. Sin duda no había ninguna diferencia entre el reptil joven y el
linaje santo. Tal tuvo problemas para lanzar sus chillidos. El
enemigo de tez pálida emitió un terrible silbido y trató de negociar con la
Madre. Un dispositivo, probablemente recuperado de su nave, estaba en su
boca. Este tradujo el dialecto oscuro: "¡Perdóname la vida Brrawam y lo dejaré con vida!". La Madre
sabía que quería el cristal generador sin el cual no podría partir de este
mundo salvaje. Barbélu no quería negociar. Ella le ordenó soltar el
pequeño reptil con su técnica de pensamiento. El Kingalàm trató de
resistirse. Lleno de rabia, intentó cortar el cuello de Tal, pero la
Madre se arrojó sobre él como un rayo. Tal fue empujado hacia atrás y el
enemigo voló por el aire como una rama ordinaria. Tumbado boca abajo, con
la cabeza inclinada, el Kingalàm permaneció inmóvil durante un momento para
recomponerse y luego febrilmente intentó conseguir su cuchillo desde el suelo.
Parecía agotado. Contra todo pronóstico, se sentó de repente, listo
para saltar. El oponente de las estrellas le dijo con su aparato vocal en
una entonación mecánica: "Nosotros
pisoteamos el Tiempo Imaginario y desmantelamos sus creaciones desde la
eternidad. Eres apenas polvo de ensueño estancado fuera de toda realidad.
Después de eliminar la amenaza que representas, tomaremos vuestra nueva
grieta temporal para deslizarnos hacia vuestro mundo y destruirlos. La
desaparición de vuestra civilización nos salvará a todos". Presa
de una rabia oscura, la Madre se arrojó sobre él con todo su peso. Con sus
brazos, ella bloqueó sus piernas para que pierda el equilibrio, mientras que
con un movimiento suave ella lo estranguló con sus muslos. Los dos
adversarios rodaron varias veces por el suelo para terminar en una posición
inestable sobre el borde del acantilado. Con la cabeza en el vacío, se
enfrentaba a un dilema difícil, los pensamientos de la Madre se debatían entre
tener que matar a este maldito o permitirle permanecer con vida para que le
enseñe el funcionamiento de la máquina voladora. Sin él, la esperanza de poder
volar tal vez se esfumaría para siempre, ¡lo que abriría la posibilidad de
exilio eterno! Si ella lo deseaba, todo podía terminar con una simple
compresión prolongada de sus muslos. Como un tornillo, sus largas piernas
rodeaban el cuello de su enemigo sofocado. Pero los pensamientos
contradictorios de Barbélu, las dudas y la indecisión, finalmente, le
impidieron terminarlo y prolongó el riesgo que estaba tomando contra un
oponente sin nada que perder. Los dos rivales rodaron peligrosamente a lo
largo del precipicio, el tronco de la Madre estaba suspendido sobre el vacío.
Ella comprendió la estrategia del Kingalàm: si muriera ahora, compartiría
su destino con su oponente cayendo por el abismo... Barbélu emitió
un gruñido de cólera. Ella empujó al enemigo que comenzó a rodar sobre sí
mismo para recuperarse. No bien se enderezó ella lo enfrentó. El
sol poniente quemó como un millar de luces en el horizonte, su luz deslumbrante
cegó a la Madre arrinconándola contra las rocas de la cornisa. Siempre
indecisa, esperó hasta el último momento en que expulsó el grito mortal de que
no saldría con vida. Aprovechando el aleteo, el temible enemigo levantó
su cuchilla para atacar en el mismo momento en que una silueta se alzaba contra
la pared abrasada por la puesta de sol. La sombra furtiva sostenía una lanza
que blandió con orgullo. El Kingalàm se dio vuelta y se encontró frente a
su nuevo enemigo que no era otro que el pequeño Mus'sagtar. Sin embargo, el
formidable oponente de las estrellas se tambaleó sin razón antes de caer
pesadamente al suelo. Mus'sagtar lo había atravesado con su pequeña lanza.
En tono imperativo, la Madre le pidió que retroceda. Se acercó con
cautela al Kingalàm. El extraño ser se sofocaba ante el dolor y parecía
querer decir algo. Mus'sagtar lo tenía sujeto firmemente con la punta de
la lanza. Con extrema precaución, Barbélu acercó su cara a la de el para
recoger sus palabras. Finalmente articuló dolorosamente: "¡Este planeta está maldito! Tendrás el desafío
del tiempo para buscar a tu contraparte, ahora que estás atrapada aquí por la
eternidad... sin retorno a los tuyos, con tu tiempo de sueño y el material que tú
misma produces... Nosotros somos tus..." El Kingalàm quería
aferrarse a Barbélu. Con todas sus fuerzas, Mus'sagtar clavó su lanza en
la parte posterior. El extremo agudo le atravesó el pecho del cual fluyó
una sangre azul como el firmamento. El oponente se inmovilizó.
