miércoles, 17 de febrero de 2016

T3 PII C9 LAS LLAMAS DEL FÉNIX

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LAS LLAMAS DEL FÉNIX


"¡De pie Erra [Her-Ra]! ¡Al abatir la Tierra, como resplandece tu espíritu y se alegra tu corazón! Los brazos de Erra como los de un hombre privado del sueño están cansados. Él se dirige a su propio corazón diciendo: “¿Debo levantarme? ¿Debo seguir descansando? [...] Recostado en su cuarto, se queda haciendo el amor con su esposa Mammi, mientras que Engidudu [Marduk-Horus] - el señor de la ronda nocturna - mantiene su ojo sobre él [...] Partimos en guerra, oh Erra el valiente, golpea tus armas. ¡Haz que el alumno de los Igigi [Shemsu-Nungal] celebre tu gloria! ¡Que en el alumno, los Anunnaki teman tu nombre! ¡Que en el alumno, los dioses se doblan bajo tu fuerza! ¡Que en el alumno, los soberanos se postran a sus pies! [...]  "Los vientos enfermos subieron, convirtiendo el día en tinieblas, y [empujando] toda la Tierra y el tumulto de los pueblos ...".  (19)
El Poema de Erra, traducción Don Moore. 


Pasé varios meses en Nashareth, viviendo en paz con los míos y me había hecho la idea de que había sido Asar antes de emerger en esta vida. Desde entonces, mi corazón es ligero como un pájaro. Me quedé con Aset para familiarizarme con mi nuevo trabajo y también para apoyarlos en la gestión de la Duat. En varias ocasiones hemos sido visitados por Sabu y Altin. Ellos viajan regularmente entre Kemet y la región de la Doble Verdad. Cuando ellos descienden hacia el suroeste para encontrarse con nosotros, ellos pasan por el Mehti (Delta del Nilo), y se quedan unos días en la colina de Dep donde se encuentra mi primera guarnición de Shemsu-Heru, que ha crecido considerablemente desde entonces.
Hapy me había comentado su plan para el entierro del cuerpo de Asar. Yo había pospuesto el proyecto hasta nuevo aviso por las últimas novedades, Arit-Kheru ("el ojo de sonido") vuelve de su viaje desde lo más profundo de nuestro sistema solar. El momento temido se hizo más claro. Los vigilantes de Serkit y los de Aset-Heh (Dendera) eran explícitos. Un punto brillante amenazante era ahora observable en nuestra noche. Él estaba creciendo un poco más cada día. Estábamos en alerta desde hacía varias semanas.  
Según las últimas observaciones de nuestros Urshu, las tropas Setes parecían nerviosas, algunos estaban replegados hacia el Nor-este. Esto me dio una idea audaz. No se la he dicho a nadie y tomé la decisión solo. Aset quizás no la habría aprobado. Ahora que nos encontramos en las dimensiones del espíritu y de la carne, parece aún más ansiosa de lo normal.  
Antes de viajar a Sti (Nubia) y Bun'd dejé Nashareth por el hangar norte, para ir al encuentro de los vigilantes Adinu de Kuram (Goreme). [[1]] Quería escuchar sus puntos de vista sobre el progreso de la Benu Celeste. Su opinión sería decisiva y decidiría el comienzo inmediato de mi proyecto.  Sin embargo les pedí a varias de mis guarniciones que se pusieran en marcha. Nuevamente tuve que volar sobre el Kursig sur (Capadocia) de mi tío para ir al valle de los vigilantes. Pude ver por debajo de mí una alta concentración de Anunnaki, lo que confirmaba las observaciones de nuestros diferentes Urshu.  
Los Adinu de Kuram viven en paisajes constituidos por una mezcla de ceniza y roca volcánica mitigada por la erosión y el tiempo. Los vientos y las lluvias tallaron la piedra y crearon cúpulas y torres naturales. Estas extrañas columnas fueron entonces cavadas para construir allí casas o torres de vigilancia. Los Adinu de este país viven tanto en el exterior como en su red subterránea. Su proximidad a los Anunnaki era un poco enigmática para mí.  
Descendí mi nave al azar en medio de este valle con formas extraordinarias. Un grupo de los Adinu vino a mi encuentro. Al igual que los Igi-Ra, estaban vestidos con ropas oscuras adornadas con plumas delicadas en tonos apagados. Sus adornos contrastaban con su piel blanca como la nieve y su pelo muy claro. Me presenté como "el despertado de entre los muertos", el amante y el hijo de la gran Aset.  
- Sabemos quién eres -Respondió uno de ellos en un tono neutro.  
- Quiero conocer a su jefe y preguntarle por el Benu Celestial.  
El vigilante me observaba con atención.  
- Nosotros no podemos anunciarte ante nuestro maestro por ahora, nuestra trompeta de bronce está rota.  
- ¿Una trompeta?  
- Sí, el otro día, nuestro chef se sentó sobre ella por error.  
Pensé que era una broma, pero su expresión era tan grave que hice todo lo posible para mantener una mirada seria como la suya, incluso compasiva. El grupo estaba atento a no se qué. Escuchamos vagamente un sonido metálico regular en la distancia. Mi ceja derecha no pudo evitar levantarse, finalmente les pregunté, casi hastiado
- ¿Qué estamos esperando específicamente? 
- ¡Qué la trompeta sea reparada! Pedí que sea reparada rápidamente. Nuestro mejor herrero esta a cargo.  
- Miseria, ¿le tomará mucho tiempo? 
- No -Me dijo en un tono casi tranquilizador.  
Entonces sus ojos se fijaron en la distancia. Todos hicieron lo mismo. Me senté en una roca, recibiendo repetidos golpes de sus capas en la figura. A lo lejos, el golpear metálico del herrero trabajando parecía inscribirse en el viento. El grupo de los Adinu no se había movido una pulgada y parecían soñar despiertos, como estatuas. No había ruidos, ¡nadie viajaba a Kuram! Sólo el suspiro de la brisa parecía dispuesta a apoyar este gran momento de soledad. Observé entonces que los Adinu estaban armados, a diferencia que los de Serkit - yo ya lo había notado cuando llegaron cerca del Ekur de Setes. Llevaban lanzas y arcos. Esperamos una hora en una brisa que había aumentado su intensidad. El momento tan esperado llegó cuando oímos de repente un chillido ronco apenas audible.  
- Bien, podemos ir allí -Me dijo el mismo individuo.  
Ante esto, nos dirigimos a una serie de grandes picos rocosos perforados de forma errática. Cuerdas o escaleras de madera y paja daban acceso a los diferentes niveles.  
- ¿Vamos a tener que subir? -Le pregunté.  
- No, sería difícil para nuestro soberano, es por aquí. 
Los Adinu me mostraron una gran cavidad excavada al pie de los picos, y me invitaron a entrar por mi cuenta. Una luz brilló en el fondo.  
- Ah, eres tú, ¡el hijo del horizonte! ¡Entra! No se sorprenda si no lloro de emoción, pero me acaban de servir la comida.  
Me enfrenté al ser más extraño que había visto. Estaba sentado en compañía de dos mujeres con el pelo rubio rizado, envueltas en negro. La cara del ocupante era redonda y brillante como la estrella de la noche. Su pelo y barba brillaban como el fuego. El jefe de Kuram estaba vestido con ricas telas de Sti (Nubia) y Bun'd (Punt), cubierto con una capa oscura salpicada de plumas. La cueva parecía la de un tesoro, una increíble recopilación de objetos antiguos estaban apilados allí. Muchos objetos parecían venir de Bun'd y de E-Dilmun (Yemen). Una fragancia exótica mezclada con la comida impregnaba el aire de un olor particular. Al verme dudar, levantó el brazo. Con un gesto, me hizo una seña para entrar; la otra mano sostenía una cuchara que ya estaba en su boca.  
- Hum, perdón, pero mi caldo de langosta no podía esperar.  ¿Quieres? Ellos vienen de tu sitio, recién capturados ayer en las orillas del Kem-Ur (Mar Rojo). ¡Unas buenas langostas que estos ladrones Anunnaki no tendrán!  
- Le doy las gracias por su hospitalidad, Señor.  Perdone mi ignorancia, pero yo ni siquiera sé su nombre -Le dije confundido.  
- Tengo varios apodos. ¡Hum! A menudo me atribuyen el nombre de Daggan aquí, pero mi familia me llama Dag o Dagde [[2]]. Llámame como tú desees.  
Apenas había terminado su sopa nuevos platos estaban esperando en el borde de la mesa. Una de las dos mujeres se dispuso a pasarlos, y la segunda le hizo entrega de los platos vacíos en el otro lado.  
- ¡Bueno!  ¿A qué se debe esta visita en plena comida, hijo del horizonte? 
- Vine a preguntarle sobre el retorno del Benu Celestial. 
- ¡Ah si!  ¿Te has dado cuenta de que él está de vuelta junto contigo? Todo el mundo habla sólo de ti desde que conociste a tu tío hace unos meses. He oído a la distancia al sodomita de Seyhtanri (Seth) quejándose día y noche. Ah, este atún de las orillas del Bun'd es absolutamente delicioso. Estoy seguro de que nunca lo has comido...  ¡Qué pena!
Dagde se bebió de repente un gran vaso de cerveza y se limpió la boca con las manos con fuerza; luego se limpió con su capa, que sirvió de servilleta. Levantó la vista hacia una de las mujeres, obviamente, su pareja o su mujer, y le dijo: "Guarda el resto para después, mi querida, y no te acuestes antes de tiempo... No me voy a retrasar".  
- Tú, tú sabes hablarle a tu dama
Dijo riendo. Dagde se levantó y eructó haciendo vibrar la mesa.  
- ¡Por mi barba! Akilli, mi esposa, tu comida me hace feliz! Bueno, ven conmigo, hijo del horizonte, tengo que hablar contigo. Dejemos a mi esposa y a mi hija solas. 
Con una mirada, el maestro de Kuram me invitó a salir con él; pude apreciar su tamaño colosal. Este Dagde era grande como una montaña, seguramente era el ser más gigantesco que había visto nunca. La ciudad hacía una hora silenciosa, estaba ahora en la agitación. La ciudad parecía haber despertado al mismo tiempo que su líder había salido de su guarida. Arados tirados por bueyes circulaban orgullosos entre los que se mezclaban sonidos de flautas y voces. Subimos en una pequeña colina por un camino bordeado de piedras. Delante de nosotros, cientos de personas se agitaban ocupadas como un hormiguero. Estábamos cerca de la entrada de un subterráneo. De repente, una sombra paso debajo de nuestras narices a la velocidad del viento. Era demasiado grande para ser un pájaro y demasiado pequeño para ser una nave.  Dagde se rio de mi desconcierto:  
- No conoces nuestras criaturas voladoras...  No, no son Sukkal, pero se les parecen, ¿verdad? Simplemente llevan alas de madera y tela en la espalda. Esto nos permite sobrevolar nuestro territorio y movernos por la región. No podemos llegar muy lejos con eso, pero sigue siendo muy útil.  Los Anunnaki, de abajo, nos llaman los Sukkal, así que adoptamos ese nombre para nuestros voladores alados. Todo el mundo puede volar aquí, incluso yo... A pesar de que hace un tiempo que no me arriesgo más. Akilli, mi esposa quiere que pierda peso. Tú crees que estoy gordo, ¿verdad? 

En ese momento, un ser volador aterrizó cerca de nosotros, evitándome la suerte de tener que responder a esta pregunta difícil. El aterrizaje había requerido una carrera que había planeado a más de 100 Remenu (codos casi 40 metros) de distancia. El mensajero se apresuró a reunirse con nosotros.  
- Señor Dagde, hay movimientos allí abajo, los Anunnaki de la estepa y del desierto recuperan el Kursig (Capadocia).  
- ¡Bien! Mientras que no vengan hacia nosotros... 
- Sí -Añadí- Los he notado en mi camino hacia Kuram (Goreme). 
- Gracias Dama -Dijo Dagde- Advierte a todos, y especialmente a mi hermano. Nosotros tenemos que hablar; no debemos perder tiempo.  
- Todas estas ciudades subterráneas para meter a los Adinu y los Neferu -Añadí riendo- Y que gran proyecto, ¡sólo para tranquilizar a mi abuelo y los Anunnaki!  
- Sí, es extraño, ¿no? ¡Los Anunnaki excavando, y nosotros observándolos, divertidos, con su proyecto para que todos nosotros nos maravillemos! Ellos cavan como los Nungal han cavado, pero el conjunto de toda nuestra línea no vendrá hasta el momento de establecerse aquí... 
- Ya lo se. 
- Bueno, ya sabes cosas, chico.  
Dagde me inspeccionó brevemente, ya que no podía hacerlo mientras tenía su nariz en sus platos. Habló nuevamente:  
- Para responder a tu pregunta, no sabemos mucho sobre el Benu, no va a estar aquí sino en unas pocas horas. Debería ser claramente visible desde aquí dentro de poco. Originalmente, el Benu parecía haber adoptado un circuito en bucle que le hacía volver de manera intermitente. Pero su carrera parece haber sido acortada por alguna razón desconocida. Su regreso es demasiado rápido, lo que nos hace suponer que debe haberse encontrado con uno o más objetos que han cambiado su trayectoria original. Pero, ¿cuántos grados ha cambiad esta trayectoria? ¿El Benu nos golpeará, o nos cepillará la cabeza como la última vez? No sabemos nada, nuestros cálculos nos dirán pronto. Todo lo que sabemos es que ahora se acerca muy rápido...  ¿Sientes el viento soplar? No es el viento que conocemos, esta anormalmente caliente. Pronto, veremos el Benu a simple vista, ¡a plena luz del día! Usted sabrá pronto por que también lo llamamos "Arit-Kheru" (el ojo que suena).  
- Eso no me deja mucho tiempo. De todos modos, el Benu Celestial es nuestro aliado, creo...
- ¿Qué quieres hacer, muchacho?  
Me dio vergüenza, yo no quería detallarle mi plan, sin conocerlo un poco mejor. Yo no le dije que había estado en el más allá y que un ser me inspiró mi plan y me sopló que "la estrella errante que amenaza nuestro mundo era mi aliado". Sin embargo, encontraba a Dadge muy entrañable.  
- Ajustes de un viejo asunto que debería haberse resuelto hace ya algún tiempo -Le contesté- Aunque estoy convencido de que no arriesgamos nada; y no me importa si todos morimos o no.  
- Huele a guerra, mi joven amigo. ¿O me equivoco?  
- Yo mismo haré justicia. Quiero golpear el espíritu de nuestros enemigos y sacudir al mundo hasta sus cimientos, por la gracia de Benu.  
- Ten cuidado de no tropezar por la falta de experiencia. Sabemos que una parte de tus tropas descienden a lo largo de Kemur. No creo que los Anunnaki se hayan dado cuenta, porque tus soldados son de los nuestros, y sabemos que son cautelosos y experimentados por naturaleza. Pero nosotros, vemos y sabemos todo.  Nosotros somos los vigilantes y no soldados bestiales y disciplinados. Tú preparas algo terrible, hijo... ¿Tu venganza esta lo suficientemente elaborada?
- ¡Sí!  Y lo trabaje desde mi infancia. Me recuerdas a alguien, señor Dagde. Un amigo fiel para quien tengo gran estima: el rey Sağlam, el soberano de los Dogan.  
- ¿Tú hablas del rey de los Neferu, el que te entregó su gran ejército? Bueno, por mi martillo, ¡es mi padre!  
- Pero entonces, no eres un Nungal. Eres un Dogan, lo que explica tu tamaño y el cabello rojo. ¡Un Dogan que dirige a los grandes príncipes de Nki-Asar, es realmente inesperado!  
- En realidad no, yo no soy del todo Dogan. Mi madre me puso a la cabeza de los Adinu de Kuram. Tú la conoces bien, es tu tía Serkit. Soy una mezcla de la vieja cepa Gina'abul y de los mestizos que todo el mundo teme.  
Todo se explicó de repente. El vínculo que unía a los Adinu y a los Dogan no sólo implicaba la consanguinidad, sino también la realeza. La gran Serkit llamada Semhaza (''que detenta la planta"), se unió con el fiel protector de Asar, y había engendrado un hijo con él de proporciones increíbles.  
- ¿No deberías ser tú el futuro rey de los Doga, el sucesor de Saglam?  
- Ya te lo he dicho, no soy un verdadero Dogan. Mi ascendencia esta oculta, prefiero dejar esta función a mi pequeña prima Altin.  
- Bien.  
- Tú te imaginas -Añadió Dagde- si Seyhtanri (Seth) también supiera que tengo sangre Dogan, ¡se pondría loco! Sólo sabe que soy el hijo de Ninmah, y cree estar en presencia del producto de un experimento genético. Nos reunimos tres o cuatro veces, ¡me teme como la enfermedad!  
- Él me teme también.  
- ¡Entonces, nos vamos entendiendo! -Me dijo con una sonrisa. 
- Estoy feliz de haberte conocido, maestro Dagde. Tengo que dejarte ahora, y unirme a mis tropas en el Sur.  
El rey de Kuram dudó brevemente.  
- ¡Estarás muerto antes de la llegada del Benu Celestial! Tu maestra de armas es la nieta de Seyhtanri, ella te preparó para luchar, ¿pero tú conoces las técnicas guerreras?  
- ¿Y tú? 
- Yo luché contra los Anunnaki muchas veces junto a los Shemsu-Ra. No he tenido la oportunidad de conocer a Asar, pero he protegido con mi maza sus minas en Sti (Nubia), que también administré por un tiempo. Los Dengu (pigmeos) se encuentran a mi servicio, porque sólo ellos pueden hilvanar en las canteras. Mi padre me habló de tu plan; estamos preocupados por tu vida. Déjame ir contigo y poner mi arma y mis técnicas a tu servicio. 
- No soy tan malo en el arte de la guerra, una gran batalla fue ganada en Mafke't gracias a mí -Le respondí.  
- Lo sé, se me informó. Varios Adinu y Neferu estuvieron presentes, escondidos en las montañas. Era un suicidio; ¡Tú eres un suicida, hijo! A veces funciona, pero no todo el tiempo; por lo general, termina mal. Te ofrezco mi vida. Si morimos mañana golpeados por el Benu Celestial, que sea como vencedores y no atrincherados como perros. Mi esposa quiere que haga ejercicio, ¡por lo que su deseo se cumplió gracias a ti!  
- ¿No será necesario que estés a su lado esta noche, mi amigo? 
- Akilli me concederá la calidez de sus muslos en mi regreso, cuando retornemos victoriosos. Así que voy a hacer un nuevo hijo, ¡el hijo de la victoria!  
- ¿Quién va a gobernar en tu lugar?  
- Mi hermano Hi'a.  
Así que le di mi consentimiento. Tras estas palabras, Dagde regresó con su esposa que había ido a refrescarse en la fuente. Llevaba un pequeño jarrón de barro que estaba a punto de llenar. Yo me encontraba lejos de su discusión. El rey le explicó su decisión, ella dejó caer el recipiente y luego desvió la mirada en señal de protesta. El temor de no volver a ver a su marido la conmovió profundamente. Ella finalmente regresó a sus picos perforados y terrazas. Los Sukkal volaban componiendo un ballet aéreo en el cielo. El viento soplaba con fuerza y ​​el vuelo era gracioso. Dagde volvió con el corazón triste, "¡Ah, las mujeres!" dijo finalmente.  
El rey de Kuram luego me llevó a los subterráneos donde sus familiares lo esperaban. El estilo de las galerías me recordaron las de Ekur de mi tío. El rey tuvo una larga discusión con su hermano Hi'a, que era del tamaño de un Dogan. Hi'a tuvo conocimiento de nuestra escapada secreta, y el grupo decidió que su hermano lo reemplazaría durante el tiempo de su ausencia.  
Mi empresa se anunciaba peligrosa y Dagde lo sabía. Él aún no sabía todo mi plan, pero era como si lo hubiera adivinado. Cuando nos embarcamos en Geghu, mi compañero de armas tenía una mirada triste sobre todos sus dominios, como si hubiera pensado por un momento la posibilidad trágica de no volver a ver su tierra y su gente.  
Nos embarcamos con los hombres-voladores, los Sukkal con alas artificiales. Le había preguntado al rey si era posible llevarlos con nosotros y utilizarlos como exploradores volantes sobre las líneas enemigas. Dagde había encontrado esta idea extraña, pero se había resignado a seleccionar a cinco voluntarios. El viaje hacia el norte de Kemet se llevó a cabo en un silencio de muerte. La jovialidad de Dagde había dado paso a un cierto recogimiento. Estaba a mi lado en la cabina, mientras que los Sukkal estaban en la parte posterior.  Algunos limpiaban minuciosamente sus alas artificiales con una esencia vegetal grasa, los otros afilaban las flechas retirándolas de su carcaj: su vida dependería del buen funcionamiento de sus equipos.  
El paisaje desfilaba a alta velocidad a través de la ventana de la cabina del Geghu. Algunos jubilosos cabezas negras me acompañaron, mientras que por debajo, un gran ejército estaba esperando en tierra. Un empujón prodigioso me impulsó a los límites de mis ambiciones, y no debía decepcionar a los que contaban conmigo. El océano que separaba las tierras de mi tío y las de Kemet de repente apareció en la parte inferior. Estábamos volando sobre las aguas que estaban anormalmente agitadas en la superficie y barridas por un viento desordenado, probablemente presagiando la llegada de Benu. Dagde no parecía perturbado por la tecnología que nos mantenía en la posición de las alturas, lo que implicaba que él ya había viajado a través del aire. Me habló de su famoso martillo, su impresionante objeto estaba a su lado. Su tamaño y peso hacían de esta arma una herramienta mortal que solo él sabia cómo manipular.  