El pequeño Mus'sagtar se precipitó en los brazos de su madre que lo alejó
momentáneamente. El Kingalàm aún agonizaba. Barbélu lo miró
fijamente, como si estuviera asustada por lo que había oído. Ella terminó
dándole el golpe de gracia lanzándole el UGMU, el grito de la muerte inmediata.
El cuerpo tendido en el suelo se rompió bajo los efectos del sonido frío y
penetrante. Antes de que todos rodeen a la Madre de los Orígenes, ella
agarró a su hijo y lo sacudió para que la oiga: "No debes decir nada a tus
hermanos y a tu hermana, ¿lo comprendes? El perdió la cabeza, no sabía lo
que decía, ¿entiendes?" Mus'sagtar, asustado por tanta revuelta y por este
inusual tono de autoridad, hizo una seña con la cabeza en sentido de
aprobación.
La joven familia rodeó a la santa madre, todos se aliviaron al ver al
enemigo en el suelo y de saberse aún con vida. El corazón de la madre se
hinchó de orgullo: todos juntos, llegaron a derrotar a su oponente oscuro.
La Sabia Barbélu contempló a sus hijos y los encontró maravillosos.
Por lo tanto, en este momento solemne, bautizó a este nuevo linaje:
"Gina'abul" (los verdaderos antepasados de la magnificencia).
*
* *
Después de este episodio dramático, la Madre de la Vida fue presa de un
instinto eufórico de auto-engendramiento a pesar de los pensamientos terribles
que asediaron su mente. Ella quería estar a solas con el cuerpo.
Barbélu les pidió a sus hijos que se alejen y la esperen unos minutos.
Ella sabía todos los riesgos de su acto insensato, pero poseída por un
impulso creador, la madre probó la sangre de su enemigo sin la autorización del
Gran Consejo de la Casa-Madre y sin sospechar que, en la distancia, los dos
hermanos Abgal asistieron a la realización de su destino. La Madre-matriz
deseaba manifestar una imagen del Kingalàm a su semejanza, probablemente con la
intención de perfeccionar lo que la naturaleza había conseguido crear por sí
misma. La Santa Barbélu soñó que ofrecía su luz al mundo Rumgar sin
predecir que también transmitiría su oscuridad, porque los Kingalàm son el
resultado de la ignorancia de los Forjadores de Vida a los que la Madre
pertenecía.
[Imagen 19].
Escena de la cueva de "El Combarelles" (Dordoña), donde vemos
un humanoide y un niño con una bestia de tipo dinosaurio. Estos grabados
se estiman en 13.000 antes de Cristo.
[Imagen
20]. El tipo de Husmus (reptiles silvestres), discutido aquí, debe ser
similar a los viejos Prosaurpodes, como el Riojasaurus presente en la Tierra en
el período Triásico (hace 220.000.000 de años). © Frantz Lasvignes / Anton
Parks.
[Imagen 21].
Los dos hermanos Abgal en plena discusión. Su fisonomía es mucho
más gruesa que las de Barbélu, Emesir y Mus'sagtar. © Frantz Lasvignes /
Anton Parks.
[2]
[94] Los Musidim y los Gina'abul tienen un cráneo
alargado. La práctica común de la deformación craneana, adoptada en la
antigüedad en la Tierra, no tenía otro objetivo que ser como los
"dioses". Podemos citar muchos casos como los indios aymaras
del lago Titicaca o incluso los antiguos mayas. Además se descubrieron,
en 1897, cráneos humanos muy alargados en los cementerios antiguos de Abydos
(Alto Egipto). Múltiples grabados y estatuas pre-dinásticas de Egipto tienen la
misma singularidad (por ejemplo, representaciones de las hijas de Akhenaton,
18° dinastía). El eminente arqueólogo Henry Field cita en El Antropólogo
Americano N° 35 de 1933, los descubrimientos sumerios de Kish y Djemdet Nasr;
donde se encontraron con un botín totalmente inusual y con cabezas alargadas
parecidas a las del Egipto predinástico. Del mismo modo, figurillas de barro
encontradas en Irak, en Choga Mami en las orillas de las montañas de Zagros,
muestran rostros con cráneos alargados.
Eso quiere decir que lo kingalam son una creación de los musidim o son una creación paralela mucho más distante en el tiempo???
ResponderBorrarsi no entendí mal, los kingalam vienen de otra línea temporal, y atacaban a los musidim para evitar que estos últimos siguieran generando perturbaciones temporo-espaciales al destruir estrellas y crear nuevos pasillos atemporales. probablemente tengan un punto de origen común, pero en otra línea temporal
Borrar