Hicimos una escala en Pe, al norte de Mehti (Delta del Nilo). Pe se encuentra a pocos pasos de Dep, donde he instalado el campamento más grande de Shemsu-Heru en Kemet. Dagde me había animado a ir al encuentro de los sacerdotes de Asar alojados en esta localidad administrada por el clan Khentamentiu. Por el momento, mi único contacto con ellos databa del tiempo en que reemplacé al clero de mi abuelo por el nuestro en Ta-Ur. Dagde sentía que debíamos procurar que algunos sacerdotes Khentamentiu se dirigieran al sur para ser testigos de las maniobras militares que iban a ejecutarse. Era importante mantener buenas relaciones con el antiguo clero custodio de la doctrina sagrada de Asar.  Una filosofía que me habían enseñado Djehuti y Aset desde mi más tierna infancia.
Los pueblos de los diferentes Shemsu de Mehti están construidos con ladrillos de adobe y con cimientos de barro. Las paredes y los techos, con paneles de cañas entrelazadas cubiertas de arcilla, son soportados por postes de madera pesados. Las cercas se hacen de caña, a veces en piedra o ladrillo. El material es muy ligero y fácil de reemplazar si es destruido por el mal tiempo o un incendio. Estamos lejos de las construcciones pesadas de nuestros templos de Kemet y de A'amenptah, o de las antiguas mansiones de Setes en el viejo Kalam, o de los edificios de mi abuelo en Deser (Marte). Las viviendas de Mehti son como las que fabrican algunos humanos y que se encuentran en todas partes de Kemet.  
                Los niños juegan alegremente con los perros, mientras que el ganado retoza libremente entre las casas. Dagde y yo habíamos sido invitados a entrar en el hogar del gran sacerdote de Pe. La casa era grande y fresca. Enormes cuernos de res entronizados en el centro de la choza sagrada. Ellos representan simbólicamente la realeza y los dos asientos de Asar y Aset uno en frente del otro. Los altos dignatarios Khentamentiu estaban presentes. Me dio las gracias por haberme trasladado a su encuentro y me felicitó por haber entregado el clero de Asar en Ta-Ur. También alabaron mi unión con mi madre. Reconocieron a Dagde como el hijo de la gran Serkit, pero no hicieron alusión sobre su padre Saglam, el rey de los Neferu, el soberbio protector de Asar. Los sacerdotes finalmente aceptarían codearse con los Neferu que forman mi ejército fue una experiencia inusual que ellos habían aceptado en nombre de Asar y en nombre de su legítimo retorno al poder.  
Mi presentación finalizo, al ver las miradas cabizbajas de los sacerdotes, era obvio para mí que sería difícil hacer descender al clero hacia el sur, mientras que todo el mundo pensaba únicamente en escalar montañas o en ir a refugiarse en la Duat bajo tierra para escapar del posible desbordamiento del agua. Los sacerdotes Khentamentiu encontraron mi idea imprudente y totalmente suicida: recuperar la tierra de Asar robada por mi tío, mientras que el Benu pasaba justo sobre nuestras cabezas... ¡Qué estupor! Asar nunca habría hecho eso. Yo era un tonto o un gran soldado, ¿mejor que Ra, el brazo armado?  "¡Mejor que Her-Ra!" Lanzó Dagde con un tono autoritario. Un golpe de su terrible martillo sobre la tabla del consejo auspició el veredicto. Viendo la mesa romperse en mil pedazos y la confianza que tenía en mí el hijo de la gran Serkit, los sacerdotes de Asar, finalmente decidieron que se moverían hacia el sur, formando varios grupos. Ellos estaban de repente dispuestos a comentar que mi plan era ambicioso y que el riesgo valía la pena, si consideramos que los diversos Shemsu y Urshu habían sido humillados continuamente desde la muerte de Asar, ya sean del Oeste o del Este y en la actualidad del Norte y del Sur.  Luego agregué:  
- Voy a restaurar el clero de Asar y dar cazar a los de ltemu en nuestras tierras, seréis mis testigos. Vendrán muchos. 
Uno de los sacerdotes entonces agregó:  
- Todo lo planeado por Heru luego que Aset lo reveló a la luz es escuchado por el consejo de nuestro gran soberano.  
El clero Khentamentiu no conocía la segunda fase de mi plan, que se lo detallé a Dagde durante nuestro viaje a Mehti (Delta). Yo esperaba que se desplazaran lentamente hacia Iuter-A'a (El Nilo), lo que me daría tiempo para concretar la primera parte de mi proyecto que normalmente no les afectaría.  
Tras este acuerdo, fuimos a encontrarnos con los Shemsu-Heru en la colina de Dep y establecimos los puntos de nuestras futuras maniobras. Luego retomamos la ruta del cielo a la zona del "muro blanco" por encima de nuestra morada subterránea. Una parte de mis tropas de Dep ya habían sido desplegadas alrededor de nuestra residencia real y su escudo protector todavía estaba activado. Otra parte se había desplazado más hacia el sur, no lejos de AsetHeh (Dendera) y de Ta-Ur (Abydos). El perímetro también fue salpicado con Urshu Khentamentiu que mi hermano Sabu desplegó a lo largo del gran río. Nuestras espaldas estaban aseguradas, si las tropas de Setes aún estaban estacionadas en nuestras tierras reaccionarían a la presión de los nuestros. Sabu garantizaba la protección de nuestra casa real y de Bit-Ra-Hem. El escudo de protección fue aumentado al máximo y dirigido hacia el eje central de nuestra Gigal subterránea.  
Continuamos nuestro vuelo hacia la fundición secreta de Ra que se encuentra debajo de los templos de Behutit (Edfu). Casi 200 Shemsu-Heru rodeaban el área y esperaban mis órdenes. Los Shemsu-Râ nos hicieron sentir bienvenidos. Bajo el santuario principal se encuentra un gran cristal, que está oculto por las armas de metal del gran Her-Ra. Este mineral blanco les permite comunicarse directamente con él. Así que le dije la segunda parte de mi plan, pero él no quería unirse a mí dándome apoyo armado de más, afirmando que estaba "loco y actuaba irresponsablemente". ¿Tenía miedo de tener que exponer a sus guardaespaldas Kingu a todas nuestras tropas de la coalición?  
Tendríamos que hacerlo sin los Shemsu-Ra. Necesitábamos más armas Her-Ra estaba reacio a proporcionarme armas para alimentar una revuelta para desestabilizar la autoridad de mi abuelo Itemu-Ra (An). Sin embargo, mi mayor se mantuvo indeciso: si mi proyecto funcionaba, yo sólo iba a disfrutar de los beneficios de una victoria ante los ojos de los muchos partidarios de Asar. Es por eso que finalmente me entregó armas de sus reservas secretas por el hecho de que él distribuyo muchas lanzas y espadas forjadas por sus Mesentiu a mis Shemsu-Heru. Llené el espacio de cargamento de Geghu, de borde a borde, con armas de todo tipo de esta fundición secreta.  
Así Geghu partió de Behutit (Edfu) y nos trasladamos a Bun'd (Punt), [[3]] el bastión de la rebelión Nungal contra los Anunnaki. Muchos Shemsu-Heru se habían asentado allí hacía casi un año. Se mezclaron sin dificultad con los Shemsu-Râ de mi mayor. El dominio de Bun'd es capital para Kemet, ya que su suelo está lleno de riquezas increíbles. La mirra divina utilizada para nuestras fumigaciones rituales es producida aquí. También se incluyen varias minas de Nebu (oro), dos grandes minas de cobre y exuberantes depósitos salinos muy útiles para la producción de metal con el que se forjan las armas de nuestros soldados. Las costas de Bun'd abundan de perlas a las orillas del E-Dilmun (Yemen), que está frente a ellas.
La nueva Dilmun dispone de una segunda gran concentración de Shemsu-Ra. Estos son menos complacientes que los de Bun'd. Instalados en el lado Este y separados del resto de los Shemsu por Kem-Ur (Mar Rojo), se muestran antisociales; todo lo que les interesa son los alimentos u objetos que serán capaces de negociar con los Anunnaki.  
Dagde, nuestros cinco Sukkal y yo fuimos a Adin para encontrarnos con los comerciantes Shemsu-Ra. No esperaba que se alistasen sin el conocimiento de su señor Her-Ra, simplemente les iba a pedir que permanecieran vigilantes por si algún Anunnaki trataba de escapar a través de Kem-Ur durante nuestra campaña para ganar las costas de Arah (Arabia) o Sabba.  
Estábamos en el gran desembarcadero de Adin. Las aguas del Kem-Ur brillaban como la plata.  Grandes barcos comerciales estaban amarrados a la orilla por largas cuerdas. Estos navíos masivos se utilizan a lo largo de las costas de E-Dilmun. Según los rumores, a veces usan el mar interior del Este (golfo pérsico) para acceder a las fronteras de Kalam. Estos se declaran pescadores, excepto que no hay nada que pescar en el mar interior que lleva a Kalam, sólo su embocadura está llena de atún, de pez espada y de salmonete.  
El olor agrio de los peces invadió el puerto. Este sin duda provenía de las sardinas y el atún que pululan en la orilla sur del E-Dilmun, y que los Shemsu entregan a nuestro país subiendo la orilla izquierda del Kem-Ur. Sabemos que este pez se vende también a nuestros enemigos. Fuimos recibidos por tres Shemsu-Râ vestidos con armadura de metal. Llevaban cascos de halcón. Me presenté a ellos como el "despertado de entre los muertos", el amante y el gran hijo de Aset. Uno de ellos me empujó, como si no me hubiera oído. Sin reflexionar y sin intentar discutir, Dagde sacó su imponente porra que provino de atrás de su espalda y, con un golpe rápido, hizo volar al Shemsu que se estrelló a ocho cuerpos más allá.  
- El atún de Bun'd me hace feliz, pero aquí, el pescado los hace imbéciles -Gritó el hijo de Serkit.  
Los otros dos Shemsu trataron de intervenir, pero sin éxito, Dagde ya los había tomado con sus puños violentamente por la parte superior de sus cráneos.  
- Estos dos están dispuestos a escucharte -Añadió.   
¡Pero yo dudé mucho! De repente estábamos en el centro de una miríada de flechas provenientes de no se dónde. Nuestro grupo apenas tuvo tiempo de esconderse detrás de unas cajas de madera, tres de nuestros Sukkal se precipitaron en el viento, desplegaron sus alas y emprendieron el vuelo como pájaros. Dagde fue golpeado, una flecha se clavó en su hombro, pero él me tranquilizó: la herida no era profunda. Se arrancó la flecha con un chasquido. Otras flechas fueron disparadas desde más lejos. Estas provenían directamente de la ladera de una colina donde estaban los depósitos de comida. Saqué a Uatch de su vaina. Mi mirada estaba negra; el viento se levantó sobre Adin y sopló la ira y el tumulto. Les pedí a Dagde y a los otros dos Sukkal que permanezcan cubiertos. Ellos respondieron lo mejor que pudieron atacando con sus arcos. Miré hacia el cielo y realicé un salto prodigioso hacia nuestros atacantes remotos, escondidos detrás de las paredes de caña de unas treinta zancadas. Tan pronto como me caí detrás de la partición en cuestión, Uatch rasgó el aire como un rayo. Mi cristal probó la sangre, así como en la batalla de Mafke't. Estos sin embargo, no eran nuestros enemigos, ¡sino los hijos de Asar! Brazos y cabezas volaban en todas direcciones, mientras que las flechas de dos Adinu con alas apoyaron mi asalto cayendo sobre nuestros atacantes. Una voz se escuchó en la refriega: "Por la Fuente, ¡detén esta carnicería, hijo de Asar!". Un Shemsu acorazado de la cabeza a los pies se presentó delante de mí, a quien le anuncié que yo no era el hijo de Asar, sino Asar mismo, nuevamente entre los vivos para castigar a los que lo habían traicionado.  
- Entonces, tranquilícese, mi rey, nunca le hemos traicionado, no nosotros -Dijo el Shemsu.  
- ¿Es con las armas en mano que le dan la bienvenida a su nuevo rey?  
- No está en sus tierras, aquí en E-Dilmun -Respondió- Es sólo que es poco prudente movilizarse ahora que los Anunnaki están más inquietos que nunca.



[1] Recordatorio: KUR-AM o KUR-AMA2, "la montaña (el Kur) del amo o del señor (Enlil)".
[2] Dagde , "como la montaña" en turco, o DAG-DE5, "consejo de la morada" en sumerio.  Este es el carácter que se encuentra bajo el nombre Dagde o Dagda en la mitología irlandesa.
[3] El país "mítico" Punt (Punto) estaba a caballo entre Etiopía y Somalia.  Una vez más, el significado de las palabras lo confirma: en Somalia, donde los idiomas oficiales son el somalí y el árabe, el país se llama Puntlaand y Ard al Bunt ("tierra de Bunt" o "país de Bunt") en árabe.  Fuente: Jaillard, Pierre, Denominación de Punto, Nombres Geográficos Junta Nacional (CNT), Referencia: 2009-CNIG-0010 / NTC. Estoy totalmente convencido de que el nombre de Punt no sale de la Bunt árabe, sino del sumerio BU4-NUD o Bun 'd ("el bastión de la rebelión" o "la cuna de la luz").  A partir de este término proviene del nombre de los Bantús de Africa.  Estaba allí el dominio de los Shemsu-Ra, los seguidores de la luz.  El mismo país de Punt también fue llamado Ta-Neter ("país de Dios") en la época de los faraones.  Era el centro de la región del Cuerno de África, una región que se llama "Nugal", que recuerda a los Nungal, los futuros Shemsu y Urshu egipcios.  La mirra, uno de los productos reportados de las expediciones a través de Punt, como el de la reina Hatshepsut, proveniente de Somalia o Yemen, donde se encontraba la segunda Dilmun.  Los envíos de piezas antiguas de Egipto a la tierra de Punt también implican la presencia de numerosos metales preciosos; es Etiopía, en efecto, ya que tiene importantes depósitos de oro y de hierro (sobre este tema ver el mapa de la minería en las páginas centrales).

- Pero ustedes mismos están inusualmente agitados -Le contesté.  
- No lo ve usted, soldado, el Benu está de vuelta -Reanudó Dagde poniendo su mano en mi hombro- Shemsu, Urshu, Adinu, Sukkal y partidarios de Setes harían muy mal en no agitarse.  
- ¿Qué quieres, Benu?- Preguntó el soldado de Ra. 
- Yo no pido que tus comerciantes se unan a mí en la batalla por delante -Le contesté sarcásticamente- Sino más bien que bloqueen Kem-Ur si los Anunnaki se desplazan a nuestra ofensiva para ganar los flancos de Ara (Arabia) o Sabba.  
- Sabes que no podemos detenerlos en su casa, en Ara, pero sólo en las orillas de Sabba.  Si no quieres verlos desplazarse más al norte, tus Shemsu-Heru deberán contener las costas de Sti (Nubia).  
- ¡Está previsto! 
- Entonces no nos necesitan, Mesi-Asar (la semejanza generada de Asar).  
-... Y ustedes podrán ocultarse en sus túneles, cerrando la gran puerta de metal detrás de si mismos, mientras que sus hermanos libran batalla... -Añadí.  
La lucha sangrienta que habíamos tenido que librar produjo que una parte de las cajas de madera traídas desde el desembarco fueran destruidas. Todo tipo de productos se extendieron sobre el suelo. Mi ojo fue capturado por unas piedras azules. Yo barrí el polvo con los pies para ver con más claridad. Siguiendo la pista de estos minerales, del color del cielo de Nut, descubrí varias cajas grandes apiladas más allá. Dagde comprendió mi sorpresa y tomó la iniciativa rompiendo una con su poderoso martillo. Miles de piedras escaparon del agujero. Me senté en cuclillas para tomar unas pocas, vi que era Khesbet (lapislázuli).  
- ¿Qué hacen estas piedras azules de Kalam aquí? 
- Los sacerdotes de Itemu-Ra las utilizan para sus objetos votivos, y simplemente se las proporcionamos.  
- Te ordeno, que estas piedras, no las lleves jamás a través de Kem-Ur, ¿comprendido?  
- Comprendido, ¡pero se va a poner en contra de sus mayores Itemu y Her!  Usted tendrá que ver esto directamente con ellos. Nosotros ofrecemos estos productos mientras exista la demanda en su tierra... Las piedras azules de la región de Zagin (Asia Central), que se encuentra al este de Kalam (Sumeria), son una nueva moneda de cambio aquí. [[1]] Debe avanzar con los tiempos, Benu.  
- No te preocupes, comerciante Shemsu, pronto ya no tendrá para satisfacer ninguna demanda. Me comprometí gradualmente en dar lugar al clero de Asar. Sus compradores, que reportan a Itemu-Ra, saldrán del país.  
- Sólo tengo un consejo para usted: no cometa el mismo error que su padre, que no quería ningún cambio. Usted vio a donde ello lo llevó... 
Miré hacia el cielo. El viento soplaba más y más fuerte, mientras que un intenso resplandor se elevaba suavemente en el horizonte constituyendo como un segundo sol. Apunte con mi dedo advirtiendo a mis interlocutores del peligro, que era inminente:  
- Y ahí esta el eco de Asar, la llamada de la venganza... Mientras tanto, cuento con ustedes para eliminar a los soldados de Setes que se replieguen en los bancos de Sabba. Si me decepcionas, voy a hacerte tragar tus piedras una por una.  
Recogimos a nuestros Sukkal y volvimos a la próspera región de Bun'd. Una simple reseña de Kem-Ur fue suficiente. Encontré a Nebet-Hut en el lugar, armada de pies a cabeza y dando instrucciones a mis soldados aturdidos. La agarré del brazo y la aleje de los oídos indiscretos.  
- Finalmente estas aquí -Dijo- El Benu se aproxima y tú dejas nuestra zona sin previo aviso. Tu madre está preocupada y me mandó a traer a nuestros ejércitos hacia el Duat.  
- ¿Qué me estás diciendo? Aset ha seguido en contacto conmigo a través de la esencia de su espíritu. Ella sabe ahora mis planes y los aceptó. Ve al refugio; vuelve con mi esposa rápidamente. Yo me encargaré del resto.  
- ¿Cómo te atreves a hablarme así, tú, la esencia de mi esencia? Tu inmadurez es lamentable, ¡Aset es tu madre y yo tu prometida, tu Santa!  
- ¡Tu divagas! Ya no molestes con tu chantaje habitual.  
- Tú no conoces la iluminación, pobre rey. Estás cegado por tu madre. Esto siempre ha sido así, tanto ayer como ahora.  
- Estas intoxicada por las piedras negras, y tu espíritu se debilita -Le contesté- ¡Entra, te digo! Te prometo el fin de todos nuestros problemas pronto.  
- Me sometí el ritual de Seba-Mut (Puerta de la Muerte). ¿Crees que fue para ser perdonada por mis errores del pasado? Si lo acepté, fue para encontrarte aquí, en la carne, libre de toda mancha, y tú volverías de nuevo a mí, tú, mi amado. Siempre estaré agradecida con tu madre por traerte de vuelta. Estoy cansada de estar en su sombra. Ahora que me he convertido en la luz, te guste o no, mi resplandor traerá la iluminación. El prestigio que nos concierne juntos, abrazara a todos los países. Si no me escuchas, vas a sufrir mucho y caerás a mis pies, lleno de remordimiento -Me regañó ella con desprecio... 
Nebet-Hut retrocedió unos pasos.  Ella me había mirado fijamente con sus ojos furiosos y se había dirigido a su nave voladora que finalmente despegó verticalmente como una flecha. Dagde me miró con simpatía:  
- Ah, las mujeres, te dije que irritaban, pero no te permitas impresionar por la niña de tu tío.  
 Nuestra parada en Bun'd duró sólo el tiempo que se tardó en hacer el plan con mis tropas allí. Y fue en ese momento que recibimos la información más reciente sobre el movimiento del Benu Celestial por radio. Por suerte, los vigilantes Adinu anunciaron que no iba a golpearnos, o incluso hacernos bascular, salvo que su trayectoria sea lo suficientemente cerca como para hacer estallar el planeta entero. El anuncio fue hecho a las tropas de Bun'd que expresaron su alegría a través de aplausos y ovaciones. Si nosotros tenemos esta información, nuestros enemigos pronto la tendrán también. Tenía que actuar rápidamente.  
Me reuní con mis Shemsu-Heru, las fuerzas de los Adinu y los del clan Khentamentiu. Algunas guarniciones Shemsu-Ra de Bun'd parecían dispuestas a unirse a la lucha sin el acuerdo de Her-Ra. Las tropas tenían por misión retirarse hacia el Norte lo antes posible para interceptar cualquier partidario de Setes que encuentren en su camino. El gran ejército estaba en movimiento. De acuerdo con mi plan, otros regimientos ya estaban en ruta hacia el Norte unos días antes.
Era el momento de ejecutar la primera fase de mi plan. Dagde se frotó las manos. Volamos hacia el Este de Sti (Nubia). Yo me oriente gracias a la información de Saglam, el padre de Dagde. Él me reveló donde se encontraba el último de los que habían traicionado a Asar. A continuación, vimos a muchas de mis tropas desplegarse según lo acordado. La atmosfera estaba impregnada de miedo y hostilidad. Estábamos cerca del mediodía y el segundo sol se levantó en el horizonte, portando en su interior la ira divina de los Kadistu (planificadores). Fuertes ráfagas de viento levantaban la arena y sacudían la hierba alta.  
Estábamos en los territorios de Asar robados por nuestros adversarios. Cerca de allí había una gran mina de Nebu que los soldados de Kalam habían sustraído, y es a este depósito donde debíamos dirigirnos. Deposité a Geghu en el refugio de un acantilado con tintes negros. No pudimos acercarnos más sin el riesgo de hacernos visibles por el enemigo. La propiedad del traidor se encontraba a una buena hora de marcha. Estaba custodiado por muchos partidarios de Setes, siempre estacionados en Sti a pesar de la llegada -dramática- del Benu Celestial. Toda la zona estaba rodeada por nuestros Shemsu y Urshu. Ellos estaban escondidos detrás de rocas, arbustos y bajo la arena; esperaron pacientemente a mi señal.  
Un fuerte viento había eliminado todas las nubes: el cielo estaba azul profundo. El sol abrasaba la tierra. Caminábamos hacia nuestros enemigos cuando Dagde me tomó del brazo y ordenó a nuestro grupo hacer silencio. Él me hizo una seña para escuchar a lo lejos: se oyó el silbido de Arit-Kheru (ojo de los sonidos). ¡Un gemido agudo y constante como el coro de mil mujeres en parto! Sabíamos que el ruido se amplificaría hasta volverse insoportable.  
Después de una hora de caminar, nuestro grupo había llegado al final de su ruta. Nos acercamos a un conjunto de acantilados oscuros; el campo del delincuente estaba a los pies en de la entrada del valle. Tomamos nuestros dispositivos de visión de aumento. Dagde me mostró dónde estaba la mina de Nebu. Otros pozos se hundían aún más en el suelo:  
- Esa es la mina de Teri. Mira, están utilizando a los Dengu (pigmeos) como esclavos. En mi época, cuando yo dirigía las minas de Asar, los Dengu trabajaban para nosotros sin restricciones. Son tan pequeños que pueden pasar a través de los tubos estrechos y romper las venas de cuarzo duras. A cambio, los Adinu protegían sus territorios de los enemigos de la Luz. Hoy en día, debido a la división entre los Nungal y sus hijos, demasiadas tierras de Asar están bajo el control de nuestros oponentes. Los Dengu de Bun'd se liberan a sí mismos, y los que son capturados se convierten en cautivos. Muchos se refugiaron en los bosques de Kankala (África). Observé que el grupo salió de la tierra, subían a la superficie las piedras que luego se molían en molinos por las mujeres Dengu que se veían cerca del primer hoyo. El polvo recogido era extendido luego sobre losas inclinadas. Las mujeres se encargaban a continuación de correr el agua sobre ellas para obtener el brillo del Nebu. ¡Este maldito Nebu volvió a los Anunnaki definitivamente locos!  
- Sí, esto no es nuevo, y tenemos la suerte, tú y yo, de no tener que soportar el KI (3D). Ha llegado el momento, mi amigo, de recuperar nuestras propiedades y de liberar a los Dengu y a todos los asesinos de Asar que están bajo sus dominios. Vamos a cumplir con el plan previsto. No estoy seguro de si podremos volver a comunicarnos en las próximas horas. Buena suerte mi amigo.  
- Yo me ocuparé de liberar a los Dengu -Dijo Dagde- Y luego voy a estar a tu lado. Mi martillo no se quebrara.  
A continuación, un gran muro circular de piedra protegía las casas enemigas, algunos de las cuales tenían forma de huevo. Muchas personas podrían permanecer aquí: siervos, esclavos, soldados, trabajadores... Me incorporé para ser visto por todos. Uatch dejó su vaina y se iluminó como el Benu Celestial. Mis tropas se levantaron para la emboscada y, con un gesto de mi cristal, di la señal para el comienzo de las hostilidades.  
En ese momento, nuestros cinco Sukkal-Adinu, armados con sus arcos y flechas, se precipitaron en el vacío, y tomaron vuelo hacia la fortaleza de Teri. Apenas tuve tiempo de volver la cabeza y Dagde ya se había apresurado hacia nuestro objetivo. Descendimos por la pendiente, arrastrando malezas y arbustos a nuestro paso.  La tierra tembló bajo los pies de los guerreros de la Luz. Los sitiados fueron presa del pánico, pero muchos de ellos se precipitaron contra esta enorme masa, cuya misión era aplastar todo a su paso. ¡Tuvimos que golpear duro y rápido!  
Los Anunnaki vinieron del norte y corrieron a la defensa de los sitiados. Había más compañeros de Setes de lo esperado: esta mina de Nebu fue una de las más importantes de Sti. Volando sobre el combate, los Sukkal disparaban sus flechas en el polvo que se levantaba. La puerta de la muralla Este había cedido ante la presión de los carneros de madera, permitiendo a nuestros soldados atacar el lugar con la fuerza de una tormenta de viento. Nuestro grupo había adoptado una trayectoria paralela a la de la estrella loca, y el brillo de esta cegaba a nuestros enemigos. Las quejas del Benu Celestial se convirtieron, por su parte, cada vez más agudas y dolorosas, sembrando confusión entre nuestros oponentes que finalmente se dividían.  
Dagde barrió con su arma una serie de adversarios recalcitrantes y se nos unió en el corazón de la batalla. Sus pigmeos tomaron parte en los combates en la estela del coloso. Llevaban lanzas Shemsu que Dagde había roto en dos. ¡Todos estábamos allí para vengar la causa de Asar! El desorden era extremo. A pesar de la llegada de nuevos combatientes enemigos, la victoria parecía segura. Uatch tallaba a través de la carne Anunnaki. Su rugido amenazador se mezclaba con el del Benu. Progresando en el tumulto, yo estaba en busca del Neferu traidor, en parte responsable de la división entre los seguidores de Asar y los de Ra. A mi alrededor, los compañeros de Setes cayeron uno por uno ante nuestros golpes vengadores.
Me colé en los apartamentos del maestro de la región. Estos contenían una riqueza inimaginable proveniente de Kemet, de Sti, de Bun'd de E-Dilmun y de Kalam. Ellos fueron escenario de dispersos combates. Entonces accedí al patio lleno de palmeras; estaba inquietantemente tranquilo. Después de buscar en todos los rincones del patio, encontré a una persona con la piel blanca escondida en una de las cajas. Él estaba asustado y olía a orina. Yo lo levanté. Sus ropas me indicaban que yo estaba en presencia de un sujeto con poder, pero parecían demasiado estrechas para él, y el individuo lucía una barba, mientras que ningún sirviente la llevaba. Y de repente tuve una visión. Una visión de Asar de un pasado lejano, como el que me había cautivado durante mi encuentro con Saglam, el rey de los Neferu. Vi a este individuo con Saglam en Ta-Ur, el entonces guardaespaldas de Asar. Ambos eran muy familiares... Mi padre también los conocía... 
Así que pensé que era el que estaba buscando, pero tenía más bien un tamaño medio de Shemsu, no el de un Neferu como yo esperaba. El baúl contenía piedras azules de Kalam. Yo le pregunté qué eran estas piedras y de dónde venían. Dijo que no lo sabía, que se trataba de meras piedras. Le cuestioné a sobre su amo, y él dijo no saber dónde estaba. Tomé a este extraño por el cuello y lo empujé en la dirección de los combates. Se puso de pie curvado y protegiendo su rostro. El choque de las armas había disminuido; nos habíamos convertido en los dueños del campo. Dagde no estaba lejos y le hice un gesto que se apurara, lo cual hizo, acompañado de varios pigmeos. Les pregunté:  
- ¿Alguno de ustedes habla Re'enkemet (egipcio)? 
Uno de los Dengu (pigmeos) vino hacia mí: 
- Yo; es un idioma que hablo.  
La pequeña criatura me miró con cuidado de pies a cabeza con una mirada asombrada.  Finalmente añadió:  
- Se dice que es usted. 
- ¿Yo? -Le respondí.  
- Sí, Asar, nuestro creador. Que volvió del reino de las sombras a través de la montaña blanca del Norte. Durante mucho tiempo hemos orado para que usted venga a rescatarnos.  
- Sí, soy yo... Me desperté de entre los muertos.  
El Deng [[2]] luego se dirigió a sus compañeros. Exclamaciones de alegría se elevaron y una docena de manos pequeñas comenzaron a vagar por todo mi cuerpo. Sus ojos estaban llenos de felicidad. Le pregunté a Dagde con la mirada, sin entender cómo estos seres humanos podían saber que Asar estaba muerto. El hijo de Serkit respondió:
- Los Dengu fueron creados por Asar hace ya mucho tiempo. No sabemos qué tipo de relación tenía con ellos, pero en la época que administré las minas de Sti, los Dengu de la región de Bun'd se habían ofrecido naturalmente a colarse en las proximidades.  
- ¿Conoces tú a este individuo? -Le pregunté a Deng.  
- No. Pero yo sólo trabajo aquí desde hace diez lunas. Yo fui tomado por la fuerza de mi bosque.  
El Pigmeo luego discutió con sus hermanos.  
- Es inútil, señor, estos Dengu no saben nada, estos son de poca importancia -Me dijo el siervo barbudo.  
- Y tú, ¿no eres uno de los criados de esta minería? -Le pregunté- ¿Crees que tu destino es mejor que el de ellos? 
- Yo estoy al servicio de mi señor, mientras que ellos son sólo raspadores de inmundicia y de la piedra.  
- Tienes una lengua afilada para un simple siervo que ni siquiera sabe donde está su amo.  
El enano que había hecho el punto con sus hermanos terminó diciendo:  
- Es el señor de este campo, él es el líder. Tres de mis hermanos lo han visto supervisar la obra y dar latigazos porque no iban lo suficientemente rápido.  
Me volví hacia el extraño siervo cuya piel blanca consistía en una fina capa de escamas.  
- Bueno, ¡eres tú! -Le grite.  
- No, sólo soy el siervo, Señor. Mi amo me ordenó comandar la cosecha del metal precioso y golpear a los raspadores de piedra.  
- Y por lo tanto tú eres un antiguo Shemsu. Tu apariencia es la de un Nungal del Este, cuya protección está garantizada por mi mayor Her-Ra. ¿Qué haces entre los siervos de esta mina?  
- Yo... tengo que pagar una deuda. 
Este pequeño juego no me gustaba en absoluto. Vi pasar a un Neferu sosteniendo un leopardo domesticado con una correa. Con una señal de mi mano, le indiqué que se acercara. El animal posó amigablemente sus patas sobre los hombros del traidor, reclamándole caricias.  
- ¿Qué quieres tú, estúpido animal?! -Gritó, con la esperanza de seguir buscando persuadirnos.  
- ¡Es realmente el traidor! -Dijo Dagde- ¡Permítame moler sus huesos, señor Heru, en tu nombre, en el de mi padre Saglam y en nombre de todos los Neferu!  
- No, no depende de nosotros hacerle pagar por todo esto, mi fiel amigo, a pesar de que mi enojo se une al tuyo. ¿Te das cuenta de que no es un Neferu, sino un antiguo Shemsu-Ra? En su misericordia, tu padre eligió ocultar la identidad del traidor y echar la culpa a un Neferu en lugar de tener que admitir el origen del tercer perjurio.  
- Pero ¿por qué mi padre hizo esto? -Preguntó Dagde.  
- Te darás cuenta pronto, mi amigo...  
- Tengo el corazón triste, joven Heru -Dijo Dagde.  
- Yo también, pero no por mucho tiempo. Vamos a reparar el daño que se ha hecho, tráeme pronto una estaca y una cuerda gruesa.  
Tras estas palabras, el hijo de Serkit rápidamente encontró lo que le pedí. Sin soltar al traidor por el cuello, lo arrastré fuera. Luchó y lloró de rabia:  
- ¡Tú no sabes con quién estás tratando, bastardo! Tu padre no quería ningún cambio, soñaba con un mundo sin guerra, a excepción de que debería haber compartido sus riquezas con sus adversarios; pero prefirió desafiarnos para convertirse en el único propietario de las minas de Nebu que los Anunnaki necesitaban. Si eres Asar de entre los muertos, debes reconocerme.  
- Pero si yo se muy bien quién eres, eras tú quien abrió las puertas del dominio de Ta-Ur esa noche trágica. Yo te reconocí, pero quería que reveles tu identidad, sin querer fue finalmente tu mascota quien te denunció.  
- Entonces, mátame y termina con esto. ¡Hazlo rápido y bien!  
- Bueno, sí, pero no tan rápido como te gustaría. De todos modos, tu destino no depende de mí desde aquella noche horrible.  
Estábamos fuera. El Benu Celestial brillaba como un fuego purificador y el sonido que producía se hizo insoportable. Nubes oscuras se dirigían hacia nosotros. La lucha había cesado, nuestros oponentes estaban muerto por los disparos de venganza de mis ejércitos aliados. Tomamos prisioneros, pero muy pocos. Esta victoria nos había costado un puñado de guerreros. Varios miembros del clero Khentamentiu acababan de llegar. Habían crecido más rápido de lo esperado en Kem-Ur (Mar Rojo), impulsados por los vientos favorables a nuestra posición. Como era de esperar, los Shemsu-Heru que acamparon en el Norte, entre Kem-Ur y Iuter-A'a (el Nilo), les habían indicado cómo llegar hasta nosotros. Los sacerdotes estaban aterrorizados por el descubrimiento de la magnitud de la carnicería. Yo les pedí que se alegrasen porque yo iba a devolverles la mina, así como todas las áreas que se reanudarían en las próximas horas. Los sacerdotes me indicaron que habían visto las naves enemigas en llamas en el sureste, a lo largo de la costa de Sabba y E-Dilmun. Entonces les respondí que todo estaba perfecto y que podíamos agradecer a los Shemsu-Ra por su ayuda desafiando la autoridad del gran Ra.  
Dagde regresó con una enorme estaca que blandió orgullosamente. Le pedí que la plantarla en el medio del patio de la fortaleza. También ordené que la puerta que había sido forzada sea más o menos reparada y cerrada.  Después pedimos a nuestras tropas dejar las fortificaciones y esperar fuera. Aparte del clero de Asar, nadie entendía lo que estaba pasando. Dagde preguntó acerca de mis intenciones, a lo que respondí:  
- Yo utilizo la misma regla que en Ta-Ur, cuando regresé la región de Asar a los sacerdotes Khentamentiu. Es una práctica mágica de mi madre que consiste en invertir el sentido de una acción pasada para repararla.  
Dagde, el pequeño grupo de Dengu, el traidor y yo estábamos en el patio principal de la fortaleza. El clero de Asar estaba a nuestro lado. Los soldados se impacientaban en el exterior y podía oír el aumento de las voces interrogativas. Le ordené al perjurio abrir la puerta de madera del dominio de Teri. Se negó. A mi petición, los Dengu trabaron al traidor Shemsu y lo empujaron hacia la puerta que finalmente se abrió bajo la restricción de una lanza. La puerta crujió y se abrió hacia el exterior. Inmóvil y asustado, el traidor se enfrentó confundido a un ejército. Exigí que nadie se moviera. Entonces yo hablé desde lo alto de las murallas, mientras que Dagde ataba al delincuente a la estaca:  
- Amados Shemsu y Urshu del Oeste, del Este, del Norte y del Sur. Preciosos Adinu, Neferu-Dogan y Shemsu-Heru. Estamos todos aquí en este glorioso día. Todos los hijos de Asar y sus hijos también están presentes. Ha llegado el momento de la venganza. Después de salir de la mina, vamos a ir por el campo recuperando las regiones de Asar que fueron saqueadas ante nuestros ojos. Pero antes de que nuestra marcha valiente y liberadora vaya hacia el norte hasta el muro blanco que marca la frontera con Mehti (Delta del Nilo), les voy a pedir a todos los guerreros de Ra así como a los Neferu-Dogan y a los Shemsu-Heru que den un paso adelante y se preparen para invadir la propiedad fortificada de Teri. El Shemsu-Ra que se ve bien sujeto a la estaca plantada en el patio, ¡esta atado como lo estuvo Asar el día que fue entregado por tres individuos para luego ser sacrificado! Estuvimos buscando por mucho tiempo el tercer perjurio, que hasta ahora nos evadía. Aquí es donde se escondía, bajo la protección de los partidarios de Setes y disfrutando de todo este lujo. ¿Ahora se preguntan por qué hemos creído hasta ahora que estos tres traidores eran Neferu? El hecho es que se trató de una forma de preservar la paz entre los diversos Shemsu y Urshu de Asar y Ra. Si el clan Khentamentiu había sabido que uno de los delincuentes era un Shemsu-Ra, ¡esto habría provocado una guerra total entre los Nungal, y los partidarios de Setes nunca han ganado su batalla contra 'Nki-Asar! Resultó más sabio cargar con la culpa a los Neferu, "mal mestizo" y con ello preservar una frágil paz entre los Nungal. Saglam, el rey de los Neferu, el origen de esto que se convirtió en el núcleo de mi ejército, es el único sobreviviente de los guardaespaldas de Asar. Todos los Neferu aquí presentes lo saben. Ha sacrificado a los suyos que han sido sancionados, para preservar la paz entre los Nungal de Sa'am (el asesinado). Es por eso que yo, Mesi-Asar, ¡les autorizo ​​en este día solemne a los Shemsu-Ra y a los diversos Neferu para que entren en el campo de Teri, para desangrar con un arma blanca al traidor que abrió las puertas de Ta-Ur a los asesinos de Asar!  
Contra todas las expectativas, los Shemsu-Ra y los Neferu se presentaron en orden y en calma ante el traidor. Uno tras otro, los soldados hundieron sus espadas en el cuerpo del traidor. Los primeros treinta tenían por objetivo exclusivamente los brazos y las piernas para clavar el suplicio, y luego se completó como a un animal, como fue el caso de Asar.  
Todo se hizo en un silencio glacial que cubría el ruido ensordecedor de Benu. Fueron varias horas de esta ceremonia macabra, pero tan refrescante. Nosotros, sin embargo, no podríamos esperar más tiempo. Cuando el cuerpo era una masa sangrienta de carne y huesos, comencé a agrupar este gran ejército para comenzar nuestra caminata hacia el Norte. Los que restaban todavía para saciar su venganza bajo la atenta mirada de los sacerdotes Khentamentiu se unirían a nosotros más tarde. A mi petición, Dagde tomó el mando de las tropas. Yo debía recuperar a Geghu más al sur, a una hora a pie de donde estábamos. Reuní a los cinco Sukkal para que me acompañen volando. Uno de ellos había roto sus alas de madera, y entonces le pedí que vuelva junto al hijo de Serkit.  
Mi pequeño grupo había salido de la mina de Teri. Todos nos pusimos en marcha, y luego corrimos a medida que se escuchaban los sonidos distantes de lucha. Estábamos en una carrera contra el tiempo en busca de mi nave. A los pocos rezagados que nos estaban retrasando, los he sacudido para que aceleren el paso. Geghu estaba esperando pacientemente por nosotros en la palma de la montaña y cuando nos deslizamos dentro del aparato, la cabina brillaba en la oscuridad como el ámbar estrellado.  Tomé el control y despegué a la velocidad del rayo. Sentí que estábamos retrasados en mi plan y yo estaba ansioso por observar la progresión de mis tropas desde el cielo y cómo los combates tuvieron lugar.  
Había puesto mi radar en marcha. El espectáculo no era el que yo esperaba; los fieles de Setes no se retiraron todos a Kalam y a las montañas del norte. Varios grupos de mi tío se enfrentaron contra nuestros Shemsu-Heru y otros, en el suroeste de Kemet, lucharon contra el clan Khentamentiu. La mayor parte de mi ejército no era lo suficientemente rápido, la venganza contra Teri nos había retrasado considerablemente. La recuperación de nuestras tierras no se llevaría a cabo con la misma facilidad como se esperaba... 
El Benu Celestial ahora dominaba el horizonte. El polvo y las columnas de humo subieron al cielo, indicando los diferentes sitios de combates.  Su fuerte inclinación nos mostró que fueron barridos por los rabiosos vientos. Los superábamos en número, pero nuestras tropas estaban demasiado dispersas. Hubo una gran confusión en los diferentes lugares; Setes no estaba impresionado por el Benu, al menos por ahora. Al Este, el azul profundo de Kem-Ur se destacaba por la tierra bordeada de palmeras; los navíos brillaban en las costas de Sabba y E-Dilmun. Los Shemsu-Ra fueron de gran apoyó. Sin embargo, recientemente, barcos enemigos pesados ​​zarparon de las costas de Ara a pesar del mar tempestuoso acercándose a las costas de Sti y Kemet. Geghu estaba armado hasta los dientes, aproveché esta ventaja para atormentar a las naves enemigas que representaban un blanco fácil. Geghu se inclinó hacia la derecha para navegar hacia el mar interior y las costas de Ara, no lejos de la frontera de Sabba. Los cuatro Adinu-Sukkal que me acompañaban se aferraron a sus asientos. Señalé con mi brazo a tres grandes buques equipados con velas y remos que embarcaban numerosas tropas. Un primer misil fue disparado, que escupió llamas y humo negro. Dos Tian (flechas del cielo) Anunnaki nos dieron caza. Tire de los comandos de Geghu para ganar altura. Al llegar a la estratosfera, destruí uno mientras que el otro seguía nuestra búsqueda.  
Recibí en ese momento un mensaje de radio de mi hermano Sabu que mandó nuestras fuerzas al norte de Kemet. La noticia no era buena, nuestra sede real fue atacada desde todos los lados como en el momento de mi nacimiento. Los Shemsu-Heru presentes en la colina de Dep habían sido enviados alrededor del escudo protector y formaron un muro impenetrable que llegaba hasta el muro blanco de Mehti (Delta). Era Setes mismo quien dirigía la lucha contra el escudo de Bit-Ra-Hem, tratando de debilitar nuestros pilares de energía y crear una grieta para engullirla. Her-Ra finalmente había tomado parte en la batalla, pero en el cielo y en la tierra, la lucha parecía incierta. Sabu también me informó que dos pilares habían dejado de funcionar, y que el escudo se rompería si un tercero fallaba.  Era importante recuperar el norte del país, lo más rápidamente posible para echar una mano a mi familia. Pensé en Aset; ¡sobre todas las cosas no debe pasarle nada a ella!  
Mi radar me dijo que cuatro Tian Anunnaki nos daban caza. La situación era desesperada. Al estar en el límite de la estratosfera, no estaba seguro de poder controlar mi dispositivo con tantos enemigos a mis talones. Decidí huir en picada a través de los barrancos de Sti. Descendiendo a toda velocidad, Geghu fue atacado por todos los frentes. De repente, uno de los dispositivos enemigos explotó, seguido de un segundo. Mi detector indicó la presencia de diez naves desconocidas que perseguían a mis agresores. Una lengua extranjera sonaba en la cabina; uno de los Sukkal nos silenció para terminar diciendo:  
- Son los Imdugud, enemigos de los Anunnaki. Vienen a ayudarnos.  
Nuestra sorpresa fue total. Una segunda voz se escuchó, hablando esta vez Re'enkemet (egipcio):  
- Nosotros estamos asistiendo, al que despertó de entre los muertos, con armas robadas a nuestros progenitores Kingu. El acceso al Norte esta abierto. Vaya rápido si desea rescatar a su familia.  
Nos enfilamos hacia el norte a una velocidad que superó con creces la velocidad supersónica. Esto sin duda decepcionó a Dagde que tuvo que vernos partir cruzando la barrera del sonido. En esta ocasión no podría apoyarme. Un espeso humo negro se elevaba desde diferentes puntos hacia el cielo. Las batallas terrestres eran cada vez más vigorosas a medida que avanzaba hacia Nashareth. En todas partes reinaba el mayor desorden y varios barcos brillaban en el gran río. La velocidad a la que el humo y el polvo fueron arrastrados a bordo del Iuter-A'a (el Nilo) indicó que el viento soplaba muy fuerte. El cielo estaba derramando lluvias torrenciales y el río comenzó a hincharse y a desbordarse. Escombros de todo tipo estaban volando de aquí para allá. La aproximación del Benu Celestial estaba provocando un huracán terrible. Una luz cegadora y casi sobrenatural provenía del astro de la perdición. Muchos árboles ardían - ¿fue a causa de los combates o del aliento de Benu? Ordené por radio a Sabu no ceder y asegurar que nuestros soldados mantengan sus posiciones. El Benu Celestial estaba justo por encima de nuestras cabezas; ¡él era nuestro aliado! Teníamos que golpear duro y no dar tiempo al enemigo para tomar coraje. En algunos lugares, el suelo estaba cubierto de montones de cadáveres como árboles arrancados. Visto desde arriba, era difícil saber a qué lado pertenecían, sobre todo los que estaban hacia el Este. El barro lo hizo aún más difícil.  
Cuando llegamos a divisar la sede real, vimos que Bitra-Hem estaba sumida en una oscuridad lúgubre. El escudo se encontraba todavía en actividad. Sobrevolamos por la gran muralla de energía que llegaba al canal principal.  La lucha era interminable.  Donde la lucha era más feroz, los ejércitos tomaron la forma de enjambres de moscas. El espectáculo era terrible. Estandartes de halcones y lobos flotaban como hojas en el viento, indicando que nuestras tropas salieron victoriosas. Desde el cielo, descargamos, a nuestras tropas, todas las armas de metal que teníamos en nuestro poder. Los Sukkal entonces me pidieron que los colocara en una colina, desde donde iban a revisar la manera de atacar antes de volar hacia el caos, armados con arcos y muchas flechas. Les aconsejé equiparse con espadas, los dejé en una de las colinas donde solía soñar despierto cuando era más joven. En el exterior, el ruido era terrible, y el asedio continuaba sin cesar a pesar de todo. Había sin embargo ubicaciones donde algunos partidarios de Setes mostraban un comportamiento desordenado. Vimos algunos que abandonaron sus posiciones y huyeron de las zonas de combate, en vista de lo que el cielo les reservaba.  
El escudo de Bit-Ra-Hem finalmente cedió. Una nube de flechas subió al cielo para caer sobre nuestros soldados. Algunos partidarios de Setes cruzaron el muro armado que formaban las fuerzas de nuestra coalición. Geghu se posó en una catástrofe en medio de los combates, cerca de varias divisiones de Shemsu-Heru. Salí de la cabina a la velocidad del rayo. El sonido que emanaba el Benu Celestial era totalmente aterrador, que iba desde los más agudos a los más graves produciendo un zumbido atroz. Brillaba más que nunca, y su tono parecía el de la sangre. Estaba rodeado de un halo de espesor y se escapaban llamas listas para lamer la tierra que parecía dislocar desde todos los lados. Yo estaba a los pies de Bit-Ra-Hem, a la altura de los combates. Desenvainé a Uatch. Una lluvia de flechas voló por encima de mi cabeza. Ataqué furiosamente a los adversarios que se presentaron ante mí con grandes golpes de mi espada. Todo nuestro alrededor estaba lleno de combatientes caídos. Yo no podía escuchar ningún sonido, ningún grito, solo el rugido constante de Benu, que se convirtió en Arit-Kheru (ojo de los sonidos), era ensordecedor. Mis soldados trataron de hablar conmigo, pero sus voces fueron sofocadas. Fue en ese momento que vi la Na'arb de Her-Ra iluminarse en el cielo, y un rayo que transportaba a el gran Ra y a su grupo de guerreros.  
Pero Setes apareció de repente, como salido de la nada, directo hacia mí. Llevaba una brillante armadura. El enfrentamiento fue brillante, él golpeó duro con su espada de Ba'al-en-Pet (hierro del cielo), una sustancia que repele el calor del Gírkù. La ira de mi tío estaba en su apogeo, y ella parecía rivalizar con el rayo destructor. Sus ojos parecían de color rojo, pero tal vez solo era el reflejo de los rayos del Arit-Kheru. Con la otra mano blandía un látigo cuyo extremo estaba constantemente tratando de caer sobre mi carne. Sus movimientos eran fluidos y su sonrisa sádica. Su espada cayó con precisión sobre mi cristal enfriándolo.  Esquivé lo mejor que pude los golpes del látigo, pero Setes era ágil, parecía haber repetido su lucha miles de veces. Recibí un golpe en el rostro, que arrancó mi ceja derecha hiriendo cruelmente mi ojo.  
Estaba atrapado con la guardia baja. La gemela de Aset no me había preparado para este tipo de lucha, ¡pero yo sólo estaba preocupado porque había observado a Setes utilizar el látigo en el Kidul (mancha oscura) en el corazón de Bit-Ra-Hem, sin recordar la lección! La herida era profunda - yo estaba sangrando mucho. Traté de esquivar los ataques como me había enseñado mi maestra de armas. Los movimientos de Setes eran rápidos. Se regodeó mientras hablaba para distraerme, pero yo no podía oír nada ya que el sonido del Benu era muy fuerte. Mi lesión me hizo sufrir horriblemente. Pero pronto comprendí el punto débil de su táctica: el brazo que sostiene el látigo se estaba moviendo mucho más lentamente que el que manejaba la espada. Luego cambié de repente el ritmo que había adoptado para evadir el látigo; dos pasos rápidos y eventualmente Uatch partió la correa de un corte. Setes y yo estábamos ahora en igualdad de condiciones. Parecía estar entrando en pánico porque no había previsto mi astucia. Su espada comenzó a circular en el aire. Mantuve mi guardia elevada como me habían enseñado. Cada uno de sus golpes fue firmemente rechazado. El arma que mi oponente estaba cortando el aire caliente. Siguió avanzando obligándome a retroceder, pero mi buen ojo me permitió prever todos sus movimientos.  
La oscuridad se había disipado nuevamente bajo el resplandor de los dos soles.  La lucha parecía haber cesado a nuestro alrededor. Shemsu y Urshu de todos los clanes se volvieron atentos al duelo que se desplegada. Sin más partidarios Setes no parecía detenerse. Vi brevemente a Her-Ra, que estaba acompañado por unos cincuenta reales Babbar (albinos) con las miradas neutras. Luchamos en un campo estrecho, los soldados nos rodeaban por todos lados. Her-Ra hizo señas a los guerreros para que se abrieran y así darnos espacio. Sabu apareció entre los espectadores y parecía muy preocupado. Sabiendo que era observado por el gran Ra, la agresividad de Setes redobló su intensidad. Probablemente pensó que si él salía victorioso de este duelo, Her-Ra evitaría que los seguidores del Oeste y del Este se abalanzaran sobre él. ¿Pero podía estar seguro? Todos estaban nerviosos, algunos tenían la mano cerrada sobre el mango de sus espadas, como listos para saltar.  
Her-Ra no estaba lejos de mí, casi pude sentirlo. La luz era tan brillante que vi como iluminó brevemente su cara perfectamente. Su ojo izquierdo estaba ligeramente más claro que el otro, el testimonio de una antigua lesión hoy reparada. Un detalle volvió a la mente. Era una vieja historia que Aset me había contado cuando era un niño. En la defensa de Bit-Ra-Hem, y mientras la Reina del Trono estaba a punto de darme a luz en su corazón, mi mayor había perdido un ojo durante los combates aéreos.  Su nave fue golpeada por el enemigo y salió herido, y tuvo que continuar la batalla en ese estado. Fue Nammu quien lo trató después de los combates. Extraño destino que me encuentro en una situación similar a la suya. No hay dudas de que pensaba lo mismo... Setes lo había comprendido, y él se había dado cuenta de que si perdía su duelo, Her-Ra no haría nada por él, especialmente cuando su secreto es ahora conocido por mi tío: ¡el gran Ra es apoyado por los peores enemigos de los Anunna, los Kingu-Babbar! El espíritu de Setes se había hundido en la confusión y un extraño pánico parecía haberlo invadido. Este fue el momento en que una lluvia de fuego y pequeñas rocas incandescentes cayó sobre nosotros. El aire se volvió asfixiante. Estábamos en la cola de Arit-Kheru. El ruido se hizo más ensordecedor que nunca, pero no era peor que las heridas que nos habíamos infligido. Estábamos todos doblados bajo el peso de esta abominación. Setes deseaba aprovechar este momento para escapar arrastrándose, pero los Shemsu lo detuvieron. Entonces hice señas a Ra para que se me acercara y pedirle un favor. Setes todavía estaba luchando; fue dominado por dos Shemsu-Heru y uno de ellos tomó su arma. Yo no quiero comunicarme por el pensamiento con mi mayor y este último tampoco. Señalé con un vistazo a uno de sus Kingu con interés de escuchar mi petición. El oído del Kingu quedó delante de mi boca, y le transmití el siguiente mensaje: "No tenemos tiempo para evacuar el campo de batalla a través de los canales habituales - todos nos vamos a quemar. Pide a mi mayor que su rayo nos transporte de toda esta agitación hacia el subterráneo de Gigal. Voy a terminar mi tarea allí, bajo la mirada de todos." El Kingu reporto el mensaje, con la espalda encorvada. Estábamos todos encorvados bajo la lluvia de piedras brillantes. De repente, Her-Ra miró hacia su Na'arb, sus potentes ojos atravesaron el viento ​​y las piedras de fuego para teletransportar a todos los individuos - en grupos - hacia el primer sótano de Nashareth. Todos nos encontramos alrededor del Lago de los Urenes donde se encontraban los Abgal. Nuestros oídos todavía silbaban dolorosamente.  
Una parte del pueblo de la Reina del Trono estaba presente, pero el grueso de la gente todavía estaba escondido más abajo. Estaba rodeado de los míos y de mis soldados.  Estos últimos estaban agotados, cubiertos de barro y sangre de nuestros enemigos. Her-Ra estaba allí con su ejercito real armados hasta los dientes. Éramos varios miles. Los habitantes de la Duat salieron de sus trincheras. Saglam, el rey de los Neferu, también estaba presente, rodeado de varios de sus Dogan. Mi ardor se encontró renovado. Finalmente vamos a tener nuestra compensación. Una gran ira me envolvió y tuve el deseo de terminarlo inmediatamente:  
- Acabemos de una vez por todas- Le grité. 
- Sí, quiero traspasarte una ves mas mi espada -Fue la respuesta Setes.  
- ¡Todos habrán notado que finalmente acabas traicionando! ¡Pero yo esta vez no te haré atar como a un animal, y tendrás que luchar para ser el ganador!  
Uno de los Abgal salió del lago para pedirme que no haga nada. Los soldados miraron al ser acuático, incluyendo Her-Ra, este señalo al guerrero que llevaba la espada de Ba'a-en-Pet de mi tío. El soldado le devolvió, febrilmente, la espada a Setes. Impulsado por la energía de la desesperación, mi tío se levantó y corrió hacia mí, con la espada en la mano. Su arma escindió el aire y cayó con precisión sobre Uatch. Entonces me armé de valor para olvidar mi dolor. ¿Que era esto en comparación al sufrimiento que había conocido en mi vida anterior, cuando la persona que estaba delante de mí había abierto mi pecho? Utilizando toda mi voluntad, esquivé los ataques y me lancé a su vez hacia adelante. El choque fue terrible, el sonido de nuestras armas hicieron un eco a través del enorme subterráneo. La lucha sería decisiva. Mantuvimos nuestras cabezas mirándonos cuidadosamente. Evité los golpes mortales manteniendo la guardia alta y cambiando rápidamente de lugar. Setes se cansó rápidamente, sus golpes comenzaron a estrellarse en el vacío. Su frente estaba cubierta de gotas de sudor. Las limpiaba con el dorso de la mano, mientras me maldecía con diferentes nombres. Reanudé mis ataques acelerando el ritmo. Mis ataques se hicieron cada vez más pesados y precisos mientras lo golpeaba. Su espada procedió entonces a vibrar fuertemente hasta el punto de su ruptura. El la miró, aturdido; en su mano no tenía más que un fragmento. Entonces Setes me agarró, listo para hundirme el fragmento de la hoja en el vientre. Tomé su brazo y lo obligue a rodar por el suelo. Nuestro duelo viró en un cuerpo a cuerpo. Finalmente le propiné un cabezazo en el rostro para liberarme de su agarre y me enderecé en una fracción de segundo, presionando a Uatch sobre su garganta. Setes finalmente estaba a mi alcance: su arma rota yacía en el suelo, y su cuerpo estaba en tierra. Su mirada estaba fija, él sabía de mi misericordia... ¡Todos me gritaron que lo termine! Mi enojo estaba en su apogeo y yo estaba ebrio de venganza; levanté a Uatch para dar el golpe. Pero un pensamiento surgió en mi mente, me hizo desviar mi golpe de gracia para terminar entre sus muslos. El Señor de los Anunna lanzó un aterrador grito de dolor. Entonces yo hablé con las siguientes palabras para justificar mi acto: "Nunca violaras a ninguna persona y no procrearás otros traidores en el más allá. Te llevaré ante la Reina del Trono para que asista en persona a tu muerte".  
La multitud estaba petrificada. Tomé a Setes por el cuello y lo arrastré por varios pisos. Su sangre se extendió en el suelo, formando un sendero que todo el mundo podía seguir. Mi tío estaba llorando de dolor como un niño. Sus quejas y sollozos resonaron en los pasillos. Los que a veces se mezclaban con gritos de rabia. Saglam, Her-Ra y Sabu nos habían seguido en silencio. Los apartamentos de Aset eran custodiados por varios Shemsu-Hut-Heru (Shemsu de Hathor). Con un gesto de la cabeza, les sirvió para que me dejen acceder a la residencia real. Entramos; Aset y Nebet-Hut estaban allí, sentadas, prácticamente pegadas una contra la otra, totalmente asustadas. Sus ojos ardían y sus cuerpos estaban tensos. Ambos tigres pululaban con un rugido enojado. Los sonidos de la tierra que retumba y los vientos feroces resonaban por todas partes, demostrando un caos terrible en el exterior. La Reina del Trono sostenía con una mano su vientre redondeado. Ella portaba nuestros hijos - nuestros gemelos. [[3]] Setes no pudo dejar de notarlo y gritó con enojo. Entonces yo le hablé a la gran esposa real:  
- Mi esposa, aquí esta el engañoso a tus pies. Uatch no se hundirá y espera tu bendición.  ¡Que el pasado encuentre aquí una reparación definitiva!  
El rostro de Nebet-Hut se encendió; se levantó de repente y señaló con el dedo a Setes:  
- ¡Hazlo, Heru! Acabémoslo de una vez, y todos nuestros problemas terminaran.  
Mi brazo ya había subido, pero Aset parecía preocupada. Se quedó mirando a la pequeña hija de Setes: 
- ¿Tú, mi hermana? ¿Cómo puedes decir una cosa así?  
- ¡Mátalo!  Te lo digo, o será la ruina para todos nosotros -Rugió Nebet-Hut.  
- Ninanna, carne de mi carne -Respondió débilmente Setes a su nieta- ¿Tú me traicionas una vez más?  
Nebet-Hut estaba fuera de sí, ella se acercó a mí y trató de arrebatarme el cristal de mis manos: 
- Si no eres capaz de hacerlo, lo haré yo misma -Dijo ella llorando.  
- ¡Detente, hermana!- Grito Aset. Yo... Su muerte no traerá descanso a nuestros corazones. La disputa que nos enfrentó a él, ya terminó en la humillación y la vergüenza que lo golpean. Déjalo a su destino, rey de Kemet. Ocupémonos de nuestros muertos y curemos tu herida. Me acabo de enterar de que tu valentía nos permitió recuperar todas nuestras áreas, de Norte a Sur y de Este a Oeste. Kankala (África) es libre. Si Enlil-Setes sobrevive a sus heridas, dejarlo ir en busca de su destino en las llanuras áridas del Este y que el pueblo de Ara lo recupere si todavía lo quiere. ¡Que la sentencia se cumpla!  
Me quedé de piedra por lo que acababa de oír. No traté de discutir y me di la vuelta, arrastrando al condenado por el cuello. Volvimos sobre nuestros pies y de inmediato tomamos una de nuestras Gigirlah para llevar a mi prisionero hasta Ara. Saglam y Sabu habían querido acompañarme. El Benu Celestial estaba todavía por encima de nuestras cabezas y su cola continuamente derramaba piedras incandescentes y un humo negro irrespirable. Kem-Ur había desbordado, y tuve que dar un rodeo para llegar a sus nuevas orillas, que habían borrado el diseño de las antiguas. Esperamos que el Benu finalmente termine de lanzar su diluvio de fuego antes de abandonar la nave. Yo a mi turno vomité de ira en una esquina de la unidad.  Setes se había dormido y seguía perdiendo sangre. Al llegar a la orilla de Ara, vi una mula. Saglam y yo la atrapamos para atar al engañoso en su espalda. Le di una bofetada a mi tío para despertarlo y le dije: 
- Que nunca te vuelva a ver por nuestras tierras, de lo contrario perderás la vida para siempre. Lo haré personalmente.  
Le di una palmada a la parte trasera de la mula y empezó a galopar hacia el horizonte flanqueada por su miserable carga. Saglam y Sabu no sabían que decir para calmarme. La mano amiga del rey de los Neferu había aterrizado sobre mi hombro. Todos vimos la silueta de la mula llevando a Setes alejándose de la tormenta. Sabu finalmente dijo que dudaba que Setes pudiese sobrevivir. Saglam dijo en conclusión que lo más importante era que Aset y yo estábamos aun con vida y que la tierra había sido finalmente recuperada de nuestros adversarios.  Con eso, tomamos nuestra nave para volver a Kemet, acompañado por el sonido de Benu quien finalmente pareció calmarse.




[1] 116. ZA-GIN significa tanto "lapislázuli" como "brillante" en sumerio.  Esta palabra en ese contexto, expresa una región brillante.  La antigua Persia se compone de tierras altas donde el brillo es, al día de hoy, excepcional.  Esta es probablemente la razón por la cual el explorador y escritor Austine Waddell (1854-1.938), a quien se debe una amplia labor sobre el los orígenes sumerios de las colonias arianas, pensó que Pakistán y Afganistán formaron la mítica tierra de Edén.  El significado de su homófono ZA-GIN, "el territorio del dinero" no nos sorprende cuando sabemos que lapislázuli fue también exportado de Asia Central (Afganistán) a Sumeria para terminar su trayecto en Egipto.  Era prácticamente el único "bien mesopotámico" que se introdujo en Egipto.  La presencia de lapislázuli en las tumbas egipcias de la época pre-dinástica Amratian o Nagada I (entre 5000 y 4780 antes de Cristo.  , y tal vez incluso antes de eso), indica una "relación comercial" prehistórica entre el antiguo Egipto y la antigua Mesopotamia.  Esto parece sorprendente cuando se sabe que Kalam y Kemet se dedicaron un odio feroz - a menos que podamos diseñar una forma de economía muy antigua, iniciado por los seguidores de Osiris, de Ra y Horus, como confirman aún más textos egipcios.  La capacidad de los antiguos egipcios para la fabricación de objetos en oro, piedras preciosas y semi-preciosas de la época pre-dinástica puede explicarse de esta manera.  La única referencia real que poseemos hoy de esto es el descubrimiento de la tumba intacta de Tutankamón.  La tumba contenía tesoros incomparables, mientras que Tutankamón estaba lejos de ser un gran rey.  Todas las demás tumbas han sido saqueadas hace mucho tiempo, desde las más antiguas a las más recientes... 
[2] Deng (pl. Dengu) es un pigmeo, por lo que un enano en egipcio.  La raíz de esta palabra (sin determinante dándole el significado "pequeño"), significa "posesión", "imperfección" o "tara".  Los Pigmeos de aquí en cuestión provienen probablemente de Etiopía, que representa una parte de Bun'd (Punt).  
[3] La mitología egipcia nos dice que Isis-Hathor y su hijo Horus han engendrado a los gemelos - un par de gemelos para ser más específicos.  Ver también El Testamento de ls Vírgen, pp. 172-173 y 179-180.